21 Anécdotas de personas que sufrieron con gente tacaña
¡Qué difícil es lidiar con la gente tacaña! Es probable que a todos nos haya ocurrido en algún momento, pero hay extremos que realmente nos hicieron indignarnos. Si piensas que tienes amigos o familiares codos, pasa a leer estas historias de usuarios y tal vez descubras que realmente puede ser peor.
En Ahora lo vi todo no somos para nada tacaños, así que compartimos contigo estas historias para compadecernos juntos de aquellos que no disfrutan de compartir lo bueno de la vida.
- Tenía una amiga que venía a nuestra casa todos los domingos con su familia a la hora del almuerzo, sin que nadie la hubiese invitado. Esa misma amiga siempre me pedía que la dejara guardar carne en mi congelador. Luego me enteré de que traía tres paquetes de carne y, cuando venía a buscarlos, se llevaba cinco. Usaba este sistema para sacar lo que fuera que estuviera en mi refrigerador. Además de la estafa, ahorraba electricidad, ya que tenía congelador y lo dejaba apagado. © Maria Aparecida Prestes / Facebook
- Me asusto con gente así, pero mi hermana fue al cumpleaños de una familiar que invitó a toda la familia, además de vecinos y amigos, y todos llevaron regalos. Al servir el pastel, que de por sí ya era pequeño, la suegra de la mujer guardó la mitad y la mayoría se quedó sin comer. Incluso salió presumiendo que había recibido varios regalos y había gastado muy poco en la fiesta. La gente coda vive queriendo ganar a costa de todos. © Rebeca Freitas / Facebook
- Una “familiar” se casó y ordenó al bufé dos tipos de comida para la fiesta. Uno era de buena calidad y el otro muy barato, de mala calidad. Los invitados fueron colocados en mesas numeradas y ella instruyó a los camareros para que sirvieran una comida específica en cada mesa. En el momento del ramo, ya había quedado en que iba a tirar las flores a las manos de su hermana, además de regalar recuerdos especiales a las hermanas y a la propia madre en el final de la ceremonia. Para los invitados se hicieron recuerdos de goma. Como soy un “familiar”, ya sabía todo lo que sucedería. Durante la fiesta, yo estaba en la mesa cuando el jefe de mi esposo dijo: “Levántate, vamos a una parrilla antes de que nos entregue la cuenta del salón”. © Drika Fidelis / Facebook
- Una vez, una sobrina le regaló un pastel a mi mamá por su cumpleaños. Tan pronto como se repartió, tomó lo que sobró y lo metió en el auto para llevárselo. © Valdirene Consani / Facebook
- Para la boda de mi hijo, contraté un servicio de bufé, pero compré todo el material. El personal contratado solo haría la cena. En el momento de la fiesta, me di cuenta de que no estaban sirviendo todo lo que había comprado para hacer. Fui a la cocina y le pregunté a la dueña del bufé por qué, y ella dijo que había mucho para cocinar. Cuando llegó la hora de cortar el pastel, también fue un problema. Mi hermana y yo hicimos uno exageradamente grande, y el equipo estaba sirviéndoles una miseria a los invitados. Volví a la cocina y dije que sirvieran a voluntad. En fiestas como esta, la gente tiene que “comer hasta reventar”. Y si no es así, entonces no hago nada. © Denise Pereira / Facebook
- Lo que vi en una fiesta de cumpleaños me hizo enojar. Por supuesto, me quejé con los dueños de la casa. La muchacha trabaja en un banco, su esposo es ingeniero en una fábrica de automóviles, y nos dijeron a los invitados que cada uno llevara su bebida. Hasta allí todo bien. La madre de la dueña de la casa, una anciana, se olvidó de llevar la bebida y pidió un vaso de gaseosa; la hija simplemente dijo: “¿No trajiste el refresco y ahora quieres beber?”. Eso me hizo enojar y, como no puedo callarme, le dije: “Pues yo sí, lo traje. Puedes darle un vaso de refresco a tu mamá. Voy a salir a comprar lo que ella olvidó”. Fui a buscarlo, lo entregué y me fui de la fiesta. © Nicolle Calegarette / Facebook
