Mi suegro decidió comprarle un auto usado a un vendedor de un pueblo vecino por 13 000 USD. Lo llevé allí, lo miró, todo estaba en orden. Era hora de pagar. Mi suegro y el vendedor se acomodaron en la mesa y comenzaron a contar el dinero.

Mi suegro había preparado ese dinero en casa en trece paquetes de mil cada uno, y en el momento más crucial, luego de contar dos veces, declaró: “Faltan mil, parece que se quedaron en casa”. Todo el mundo estaba un poco sorprendido por semejante error de cálculo, y volver a casa no era una opción: quedaba lejos. Como resultado, mi suegro me pidió que retirara esos mil de mi tarjeta y él, cuando regresáramos, me transferiría el dinero.

Y así lo hicimos. Todo fue contado una vez más y junto con mi dinero, se llegó a los 13 mil. Se dieron la mano y nos separamos: mi suegro corrió inmediatamente a casa y yo me quedé un tiempo más en ese pueblo. Un par de horas después me llamó: “Por favor, ve a tal dirección, es la casa del vendedor de automóviles. Te dará los mil dólares”. Resultó que el sujeto había regresado a su hogar, había vuelto a contar el dinero recibido por el coche una vez más y había 14 000. Decidió no estropear su karma y devolvió lo que sobraba. © kasym / Pikabu

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