Ahora lo vi todo
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17 Situaciones ocurridas en salones de belleza que nos hicieron pensar: “¿Qué fue eso?”

Tal vez muchas anhelan el momento de visitar el salón de belleza, ya que se trata de un espacio para disfrutar y salir más hermosas que nunca... o eso pensábamos hasta que leímos estas historias. Tanto los trabajadores como los clientes compartieron sus anécdotas, desde gente que muerde cuando la maquillan hasta clientas que buscan la oportunidad de aprovecharse y salirse con la suya. ¡Hay para todos los gustos!

  • Trabajo de maquilladora en un salón de belleza. El otro día vino una chica bien arreglada luciendo un atuendo costoso. Hablamos de su maquillaje y me puse manos a la obra. Cuando llegué a los labios, de repente me mordió la mano, se levantó de un salto y salió corriendo del salón. Al final, me quedé desconcertada mirándola huir. No sabía ni qué pensar. Todos se ríen cuando hablo sobre este incidente. Hay clientes de todo tipo. © Oídoporahí / Ideer
  • Tuve que hacer un maquillaje de noche antes de las 7 de la tarde. Maquillé a la clienta, pero quedó decepcionada:
    —No me gusta, no voy a pagarte.
    Entonces se me ocurrió decirle:
    —Está bien, lo lavaremos y ya está.
    —¿Cómo que “lo lavaremos”?
    —Bueno, no le gustó.
    Una breve pausa.
    —Bueno, déjalo, no es tan feo.
    Pagó mi trabajo. Luego me enteré por mis colegas de que la clienta es conocida por usar ese truco, pero anteriormente nadie le había ofrecido lavar el maquillaje. © LRAss / Pikabu