- Estaba saliendo con un chico y su madre se quejaba de que yo tomaba un pedazo de papel higiénico muy grande para limpiarme. Tampoco me dejaba ducharme en su casa porque, según ella, aumentaría la factura del agua. Y si estábamos tomando café, no podía comer más de un pan, porque ella lo guardaba para el día siguiente. © Carol Gomes Pinheiro / Facebook
- Una prima me invitó a un cumpleaños en una quinta. La ensalada de papas con mayonesa estaba caliente, lo que me provocó dolor de cabeza y de estómago. Las frutas eran buenas, pero pocas para la cantidad de invitados. Unos días después, en el día de pago, mi prima me llamó al trabajo para cobrar por mi participación en la “fiesta”. Encima lo justificó diciendo que las frutas eran un aporte de su cuñado y la ensalada de mayonesa la había hecho su abuela. Hice mi contribución, pero quería cobrarle los medicamentos que tuve que comprar. © Fernanda S Silva / Facebook
- Fui a una boda donde sirvieron jugo de cajita DILUIDO y cinco bocadillos para una mesa con cinco personas. ¡Y lo llamaron CÓCTEL! © Vânia Lucia Lopes / Facebook
- Una vecina de mi madre siempre pedía cosas prestadas y nunca las devolvía. Luego, si se las pedíamos de vuelta, mentía diciendo que mi madre se las había dado, pero como esa mujer trabajaba, nos quedábamos con dudas. Una vez la invité al cumpleaños de mi hijo y ella llevó unos calzoncillos talla 8 para un niño de 3 años, porque no le quedaban bien a su hijo. También calentaba toda la comida en un solo plato en el microondas y luego la compartía con sus hijos. © Simone Nunes / Facebook
- Tuve un novio que celebraba mensualmente la fecha de inicio de nuestra relación. Un día, casualmente nos regalamos bombones. Él guardó lo que yo le di y se comió la mitad de lo que me dio a mí. Cuando yo tenía dinero, siempre salíamos y dividíamos la cuenta, pero si no lo tenía, compraba solo para él y me dejaba mirándolo comer. © Diniz Viana Daniela / Facebook
- Había una señora que iba a hacerse la manicura todos los sábados a la casa de la suegra de mi hermana, que en ese momento era manicurista. Costaba unos 6 dólares al precio actual. La señora siempre llegaba a las 8 de la mañana, desayunaba y, después, la manicurista empezaba a hacer las uñas del pie, de la mano, todo muy bien. Terminaba el trabajo, pero la anciana no se movía de ahí y, sorprendentemente, solo se iba después de la cena, es decir, comía todas las comidas en la casa de la suegra de mi hermana. © Rosilene Mendes / Facebook
- Tengo un amigo que siempre está desempleado y, cada vez que nos reunimos con el grupo de la escuela, viene con la misma charla de que no tiene dinero. Mi novio y yo ya le hemos pagado muchas veces y, un día, él consiguió una pasantía, fue a una hamburguesería y publicó una foto en un estado de WhatsApp. Entonces mi novio bromeó diciendo: “¿Puedes comprarme un bocadillo?”. La respuesta no fue otra que: “Ah, no, que cada uno pague el suyo, yo no estoy obligado a pagarle nada a nadie”. ¡Imagínense la ira que tuve!
Detalle: cuando pagábamos algo, siempre elegía lo más caro. © Luciana Aparecida Ferrarezi Baldin / Facebook - Trabajaba en una pizzería y, a la hora de la comida de los empleados, el dueño quería que comiéramos lo que sobraba de las mesas. Incluso las aceitunas sobrantes se lavaban y se devolvían al tarro con salmuera. © Vilma Dionizio / Facebook
¿Cómo sueles lidiar con la gente tacaña? ¿Has pasado por algo así? No dejes de compartirnos tus historias.
Imagen de portada Maria José Assis Lopes / Facebook
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