12 Cosas que nuestra civilización tiene que admirar mucho de la azteca
Solemos pensar que nuestros avances como civilización nos hacen superiores a quienes estuvieron antes que nosotros. La verdad es que no somos mejores, simplemente diferentes. La cultura azteca es una excelente prueba de ello, y es que llegaron a ser una de las más poderosas en América. Además de construir monumentos admirables, lograron erigir un imperio que se administraba de forma similar a como lo hacemos hoy en día. Al final de cuentas, no somos tan distintos, ¿no?
1. Se organizaban socialmente permitiendo movilidad entre clases
La sociedad Azteca se dividía en tres grandes grupos sociales: los pipiltin, que si bien no eran los más poderosos, conformaban la clase más privilegiada; los macehualtin, la gente “común” del pueblo, la plebe; y los tlātlācohtin, el grupo social más pobre, conformado por delincuentes, prisioneros de guerra o personas que a causa de sus deudas tuvieron que venderse a sí mismos como sirvientes.
Lo realmente interesante es que, mientras que en otras sociedades la riqueza o la pobreza venían de cuna y en muchos casos eran de por vida, en la sociedad azteca había posibilidades de que cada quien pudiera escalar o descender de estatus. Tenían la idea de que todo, y todos, tienen su lugar adecuado en el universo y era un deber moral encontrar el propio, de ahí esa posibilidad de que cada quien, por méritos propios, pudiera cambiar su clase social.
2. La clase social a la que se pertenecía era perfectamente visible
Tenían un protocolo estético a través del cual tanto la vestimenta, como el peinado o los accesorios que cada persona usaba, estaban directamente vinculados a su estatus o al papel que desempeñaba dentro de la sociedad. Los campesinos vestían un taparrabo llamado maxtlatl, mientras que los nobles, sacerdotes y guerreros de alto rango podían vestir también la tilma, una manta rectangular que podía colocarse de distintas formas. El calzado estaba reservado a las clases sociales más altas.
Respecto a las mujeres, las campesinas enrollaban en su cintura también una manta rectangular, llamada cueitl, y la sujetaban con una cuerda o cinturón, a modo de falda. Dentro de sus hogares llevaban el pecho descubierto, pero al salir se lo cubrían con una especie de camisola llamada huipil. Las nobles eran las únicas que tenían el privilegio de vestir el quechquemitl, un prenda similar a un poncho que caía por el frente y la espalda de forma triangular.
3. Los peinados, tanto de ellas como de ellos, eran de lo más variopinto
Tanto hombres como mujeres cuidaban mucho su cabello y lo adornaban con joyas, cintas o elaborados tocados. Los hombres, en su mayoría, llevaban flequillo y una melena hasta los hombros, mientras que los guerreros se lo recogían en colas de caballo o se rapaban dejando mechones largos que llevaban en colas altas o trenzados y decorado de diferentes formas.
Las mujeres, por lo general, lucían sus cabellos largos y sueltos, y en ocasiones especiales lo trenzaban. Sin embargo, las compañeras de los guerreros podían ser distinguidas fácilmente del resto ya que llevaban el pelo cortado a la altura de la nariz.
4. Tenían rituales de belleza muy curiosos
Si bien los espejos tal y como los conocemos hoy no se inventaron hasta mucho más tarde, los aztecas ya tenían una herramienta similar en la que reflejar su imagen. Estaba hecha de una piedra negra y brillante llamada obsidiana. Los hombres no atendían a grandes rituales de belleza pero sí que adornaban sus cuerpos con accesorios o joyas dependiendo de su poder.
Las mujeres solían cambiar el color de su piel o su cabello, o maquillarse en pos de embellecerse. Entre las practicas más comunes estaban cubrir sus pieles con tierra o arcilla amarilla para aclarar su tono o utilizar una planta llamada xihuiquilitl para teñir sus melenas, dándoles un color azulado o violáceo.
5. La higiene, tanto personal como pública, estaba muy cuidada
Las calles de la ciudad eran barridas a diario y habían creado complejos sistemas para la eliminación de los desechos. El objetivo era contaminar lo menos posible su entorno, principalmente el agua. Los aztecas se bañaban a diario y, además, utilizaban productos naturales a modo de jabón, exfoliantes, perfumes y desodorantes.
Había una conciencia muy desarrollada sobre la importancia de la higiene personal. También cuidaban la salud de su boca. Usaban un producto similar a lo que hoy conocemos como goma de mascar para limpiar sus dientes y dar frescura a su aliento.
6. Fueron precursores en lo que hoy conocemos como sauna
Los temazcales, nombre en el leguaje azteca que significa en español “casas donde se suda”, eran edificaciones destinadas a los baños de vapor a través de piedras calientes, algo similar a lo que conocemos como sauna. Este tipo de baños eran cotidianos y formaban parte de la rutina de higiene personal.