  • Clienta: “Debes haber sido mala estudiante, ¿verdad?”.
    Yo: “Bueno... No, ¿qué le hace pensar eso?”.
    Clienta: “Bueno, ¡eres peluquera! ¿Qué tiene de difícil?”.
    Yo: *recordando todo el tiempo dedicado a estudios, prácticas y seminarios*: “Bueno, en realidad, no es tan fácil...”.
    Clienta: “¡No me digas! ¡Es lo que todos dicen! Mi vecino hizo un cursillo de dos semanas y empezó a trabajar, y, en general... bla, bla, bla”.
    En aquel momento pensé: “No volveré a atender a esta mujer...”. © KateSova / Pikabu
  • Publiqué un estado: “Necesito una modelo para maquillaje el 10 de septiembre a las 14:00. Es gratis”. La muchacha fue encontrada en una hora. Entonces, al pie del texto agregué: “Ya encontramos una modelo, gracias”. El 10 de septiembre, ya por la noche, recibí el mensaje de una chica que pedía que la anotara para el otro día, 11 de septiembre. Revisé la agenda, busqué un hueco para ella y la anoté, enviándole la dirección del salón. Llegó a tiempo, la maquillé. A ella le gustó. Ya estaba a punto de irse.
    —Me debes 15 dólares.
    —¿Cómo? ¡Pero anunciaron que era gratis!
    —¿Quién anunció? ¿Cuándo anunciaron?
    —¡Voy a enseñártelo! —y se puso a buscar mi publicación.
    —Buscamos una modelo AYER para las clases de mi amiga. Es lo que dice allí (el día y la hora).
    —¡Pero no se entiende!
    Luego dio todo un discurso sobre lo mala que era atrayendo a chicas inocentes para hacerse algo innecesario. © Lisycha / Pikabu
  • Soy manicurista. Empiezo a trabajar a las 12:00. Una vez, recibí una llamada a las 9:00.
    —Hola, ¿recuerdas que me tienes apuntada a las 12:00?
    —Sí, claro...
    —Oh, ¿te desperté?
    —Sí...
    —Bueno, ¿por qué eres tan dormilona? ¡Ya es de día! Y nosotros nos levantamos a las 6 toda nuestra vida... © Oídoporahí / Ideer
  • Un día vino una clienta de cabello negro azulado. Y, por supuesto, quería teñirlo de blanco ceniza. Le expliqué que eso no podía lograrse de una vez, y que incluso logrando el mejor resultado, el color se volvería caramelo. Ella estuvo de acuerdo. Hicimos nuestro trabajo y la mujer se fue. A los pocos días regresó para armar un escándalo, diciendo que quería ser rubia, ¡pero que la habíamos hecho pelirroja! El administrador le puso las grabaciones de las conversaciones donde se le advirtió sobre esto. La mujer se fue. Después de 5 años, debajo de todas mis publicaciones, comenzaron a aparecer comentarios enojados de que una vez se le antojó teñirse de rubia y la hice pelirroja... © IVANETSKAYA / YouTube
  • Yo: “Hola, ¿qué tipo de corte quiere?”.
    Clienta: “Hola. Quiero un pixie, por favor”.
    Yo: “Está bien” (empiezo a cortarle el pelo).
    Clienta: “Oh, pero Natalia solía cortarme de otra manera...”.
    Yo: “¿De verdad? Entonces ¿por qué me eligió a mí en lugar de a Natalia?”.
    Clienta: “¡Oh, ya sabes! ¡Me hizo un corte horrible la última vez!”. © KateSova / Pikabu
  • Soy autodidacta, llevo seis meses trabajando en un salón de belleza. Hace unos días, el administrador se me acercó diciendo: “No discutas con la clienta que vendrá ahora. Haz lo que ella quiera y como ella diga. ¡Es muy quisquillosa y caprichosa! También es amiga del dueño”. Digamos que esto no me alegró el día.
    La clienta llegó tarde. Sin disculparse ni saludar, preguntó desde la puerta: “Bueno, ¿quién va a maquillarme?”. Entonces, me puse a maquillarla, pero ella no paraba de dar vueltas, llamando o mirando fotos en el teléfono... Incluso dijo: “Necesito tomar un respiro”, y salió. Cuando seguimos, comenzó a quejarse: le parecía que una ceja estaba más ancha, o quizá no, pero entonces le parecía más larga o más corta. Empezó a frotarse los ojos cuando ya le había aplicado el rubor en crema. Me pidió que le pegara pestañas postizas y un minuto más tarde cambió de opinión. No dejaba de preguntarme: “¿Por qué lo haces así? ¿Para qué sirve esto y aquello?”. Tuve que explicarle las cosas como si fuera una niña mientras también hacía mi trabajo.
    Al final, a pesar de todas las molestias, el maquillaje quedó muy delicado y hermoso. La mujer quedó contenta. Pero a mí me temblaba el ojo, e incluso tuve que acostarme un rato. © Maquillador cínico / Vk
  • Por la mañana entró una mujer al salón y se echó a gritar. Sin palabras, solo una especie de grito animal. Todas las peluqueras fueron corriendo y esperamos a que cesara el ataque de la clienta. El grito se convirtió en palabras:
    —¡Arruinaron mi vida! ¡Voy a demandarlas!
    Cualquier intento de preguntarle algo a esta señora provocaba más gritos, por lo que no logramos entablar un diálogo. Pero sacudió algunos “documentos oficiales” frente a mi rostro y me echó un par de hojas con algo escrito a mano temblorosa de tantos nervios. Intentaré copiar su estilo: “Me dieron escalofríos, y me quedé paralizada de horror cuando vi en el espejo cómo la peluquera se inclinaba sobre mí y me cortaba el pelo en mechones desiguales. ¡Oh, cuántas lágrimas derramé cuando volví a casa! ¡Ni siquiera ahora puedo contener el llanto al mirarme en el espejo!”. En total, dos hojas. Las leímos con mucho gusto. Fue una pena haber arruinado la vida de una persona. Le devolvimos el dinero a la señora a cambio de la promesa de no volver a nuestro salón. © Unjoy / Pikabu
  • ¡Solo estaba estudiando para ser peluquera! Un día se me acercó una chica con el pelo hasta la cintura diciendo que quería un corte muy corto. Realmente muy corto. Le pregunté varias veces si estaba segura de su decisión, le sugerí quitar la longitud de forma gradual, en varias etapas. Pero no, la chica quería un cambio ya mismo. Al final, hice una copia exacta del corte de pelo de la foto que ella llevó como referencia. Pero cuando la muchacha se volvió hacia el espejo, ¡se asustó! Se echó a llorar gritando que había arruinado su hermoso cabello largo. Fue terrible. Después de eso, no pude seguir cortando y comencé una carrera en un campo diferente. © Barbara Klickstein / Quora
  • Estoy en una peluquería. Entra un chico de unos 19 o 20 años y se sienta en el sillón libre. A la pregunta de la peluquera: “¿Cómo quieres que te corte el pelo?”, responde: “El corte más de moda para los chicos de 18 a 27 años”. Sin una sola palabra, da vuelta al sillón, toma la máquina y le rapa la cabeza. Esto es lo que significa entender sin más preámbulos. © Oídoporahí / Ideer

Y tú, ¿tienes alguna historia sobre una relación inolvidable entre un maestro de salón de belleza y un cliente?

Imagen de portada Oídoporahí / Ideer
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