18 Personas recuerdan los platos de su infancia que consideran más ricos que los de un restaurante lujoso
Hay muchas formas de remontarse al pasado, y una de ellas es a través de la comida. Los platos caseros de los abuelos o ese dulce que solo comprabas en una panadería especial y que te hacía tan feliz por las tardes son recuerdos de una época en la que todo era menos complicado: la infancia. Lo cierto es que, por más que lo intentemos, nada puede recrear esos sabores, ni siquiera los restaurantes más lujosos.
Nos encanta recordar la niñez, por lo que reunimos historias de personas que rememoraron viejos tiempos y se les hizo agua la boca.
- Papá siempre traía pasta de tomate y aceite de girasol. Picábamos la cebolla, la mezclábamos con sal, pasta de tomate y mantequilla, y lo comíamos con pan negro. Mientras escribo, la boca se me hace agua. También había unas galletas cuya fecha de elaboración y vencimiento era un completo misterio. No tenían sabor, y o bien estaban húmedas, o parecían hechas de piedra. Mamá las rociaba con un poco de agua y las horneaba hasta que se doraban. Las galletas inmediatamente se volvían fragantes y sabrosas. Y si unías dos galletas con mantequilla, casi obtenías un pastelillo. © psgbel / Genial.guru
- Crecí en los años 90. De las rarezas alimentarias, solo recuerdo el sándwich de pan con mayonesa de ajo (que ya se vendía lista) y los fideos secos instantáneos, que nosotros, los niños, comíamos en los recreos directamente del paquete. © Maria Denisyuk / Genial.guru
- En nuestro pueblo, mi abuela intercambiaba verduras por mantequilla de chocolate, helado y todo tipo de golosinas. Yo hacía guardia cerca del refrigerador y comía esa mantequilla mordiendo directamente del trozo. Creo que mi querida abuela veía las marcas de mis dientes, pero no decía nada. © Maria Koval / Facebook
- La costra de pan negro crujiente frotada con ajo y sal. Y también recuerdo cómo íbamos con todos mis amigos a recoger manzanas verdes ácidas y nos las comíamos con sal. Una vez nos quedamos en los manzanos tanto tiempo que nuestros padres comenzaron a buscarnos, ¡y todos fuimos castigados! © Dilyara Starr / Facebook
- Y yo recuerdo que en los años 90 vendían pieles de pollo en trozos muy grandes, por 1 kg. Y se me ocurrió esto: envolvía cubos de pan con ellas y las ponía en la rejilla del horno. Las freía hasta que quedaban crujientes y toda la grasa goteaba sobre la bandeja de hornear. Compraba de a 5 kg cada vez, y freía, freía, freía. © Karine Danilevica / Facebook
- En los años 90 vendían unas pequeñas prepizzas. Eran muy baratas. Todavía recuerdo ese sabor: les poníamos pasta de tomate y mayonesa, salchichas, cebollas, queso. Ahora también hay prepizza a la venta, pero, como suele pasar, no es lo mismo. En la infancia todo se siente de manera diferente. © Ciervo / Genial.guru
- De pequeñas, a mi hermana y a mí nos encantaba derretir azúcar en una sartén. ¡Cuántas cucharas doblamos en el proceso! Y lo más exquisito era la crema con azúcar derretida en una sartén, era nuestro caramelo casero. Lo vertíamos en moldes (platillos pequeños, cucharas) y lo mordisqueábamos. © Vaya sombrero / Genial.guru
- Una panadería hacía unos pastelillos divinos con crema de claras batidas. Gastábamos todo el dinero de bolsillo en ellos. Una vez, fuimos con una amiga a comprar pan y vimos a un hombre que estaba comprando una bandeja entera de esos pastelillos. Suspiramos con envidia de que alguien tuviera tanta suerte. Llegué a casa y ese hombre estaba sentado en nuestra cocina. Resultó que era el primo de mi padre, que había llegado de visita. Yo solo lo había visto en mi primera infancia y no lo había reconocido, por supuesto. Fue un día de mucha felicidad. © Zinaida Petrovna Traktorenko / Genial.guru
- ¿Qué hay del jugo que queda después de una ensalada de pepinos, tomates y mayonesa o crema? De pequeños, mi hermano y yo discutíamos sobre quién lo recibiría. © KoloBasya / Genial.guru
- Yo solo comía las salchichas si estaban fritas. De platos muy extraños: mi abuela nos daba a mí y a mis amigos leche en la que ponía pan seco. Incluso trabajamos para ella para que nos lo preparara. Causaba furor. No eran épocas de hambre, solo que mi abuela era la diosa del marketing. © Azarika / Genial.guru