Además de mantener la pulcritud, tenía un uso medicinal, ya que al ser combinado con hierbas medicinales servía para tratar distintos tipos de dolencias. A la vez, tenían también un uso religioso, se creía que el vapor era como un soplo divino que purificaba tanto el cuerpo físico como el espiritual.
7. Desarrollaron complejos sistemas de medidas
Les habría sido imposible levantar esos grandes templos, casas o palacios sin tener un sistema de medida que les ayudara a calcular con precisión cada parte de sus edificaciones arquitectónicas. Además de crear su propio sistema matemático, desarrollaron diferentes códigos de medida.
El más popular es el del tiempo, el calendario azteca de 365 días muy similar al gregoriano que internacionalmente usamos. Pero también desarrollaron un sistema de medidas de longitud similar nuestro sistema métrico, que al ser estudiado a fondo por matemáticos demostró ser muy acertado, teniendo solo en algunos casos pequeños márgenes de error.
8. Poseían conocimientos muy avanzados de medicina
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Los aztecas han sido una de la culturas prehispánicas que más ha destacado por sus técnicas medicinales, tanto por sus tratamientos, como por su amplio conocimiento en botánica y plantas curativas. Además de detener infecciones y suturar heridas con cabellos, también eran capaces de curar huesos rotos con técnicas de inmovilización, o extraer piezas dentales casi sin dolor usando anestésicos naturales.
La eficaz forma en que los aztecas trataban las enfermedades y curaban las heridas llamó poderosamente la atención de los conquistadores, tanto que empezaron a preferir ser atendidos por los médicos indígenas que por los doctores europeos.
9. Estos dos productos comestibles valían más que el oro
A pesar de no haber llegado a tener una moneda oficial, el comercio era de vital importancia para la sociedad azteca. El sistema de pago establecido era el trueque, el intercambio de artículos. Tanto el maíz como el cacao eran muy importantes a la hora de negociar. El maíz era la base de la gastronomía azteca, el alimento principal.
El cacao, por sus múltiples usos y propiedades, era considerado todo un lujo. Además tenía el plus de ser fácil de transportar y contar, permitiendo tener precios de pago preestablecidos. Por ejemplo: una pieza de fruta podía “comprarse” por una semilla de cacao, mientras que un conejo costaba unas 10 semillas, y una manta entre 65 y 100 semillas.
10. Tenían parteras comunitarias que atendían a todas las futuras madres sin importar su clase social
Las tlamatlquiticitl eran mujeres preparadas e instruidas a nivel medicinal, emocional y espiritual para atender durante el embarazo y el parto. Visitaban periódicamente a las embarazadas para controlar que todo estuviera en orden, y en caso de que no lo estuviera, le prescribían los tratamientos. La partera se alojaba en la casa de la embarazada cinco días antes de la fecha prevista para el parto.
Preparaba el espacio para recibir al bebé y permanecía hasta 4 o 5 días después del alumbramiento y se iba después de haber confirmado que todo estaba en orden y que tanto la mamá como el bebé evolucionaban favorablemente. Los mexicas consideraban que el parto era una batalla, y las mujeres que no sobrevivían a él eran guerreras caídas merecedoras de respeto y veneradas por su valentía.
11. No eran los padres los que daban nombre a los hijos
La llegada de un bebé, ya fuera niña o niño, venía siempre precedida de alegría y celebración. Para poner nombre a ese nuevo integrante de la familia, sus padres o la matrona debían informar a los sacerdotes de cuándo exactamente se produjo su nacimiento. Teniendo esa información, los religiosos consultarían en el calendario azteca bajo qué signo y con qué augurio para el futuro había nacido.
En función a toda esta información, los sacerdotes le darían el nombre que consideraran adecuado. El nombre del pequeño se comunicaría públicamente unos días más tarde, durante un ceremonia que se llevaría a cabo en la casa familiar, similar a lo que conocemos como bautizo. Citlalli, Tenoch, Izel, Zuma o Yaretzi son algunos nombres aztecas tradicionales.
12. Nos han dejado de herencia muchas palabras que usamos a diario
“Guacamole”, “tomate”, “chicle” y “tamal”, son solo algunas de las palabras aztecas más populares que utilizamos a diario en la lengua española. La lista de nahuatlismo en el idioma español es muy amplia y eso se debe a que al llegar los conquistadores a tierras aztecas, descubrieron gran cantidad de nuevos productos, especialmente plantas y otros comestibles que desconocían totalmente.
Al no haberlos visto nunca antes, no sabían como llamarlos, así que empezaron a utilizar para referirse a ellos la misma denominación que utilizaban los indígenas, adoptando así esas palabras del náhuatl, idioma azteca, al castellano.
¿Qué tradición de tu cultura es la que más orgulloso te hace sentir? ¿Cuál crees que será nuestro legado para las futuras generaciones?