En la escuela solía parecer mayor de lo que era, a los 16 años me daban fácilmente 30. Intenté de todo para aparentar más joven: vestirme de rosa, no depilarme las cejas ni maquillarme y ensayar una expresión infantil en el espejo con las cejas levantadas. Una vez, la madre de alguien me preguntó en qué clase estaba mi hijo y me eché a llorar. Pensé que con el tiempo la situación se corregiría, pero ahora tengo 28 años y aparento 40.
A menudo me han confundido con alguien más joven de lo que realmente soy, lo que ha resultado en situaciones cómicas. A los 24 años, fui a una galería de arte con un chico y cuando llegamos a la taquilla, el cajero me dijo que la entrada era gratuita para niños. El chico se dio cuenta de la confusión y compramos las entradas. A los 30 años, fui con mi futuro esposo a una florería. Mientras él hablaba con la vendedora, ella le preguntó si quería enseñarle a su hija sobre las flores. Me pregunté si se veía tan mal o si era yo quien aparentaba tan joven.
Mi esposo y yo tenemos una diferencia de edad de 15 años. Él es muy elegante y yo parezco más joven de lo que realmente soy. Juntos tenemos tres hijos. Una vez, fuimos a un restaurante donde la mesera me miraba mal y me trataba mal. Cuando le pregunté dónde estaba el baño, ella me respondió de manera grosera preguntando si iba a arreglar mi cara de sinvergüenza. Me quejé y la mesera explicó que odiaba a las amantes de hombres ricos. Sin embargo, mi esposo tenía un anillo y yo no. Le expliqué que me quité el anillo porque había dado a luz hace 3 meses y había perdido peso, por lo que el anillo se deslizaba, pero que en realidad llevábamos casados 12 años. La mesera se disculpó.
Durante una competencia deportiva en otra ciudad, los niños de mi equipo de 12 años empezaron a flirtear conmigo. Me molestaba que parecía más joven de lo que realmente era. Para demostrar mi edad, tuve que mostrarles mi documento de identidad. Al día siguiente, estos niños comenzaron a traer a sus amigos de otros equipos para apostar golosinas sobre mi edad. Terminé comiendo muchos dulces ya que compartían conmigo sus premios después de cada apuesta.
Tenía 42 años. Tocaron a la puerta y cuando abrí, había una anciana con lnentes que dijo: “Soy de la administración” y agregó: “¿Hay adultos aquí?”. Sorprendida, automáticamente me di la vuelta, me adentré en el departamento y le dije a mi hijo de 17 años: “Ve con esta mujer de la administración y averigua qué quiere”. © Zhanna Shin / Facebook
Durante mis años escolares, a menudo me percibía como una persona muy madura. Recuerdo una vez que llevé a mi hermano menor, quien estaba en primer grado, a la escuela y el guardia me dijo: “Bien hecho, trajo al niño. Ahora, vete a casa”. Así que me marché. © Irina Nienhouse / Facebook

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