Trabajo en un almacén haciendo inventario. Contando mesas, sillas, computadoras y otras cosas empolvadas en la bodega, me percaté de que faltaban dos sillas. Las buscamos por tres días. Resultó que estábamos sentados sobre ellas. © 428207 / Bash.im
Cuando llegan las vacaciones, algunas personas salen de la ciudad a pescar y cosas así... Fui a la casa de campo de mis padres para trabajar en el terreno. Cambié los tubos de agua del jardín y los enterré bajo tierra. Además replanté una planta de frambuesas, tuve que cavar mucha tierra. Como no tengo la costumbre de hacer estos trabajos, me aparecieron callos en las manos. Las vacaciones terminaron y en el primer día laboral estábamos con los muchachos contando cómo habíamos pasado las vacaciones. Alejandro, un compañero que es hijo de una familia muy adinerada, que recientemente se compró una casa enorme, dijo:
—Todas las vacaciones las pasé cavando los cimientos, desde temprano hasta la noche. No saben lo cansador que fue, parece que ni tuve vacaciones.
Y yo, sabiendo cómo era Alejandro, le mostré mis manos callosas y le dije:
—Amigo, muéstrame tus manos.
Alejandro se sonrojó mientras mostraba sus palmas rosaditas y bien cuidadas. Todos se rieron mucho. © cma4000 / Pikabu
Me di cuenta de que la factura de gas del departamento de mi abuelo era más alta de lo habitual. Decidí verificar qué sucedía, ya que mi abuelo no suele cocinar. Fui a su departamento y vi que la estufa estaba prendida, aunque en el interior del departamento hacía calor. Resulta que mi abuelo mantenía el gas constantemente encendido para ahorrar fósforos. Ahorrar fósforos, ¿lo imaginan? © kit932 / Pikabu

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