Me vuelvo invisible en los acontecimientos sociales. © persona_dos / Reddit
Mi madre hace poco me contó que, cuando yo tenía unos cinco años, empezó a sospechar que tenía un problema de audición. La razón: ignoraba gritos, discusiones y algunas peticiones. Los médicos no encontraron nada. Resultó que sabía cómo captar el zen en situaciones que me resultaban desagradables. ¿Dónde está ese superpoder ahora?
Hace aproximadamente un año, las manos de un amigo comenzaron a ponerse azules. Durante un par de días estuvo así, pero luego sus amigos de la universidad insistieron y lo llevaron a un hospital. El médico no podía entender nada y no dio una respuesta clara, así que lo envió a otros médicos. Presentaron varios diagnósticos, casi le predecían la amputación. Era invierno, y mientras los muchachos iban de un hospital a otro, este chico comenzó a buscar en él algún superpoder: trató de levantar la nieve o de crear viento con el poder de su mente. Fue a ver a otro médico y le contó lo que le pasaba. El médico tomó una bola de algodón, la mojó con alcohol y se la pasó por la mano. La mano volvió a su color original. Resultó que mi amigo había comprado unos jeans nuevos que se desteñían mucho, y el médico lo supo de inmediato. Nos reímos de esta historia durante mucho tiempo. Y mi amigo se molestó porque al final no obtuvo un superpoder.
Cuando era niño, me enviaron a un campamento de verano. Un mes después, este terminó y estaba esperando a que mis padres me recogieran. Recuerdo estar sentado en un banco y soñar con lo grandioso que sería tener la habilidad de teletransportarse. Sería transportado a casa instantáneamente. El Sol de verano era cálido, las hojas hacían un sonido suave y en la hierba cantaban los grillos. Cerré mis pesados párpados y en el siguiente instante abrí los ojos ya en casa, acostado en mi cama. “¡Funcionó!”, pensé, “¡Logré teletransportarme a casa!”. Decidí mantener mi superpoder en secreto. Han pasado muchos años, pero no le he revelado eso a nadie. El otro día estaba recogiendo a mi hijo de la casa de la abuela. Él dormitaba dulcemente en la gran cama. Lo llevé al auto y lo puse en el asiento para niños. Ya sentado al volante recordé mi superpoder secreto. Giré la llave y el auto encendió suavemente. Me di cuenta de que ahora mi hijo había heredado mi superpoder. Fue un poco triste. Arrancamos despacio y comenzó el proceso de teletransportación.

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