Para determinar si un comportamiento es normal con una connotación positiva, es necesario tener en cuenta la dimensión y el contexto en el que se produce ese comportamiento y, a partir de ahí, establecer un juicio.

La realidad que nos rodea está en constante cambio, lo que hace impredecible nuestra reacción ante las fluctuaciones de la vida. Debido a esto, es difícil establecer parámetros de comportamiento normal en términos generales.

En nuestra sociedad actual, a veces se asocia la normalidad con la eficacia y la perfección, lo que puede hacernos sentir raros o ineficaces cuando no logramos nuestros objetivos. En un entorno cambiante, es importante sentirnos seguros para ser flexibles ante los acontecimientos. Debemos dejar de intentar reducir el concepto de normalidad y ampliarlo lo necesario para sentirnos mejor nosotros mismos y hacer sentir mejor a los demás.

La tendencia natural a imitar comportamientos para pertenecer a un grupo social es una cosa, pero afirmar que existe una normalidad es otra. Los comportamientos estándar son una estadística, no una realidad, lo que significa que es esperable que determinados comportamientos coincidan con determinados individuos, pero no con todos. Por lo tanto, no existen razones sociales ni psicológicas para afirmar que alguien es raro o anormal por no coincidir con la mayoría en gustos, pensamientos, intereses, etc.

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