18 Particularidades de la crianza de aristócratas que podrían hacer que los padres modernos tuvieran un ataque de nervios
Entre la variedad de servicios educativos, a los padres de hoy les resulta difícil decidir si enviar a su hijo a un kínder o a una escuela, si elegir la educación en casa o la enseñanza individual: la decisión es realmente enorme. Pero hace unos 150-200 años, incluso las familias bien establecidas tenían una actitud muy diferente a la hora de criar y educar a sus hijos.
En Ahora vi todo, investigamos sobre los procesos educativos del pasado y llegamos a la conclusión de que la vida de los jóvenes aristócratas no era fácil.
El niño tenía que ganarse el amor de sus padres
- Las relaciones en las familias estaban estructuradas de tal manera que el niño tenía que ganarse el amor y la atención. Disgustar a los padres se consideraba una ofensa grave.
- La vida de un joven noble estaba separada de la de sus padres. El espacio personal de la madre y el padre no debía ser perturbado. En muchas familias, las habitaciones de los niños se encontraban en otra ala de la casa, lo más lejos posible del estudio del padre para no perturbar sus asuntos. Este tipo de relación entre padre e hijo se ilustra en la escena de la visita del príncipe Andréi Bolkonsky a su padre en la novela Guerra y paz. Habiendo llegado a casa a la hora en que su progenitor tenía previsto descansar, el príncipe Andréi espera tranquilamente a que el horario de su padre les permita verse.
La educación comenzaba a una edad temprana
- A partir de los 7 años, el niño ya se consideraba adulto y desde esa edad se le permitía pasar más tiempo con los mayores: podía presenciar las conversaciones de los adultos y leer la misma literatura. A partir de los 7 años, los niños solían ser castigados por jugar, ya que ese comportamiento no era apropiado para un adulto.
- A principios del siglo XIX, cuando los intereses literarios absorbían a la sociedad noble, en las comidas y cenas solían celebrarse concursos y duelos literarios. Olga Muravyova, descendiente de una antigua familia noble, recuerda que en los días de su infancia, en verano en la casa de campo, la familia jugaba a la poesía sin sentido y todos se reían divertidamente. De adulta, trató de entretener así a sus amigos, pero no funcionó, porque ya nadie sabía rimar.
- Desde una edad temprana, tanto los niños como las niñas conocían el lenguaje de las medallas. Por lo tanto, sin ayuda de nadie, podían hablar de tal o cual galardón en un retrato de su pariente mayor. Todas las mansiones de los nobles tenían galerías con retratos de antepasados heroicos.
Debían contener sus emociones
- León Tolstói utilizó la expresión “barniz del tono más alto”. Según el escritor, ocultaba las emociones y experiencias de una persona del mismo modo que el barniz de los muebles oculta las imperfecciones de la madera. A los jóvenes nobles también se les enseñaba esto desde la infancia.
- La moderación daba ciertas ventajas a la hora de comunicarse, ya que permitía mostrarse lo mejor posible y no expresar sentimientos inapropiados, como la molestia o la ira. También se creía que una persona con buenos modales no cargaría a los demás con sus preocupaciones y problemas.
- El mentor del futuro emperador Pablo I, Semyon Poroshin, describió en sus memorias cómo el pequeño Pablo, de 10 años, quería acostarse pronto antes del baile del día siguiente y casi lloraba de impaciencia. Su tutor, Nikita Panin, lo acompañó a su dormitorio, pero le dio una severa reprimenda por su intemperancia. Por la mañana, Poroshin trató de mostrar al gran duque toda la “indecencia de su acción”, con lo que el muchacho accedió con culpabilidad.
Aprender a bailar parecía un entrenamiento riguroso
- Para que un noble pudiera comportarse libremente y a gusto en la sociedad, se prestaba, por supuesto, mucha atención a la danza desde la infancia. El aprendizaje de la danza comenzaba a los 5 o 6 años. A menudo era insoportable y se asemejaba al riguroso entrenamiento de un atleta. La elegancia, reflejada en la precisión de los movimientos, era un signo de buena educación.
- Todos los nobles conocían la etiqueta de baile de salón. Durante la cuadrilla, se podía hablar de los asuntos cotidianos y de los acontecimientos sociales, pero las conversaciones románticas eran inapropiadas. Y durante la mazurca, podría surgir una declaración de amor. Por eso, en Anna Karenina, Kitty Sherbatskaya, que ya había bailado un vals y una cuadrilla con Vronsky, tenía grandes esperanzas en la mazurca. De hecho, “le parecía que todo debía decidirse en la mazurca”. Sin embargo, su deseo no se cumplió. En La boda de Krechinsky, el protagonista se declara a Lidochka durante una mazurca.
