Ahora lo vi todo
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18 Diferencias culturales que agarraron en curva a los extranjeros

La cantidad de costumbres a lo largo del planeta son innumerables. Incluso dentro de un mismo país las actividades que se consideran cotidianas pueden variar. Es normal que pensemos que nuestra forma de vivir es la norma, ya que es la cotidianidad donde crecimos, pero al salir de nuestra tierra podemos experimentar que la realidad para otras personas puede ser completamente distinta. Por eso reunimos aquí las experiencias de usuarios que visitaron, se mudaron o se casaron con personas de otros países para que podamos descubrir un poco más del extranjero sin tener que salir de casa.

  • En mi último viaje a Grecia, le expliqué a mi marido antes de ir que mostrarle la palma de la mano a alguien allá es un insulto muy grave. Nos bajamos del ferri en la isla Salamina y mientras comprábamos los boletos del bus con mi abuela, mi marido le mostró la palma de la mano al chofer del autobús para que no se fuese y nos esperara. Aquí en Uruguay es símbolo de espera. Cuando subimos al autobús, tuve que pedirle disculpas al chofer en mi griego básico. © Ana Carpintero / Facebook
  • Soy colombiana casada con un Español. Mi esposo, mi hijastro y mis vecinos no comprenden por qué después de casi cinco años de vivir aquí, me levanto cada día a las 5:00 de la mañana. No hago siesta, me voy a dormir a las 9:30 o 10:00 de la noche máximo y lo que más sorprende a mi esposo es que aunque esté en casa y no tenga que ir al trabajo ni tenga que salir, siempre esté arreglada, peinada y maquillada. Él espera que algún día me acostumbre a andar en pijama por la casa para estar más cómoda, pero esa es una costumbre que en verdad me parece bastante desagradable. © Elena Gutierrez Caro / Facebook
  • La primera vez que viajamos a Londres nos pasó que estábamos muy hambrientos y sedientos. Vimos un pub y entramos, solo había una mesa ocupada. Nos sentamos y nos trajeron los menús. Elegimos y esperamos, esperamos y esperamos por veinte minutos. Muy molestos, nos paramos y nos fuimos ofendidos, mientras los mozos y el de la barra nos miraban muy extrañados. Después nos explicaron en el hotel que nosotros teníamos que elegir, ir a la barra, pedir y cancelar lo que consumimos, no esperar a que ellos vinieran a la mesa a tomar el pedido. © Sara Araya Moya / Facebook
  • En la India, mi chofer se confundió en la salida de la autopista hacia mi condominio, así que le avisé. Ni corto ni perezoso, dio la vuelta y se puso a conducir en una vía de cuatro carriles de una sola dirección en sentido contrario y esquivando a los coches a toda velocidad. Casi me dio un infarto. Ante mis gritos de “¡Demente! ¡Mañana ya no conduces para mí!”, se rio y puso las luces de emergencia para que “estuviera más tranquila”. Luego me di cuenta de que lo hacían todos los carros. Resulta que vas por la autopista y sabes que tienes que estar pendiente de los autos que conducen en sentido contrario. © A Chafariz Vessel / Facebook
  • En Venezuela, para tú pedir que te lleven gratis en carro a otra parte, pides “la cola”. Tú dices: “Oye, fulano, ¿me das la cola hasta tal parte?” y el chofer, si es de buen corazón y puede, te dice: “Claro que sí, chica, con gusto. Móntate”. En mi primer año viviendo en Miami siempre esperaba el autobús frente a mi departamento. Casi todos los días un hombre salía en su carro del mismo conjunto residencial y me preguntaba: “¿Te puedo llevar?” y yo le decía: “No, gracias, señor, ya viene el autobús”. Él sonreía y se metía a desayunar a una cafetería que quedaba cerca. Un día, después de rechazar la misma invitación del señor, me quedé esperando y el autobús no pasó. Desesperada y sin dinero para pagar un taxi, corrí a la cafetería para ver si él seguía allí. Lo vi sentado solo en una mesa terminando de desayunar, fui hacia él y le pregunté: “¿Sería tan amable de darme la cola?”. El hombre medio sonriente y con cara de pícaro me respondió: “Yo te doy la cola y todo lo que tú quieras, princesa”. Está de más decir que, al darme cuenta del error que había cometido, quise que me tragara la tierra. Tuve que explicarle de dónde era yo y qué quería decir con esa expresión. © Yuly Marquez / Facebook
