Ahora lo vi todo
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13 Historias que muestran que en los taxis pueden suceder cosas inolvidables

Muchas veces, al salir de casa queremos viajar cómodos y recurrimos a tomar un taxi. Generalmente, las cosas transcurren sin nada sorprendente para el recuerdo. Otras veces, tanto para el taxista como para el pasajero, suceden eventos que quedan grabados en la memoria de los involucrados.

  • Mis pasajeros fueron a comprar sus boletos a la estación de autobuses, dejando en el piso de mi carro su pastel mientras yo los esperaba. A mi lado paró otro taxi, y su conductor, a quien yo conocía, me hizo una señal con la mano. Empecé a bajar la ventanilla para saludarlo y, de repente, el vidrio se detuvo. Saqué de la guantera un fusible de repuesto, me metí por debajo del volante y empecé a sustituir el quemado. En ese momento, se abrió la puerta. “¡Crac!”, sonó el plástico aplastado. “¡Uy! Había algo en el piso”, dijo una mujer, algo confusa. “¡Es un pastel!”, exclamé. “¿Entonces por qué usted acepta un cliente y no avisa que lleva algo así en el piso?”. “Es que estoy esperando a mis pasajeros que fueron a comprar sus boletos”. “Ah, esta clienta es mía, ¡pásamela!”, se unió al diálogo el taxista conocido que estaba al lado. Por suerte, mis clientes reaccionaron a lo ocurrido de manera positiva. Además, el pastel casi no sufrió por la pisada, a diferencia del empaque. © Regenwurm / Pikabu
  • Hasta la estación de tren hay 30 kilómetros. Debido al calor, decidimos ir cómodamente en un taxi. El coche llegó sucio y sin aire acondicionado. Si no fuera por el tren, lo habríamos rechazado. Al final, íbamos con las ventanillas abiertas, por las que entraba un aire tan caliente que ardía como si fuera un horno. Yo lucía maravillosamente cuando subí al tren: ¡mejillas con un rubor ardiente y el pelo como el de un espantapájaros! © Irina Berezhnaya / Facebook
  • Trabajo de taxista. Ayer llevaba a una madre con 2 hijos de 10-12 años: un niño y una niña. En algún momento, le hice a la mujer un comentario en forma de broma de que su hija masticaba el chicle demasiado fuerte justo cerca de mi oído. Y me dijo en respuesta: “¡Lo mastica como quiera! ¿Qué quieres que le haga? Si le gusta, que siga masticando. No sabrá hacerlo de otra manera. Yo en mi trabajo siempre mastico la goma de mascar con la boca abierta y, además, haciendo bombas de chicle, y ¡nadie jamás me hace comentarios!”. Como resultado, me puso una mala calificación, una queja y me bajó mi promedio general. © Oído por ahí / VK
  • Un taxista en Hong Kong afirmó que hablaba 14 idiomas, no con fluidez, pero bastante bien. Captó mi acento australiano y empezó a hablar conmigo en jerga australiana. Viajé con él dos veces más y lo oí hablar en español, turco, japonés, hindi, tailandés e indonesio. © Chris Robinson / Quora
  • Trabajo de taxista. Estaba cerca de un club cuando, de repente, dos jóvenes subieron al taxi y me gritaron: “¡Sigue a ese coche!”. Arranqué de inmediato. De camino, me contaron que uno de ellos se había enamorado a primera vista de una chica en ese club, pero una amiga se la había llevado y al joven no le había dado tiempo de pedirle el número de teléfono. Me sentí en una película de espías: persecución, espionaje... Llegamos hasta la casa de la chica. El joven bajó, habló con ella y cada uno se fue por su lado. Al pasar un año, me topé con el amigo de ese joven. Resultó que la pareja al final se había casado y estaba esperando a su primogénito. © Oído por ahí / VK
  • La mayoría de las veces, me encuentro con taxistas silenciosos y poco habladores, lo que hace que el viaje sea bastante aburrido, ya que a mí sí me gusta charlar. Pero una vez, de camino al aeropuerto, me tocó un conductor platicador. Era un hombre mayor que había pasado al volante la mayor parte de su vida. Me contó sobre su trabajo de taxista y me dio consejos de conducción y de cómo actuar en situaciones complicadas en la carretera. © Krishnan Moni / Quora