Se fomentaba la intrepidez y la valentía en los niños
- Las jóvenes se enorgullecían de su habilidad para montar bien. En la escena de caza de Guerra y paz, Natasha Rostova, que monta su caballo “con destreza y seguridad”, suscita la aprobación incondicional de quienes la rodean por su incansabilidad. “¡Qué joven condesa!”, comenta su tío con admiración, “¡ha montado durante todo un día y es como si no hubiera pasado nada!”.
- Alimentar el valor y la fortaleza es una parte importante del proceso. Ekaterina Meshcherskaya escribió que su hermano mayor se encargó de su crianza. Un día, sabiendo que a su hermana le daban miedo las tormentas, la puso en el alféizar de una ventana abierta justo durante un chaparrón. Ekaterina se desmayó de miedo y, cuando volvió en sí, su hermano le limpió la cara mojada con un pañuelo y le susurró: “Bueno, dime: ¿seguirás acobardándote y teniendo miedo a las tormentas?”. Ekaterina añadió que, efectivamente, ya no tenía miedo.
No obstante, los jóvenes nobles flojos no eran bien vistos
- La valentía cultivada en los herederos nobles exigía una buena preparación física. En el Liceo Imperial se dedicaba tiempo cada día a los “ejercicios gimnásticos”, que incluían la equitación, el remo y la esgrima. Levantarse temprano y pasear al aire libre con cualquier tipo de clima también ayudaba a fortalecer el cuerpo.
- La resistencia física de las chicas era mucho más modesta, pero ser flojas no se fomentaba. Anna Kern, que se crio con su prima Anna Wolf, escribió en sus memorias que todos los días la institutriz las llevaba a pasear por el parque, “sin importar el tiempo”, y al anochecer, las hacía acostarse sobre una alfombra en el piso “para que tuvieran la espalda recta”.
A las señoritas se las preparaba física y psicológicamente para los desafíos de la vida
- Desde la infancia, a las mujeres de la nobleza se les enseñaba a administrar sus hogares. Si había problemas económicos en la familia, había que salir de ellos de alguna manera, por lo que las madres transmitían su experiencia sobre cómo suavizar los problemas económicos. La princesa Meshcherskaya escribió a su hija: “Debes evitar las deudas. Es mejor negarse no solo un capricho, sino incluso algo necesario, que endeudarse”. La heroína de Un romance despiadado, empobrecida tras la muerte de su marido, hace todo lo posible por sacar adelante a sus hijas. Disimula hábilmente su falta de medios, mientras que su hija menor, a escondidas de todo el mundo, se come el manjar favorito de los nobles: mermelada.
- Las mujeres de la nobleza percibían el embarazo como el estado fisiológico y psicológico más normal, ya que los repetidos periodos de embarazo y parto constituían una parte importante de sus vidas. Si no había problemas de salud y el matrimonio era sólido, una mujer de la nobleza podía dar a luz entre 15 y 20 hijos durante su vida. Por ejemplo, al principio de Guerra y Paz, Tolstói indica que había doce hijos en la familia Rostov.
- Sin embargo, no había prisa por educar a las jóvenes nobles en edad de casarse sobre el aspecto íntimo de la vida conyugal, y el embarazo y el parto solían ser una completa sorpresa para ellas. Е. A. Kravchenko escribió que, debido a su inexperiencia e ignorancia, nunca acudió a un médico durante su embarazo y ni siquiera tuvo la menor idea sobre la fecha del parto.
- Algunos de los esposos más informados llevaban la cuenta del ciclo mensual de su esposa. Un ejemplo es Anatoly Polovtsov, que fue un representante típico del grupo de “nuevos padres ideológicos” que se formó en la segunda mitad del siglo XIX. Y cuando resultó que su esposa estaba embarazada, la futura madre y el padre empezaron a llevar unos “diarios” especiales en los que registraban con detalle toda la información sobre el embarazo.
Los métodos de crianza cambian constantemente, y lo que era la norma hace un siglo resulta, como mínimo, criticado por los padres de hoy. Es poco probable que los padres prohíban ahora a los niños jugar después de los 7 años, y pocas solteras desconocen sobre el “deber conyugal”.
¿Crees que las reglas de crianza del pasado son adecuadas hoy en día? Comparte tus comentarios.