  • Estaba en el Río Jordán, donde se hacen los bautismos. Cuando salí a quitarme la bata en los cambiadores, me encontré con dos danesas de unos 70 a 75 años, muuuuuy altas, con su cabello rubio y completamente desnudas, dando vueltas por toda el área, que era de unos 45 metros cuadrados, más o menos. Se reían en todo momento y conversaban entre ellas mientras se duchaban y cambiaban de ropa delante de todas las que esperábamos que desocuparan un camerino para cambiarnos. © Paola Darquea González / Facebook
  • Soy uruguaya y la primera vez que viajé a Chile, nos sucedieron dos cosas: los restaurantes y los comercios cierran muy temprano, algo así como a las 8:00 de la noche, incluso los centros comerciales, mientras que en Uruguay cierra todo después de las 10:00 de la noche. Así que el día que llegamos no teníamos dónde cenar, porque no sabíamos esto. Lo siguiente es que respetan mucho los feriados. En ese mismo viaje de una semana, nos tocaron dos feriados y estaba todo cerrado. En Uruguay, aun el 1 de enero encuentras comercios abiertos. Las siguientes veces que fui a Chile, me cercioré de que no hubiese feriados durante mi estadía. © Ana Carpintero / Facebook
  • Soy de Colombia. Una vez fuimos a Ibarra, en Ecuador, y me di cuenta de que amanece muy temprano, por lo que a las 7:00 de la mañana ya parecen la 10:00. También noté que las chicas de mi edad (yo estaba en el bachillerato en ese entonces) usaban tacones con el uniforme. Hasta el sol de hoy no puedo con ellos. En mi país, los zapatos del colegio son genéricos para hombres y mujeres, y son bajos. © Rosa Caradona / Facebook
  • Estaba casada con mi segundo esposo, que es salvadoreño. Un día, él me preguntó: “Amor, ¿sabes hacer tortillas?” y yo, alegremente y muy segura de mí misma, le respondí: “Claro que sí, y me quedan muy buenas. ¿Quieres una?”. Él me respondió: “No, una no me llega ni a una muela, hazme como seis o cuatro”. Yo, admirada y confundida, pensé dentro de mí: “Mi madre, ¿con qué hombre tan glotón me vine a casar yo? Pero no se veía así cuando salíamos”. Entonces le dije: “Bueno, te voy a hacer una, te la comes y si ves que necesitas y quieres otra, con gusto te la hago”. Me respondió: “Ok, está bien, pero estoy seguro de que voy a querer más de una”. Yo soy de Venezuela y la única tortilla que conocía y sabía hacer era la española, la cual es grande porque lleva papas, cebolla, ají, tomate, jamón y huevos batidos. Pues me esmeré y le hice su gran tortilla. Cuando se la serví completita (en Venezuela por lo general la pican en rebanadas tipo pizza), me dijo: “Vieja, ¿y qué cosa es esto?”. Yo le respondí: “La tortilla que me pediste”. Él se echó a reír y me explicó que las tortillas que él decía eran de maíz y muy delgadas. Nos pasamos toda la tarde riéndonos. © Yuly Marquez / Facebook
  • Soy chilena y mi esposo, suizo. Cuando fui recién casada a conocer su país, me llamó la atención la puntualidad en todo, pero sobre todo en los trenes. Había un librito con el horario exacto en que pasaban, por ejemplo, las 11:13, las 11:27, las 12:02. Yo me reía pensando en los minutos, pero los trenes llegaban a la hora precisa. Puedes ajustar tu reloj con ellos. © Verónica Araneda Ramírez / Facebook
  • Yo he estado en algunos lados y me ha sorprendido que en Inglaterra hay playas y los ingleses van a tomar el sol, pero no se bañan porque el agua es helada. En Alemania estuve en una Navidad una vez y tenían figuritas de cerditos por todos lados, incluso en un pastel, porque eso trae suerte. En España, el hecho de que los domingos todo esté cerrado. En México me encanta que de la noche a la mañana, uno puede poner su empresa. ¡Ah! Y recomiendo visitar República Checa, esos puentes son inolvidables, para mí es el país más bonito en el que he estado hasta el momento. © Asterin Daneiris / Facebook
  • Soy de México. En invierno, cuando fui a la playa Deauville, en Francia, por primera vez. Yo iba con toda la actitud de broncearme y meterme a nadar. Lo que no sabía es que allá hace un frío del demonio también en la playa ¡¡y no había sol!! No es como en México, que en invierno hace calor en la playa. © Alejandra Ceja / Facebook
  • Cuando llegamos a Canadá, en 1972, me sorprendió ver a los vecinos cenar a las 5:00 de la tarde ¡¡y un gran plato de pasta!! Nosotros habíamos llegado de Uruguay, donde a esa hora se toma la merienda, pero hoy, después de tantos años, lo encuentro normal. © Nany Bedrossian / Facebook

¿Cuáles han sido los choques culturales más grandes que has experimentado al visitar o vivir en otro país?

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