  • En un viaje, mi hermana y yo fuimos a un museo en un taxi reservado por nuestro hotel. Nos habían recomendado usar solo su servicio por nuestro propio bien. Al salir del museo, observamos la fila de autos y no pudimos reconocer a nuestro conductor. Cuando uno de ellos nos hizo una señal con la mano, supusimos que era él. Resultó ser un error: el chófer no tenía ni idea de dónde estaba nuestro hotel, aunque le habíamos mostrado la dirección. Y cuando por fin llegamos a nuestro alojamiento, trató de cobrarnos mucho más. Pero el portero y el gerente del establecimiento intervinieron y el conductor nos dejó en paz. © Fredda Scobey / Quora
  • En la universidad, a una compañera del grupo y a mí nos pidieron llevar al archivo una cantidad impresionante de documentos. Agarramos las carpetas y las cargamos hacia donde estaban los taxistas. Mi amiga abrió la puerta de un auto, dijo la dirección y oímos en respuesta: “100”. Era carísimo, desorbitado. Propuse pagarlo para no cargar las carpetas en manos. Pero ella sonrió astutamente, abrió la aplicación de Uber, hizo allí el pedido y... el mismo conductor, con una mirada sumamente descontenta, nos tuvo que llevar a la misma dirección por tan solo 40 en lugar de 100. © Vera Savchenco / Genial.guru
  • En general, me suelen tocar taxistas raros, pero a uno lo recuerdo más que a los otros. Me dijo que, en el futuro, sería presidente, pero mientras tanto era psicólogo y hombre de negocios, y me propuso comprarle un seguro por 115 USD, de los cuales 75 USD irían para ahorros y otros 25 para algo más. No entendí dónde se le habían perdido los 15 USD restantes. Total, no tenía pelos en la lengua. Nunca había bajado de un taxi con tanta velocidad. © Valentina Podmazina / Facebook
  • Pedí un taxi. Era invierno. En nuestro edificio hay un estacionamiento subterráneo, por lo que en la entrada también tenemos una rampa peculiar de un piso de altura. Se puede subir, pero la cuesta es muy empinada. Puse un comentario en mi pedido: “No suba hasta la entrada, yo bajaré”. Salí a la calle y de repente vi unos faros alumbrando el muro y al dueño de las luces moviendo el coche de un lado al otro. Todo esto acompañado con un chirrido espeluznante. Olía a embrague quemado, de los neumáticos salía humo, el pobre coche por poco se estaba rompiendo en pedazos. Subí al taxi y le pregunté al conductor: “Pero ¿por qué subió, si yo había puesto que no era necesario?”. Su respuesta me dejó pasmado: “Qué más da, el coche no es mío, lo alquilo”. © Egor.olegovich / Pikabu
  • Siempre pago los viajes en taxi con tarjeta directamente en la aplicación. Al finalizar un recorrido, me cobraron 4 USD, pero el conductor me dijo: “Tienes que pagarme 2 USD extra”. “¿Cómo?”. “¿No lo sabías? Es una regla nueva: hay que pagar la diferencia al conductor si en la aplicación el precio sale incorrecto. En tu caso, está mal. Este año, la gasolina aumentó”. Yo: “Lo siento, no sabía nada de las nuevas reglas, ahora mismo llamo a servicio al cliente”. Fingí buscar el número de teléfono, entendiendo perfectamente que era una estafa. No pasaron ni 30 segundos cuando el conductor dijo: “Bueno, esta vez puedes no pagar el extra. Considéralo mi regalo de Año Nuevo”. Y sonrió tontamente, al estilo de “mira qué bueno y generoso soy”. © LampaTrampa / Pikabu

¿Qué viaje en taxi te resultó inolvidable? ¿Qué sucedió?

Ten en cuenta: este artículo se actualizó en junio de 2022 para corregir el material de respaldo y las inexactitudes fácticas.
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