- Nosotros tomábamos una botella vacía, le poníamos un poco de azúcar, luego arrancábamos cerezas del árbol y las arrojábamos a la botella. Rompíamos una ramita del cerezo y la usábamos para revolver la bebida hasta que las cerezas soltaban el jugo. Eso era todo, el jugo casero estaba listo. ¡Era genial! © Ekaterina Biryukova / Facebook
- Recuerdo que en los años noventa, fui con una amiga a su casa para hacer los deberes. Cortó 2 trozos finitos del fiambre más barato que había en ese entonces y nos hizo sándwiches. Creo que nunca olvidaré sus palabras: “Tengo un sueño: poder morder el fiambre directamente, sin pan”. © Vlada Berezhnaya / Facebook
- Nosotros comprábamos carne picada congelada en briquetas. La cortábamos finamente y la freíamos. ¡Qué deliciosa era! © RagDolly / Genial.guru
- Fui a mi tierra natal a visitar a mi abuela, y allí me esperaban sus papas fritas con cebolla, hechas en una sartén de hierro fundido, crujientes. Y las albóndigas, las mismas que en la infancia. Yo miré todo eso con tristeza y mi abuela dijo: “Seguirás con tu dieta en tu casa, ¡siéntate a la mesa!”. Y pensé: “¡Sí, al diablo toda esta vida adulta!”. Y también le pedí una jarra de leche fría para tomar con todo ese esplendor. © Ciervo / Genial.guru
- Mi abuelo hacía las mejores albóndigas, eran tan buenas que ahora no puedo pedir albóndigas si voy a un restaurante, aunque sea muy bueno, porque no tienen nada que ver con ellas. Intenté docenas de veces recrearlas de memoria o preguntarle a mi abuela cuál era su receta, pero nunca quedan iguales. Mi salsa puede hacerle frente a la suya, pero las albóndigas no lo alcanzan. © mdicke3 / Reddit
- Mi abuela era una cocinera notoriamente mala, pero un plato que hacía muy bien eran los rollos de col. Cada vez que íbamos de visita, le pedía que los hiciera y ella siempre hacía un gran espectáculo. 20 años después, le pregunté por su famosa receta de rollos de repollo. Ella dijo: “¿Qué receta? Los compraba congelados”. © PaintsWithSmegma / Reddit
- Hay un carro de hamburguesas en el pueblo de mis abuelos al que solía ir cada vez que íbamos a visitarlos. Esas hamburguesas eran INCREÍBLES. Crujientes en los bordes y bien condimentadas. He intentado durante muchos años recrear la hamburguesa en casa. FINALMENTE pude conseguir algo muy parecido. © D**OfThirst / Reddit
- El bistec de mi padre. Lo llamábamos “filete empanizado”, pero cada vez que le digo esto a alguien, piensan que es filete de pollo frito. Mi hermano y yo crecimos viviendo con nuestra mamá y veíamos a nuestro papá cada dos fines de semana. Las vacaciones se dividían de tal manera que pasábamos la Nochebuena con papá y el día de Navidad con mamá. La cena de Nochebuena en casa de mi papá era siempre la misma: bistec empanizado, camarones empanizados, puré de papas y ensalada. Éramos de clase media-baja y esto se sentía como una cena muy elegante, especialmente porque sabíamos que los camarones tan grandes y frescos eran caros. © BungleSim / Reddit
Bono: Nuestros autores también tienen sus propios recuerdos sabrosos
- Cuando era pequeña, siempre quería algo dulce. Normalmente, comía un simple pan con mantequilla y azúcar espolvoreada encima, pero un par de veces mi madre hizo un pastel que nunca pude olvidar. Se llamaba “Tofi”. La receta era sumamente simple: había que derretir medio paquete de mantequilla y medio kilo de tofi suave hasta obtener una masa homogénea, luego verter todo eso sobre palomitas de maíz y, después de mezclar bien, formar bolas o una montaña en forma de hormiguero. No entiendo por qué mi madre hacía este plato divino tan raras veces. Sospecho que no quería malgastar mantequilla en una tontería.
- Todavía me encantan los pastelillos y los prefiero a cualquier chocolate. Y cuando era niña, estaba dispuesta a vender mi alma por ellos. Por lo tanto, mi hermana y yo creamos nuestra propia versión de pastelillo: había que tomar un bagel y cortarlo a lo largo. Quedaban dos mitades. Untábamos con mantequilla cada una de ellas y las cubríamos generosamente con azúcar. Luego las metíamos al horno: la mantequilla se derretía, el azúcar también se derretía un poco, y el pan se cubría con una costra deliciosa. Lo sacábamos y comíamos ese bagel tierno empapado en mantequilla dulce con azúcar crujiente encima, mmm... Preparo este platillo incluso ahora a veces.
Imagen de portada Ciervo / Genial.guru
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