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8 Formas en las que ser japonesa prueba ser más difícil que hacer malabares

Alrededor del mundo, las culturas tienen formas de ver los roles de género de forma distinta, y en el caso de la mujer en Japón, esta figura tiene preconcepciones que se remontan a épocas tan antiguas como la historia del país mismo. Aunque tienen una historia admirable, no se puede negar que en la familia japonesa existen aún instancias donde predomina el hombre, y las mujeres deben lidiar con presiones a las cuales no estamos acostumbrados en otros lugares.

1. A la mujer, desde la infancia, se le inculca que no es miembro de la familia con plenos derechos

La doctrina del budismo (la religión más común en Japón) señala que la mujer está por debajo del hombre, es malvada y es causa de conflictos. Para lograr el estado de nirvana, ella necesita renacer en un hombre. La única manera de hacerlo es a través del sufrimiento porque solo de este modo la mujer puede expiar su pecado original.

Esto conduce a que, ya desde la infancia, la niña es consciente de ser de “segunda clase”. Es tratada de manera diferente que los hijos varones. Además, al crecer, la mujer descubre que, tarde o temprano, debe casarse y ocupar una posición todavía más baja y su única tarea será dar a luz y educar a los hijos.

La Constitución japonesa, promulgada en 1947, otorgó a las mujeres el mismo estatus que a los hombres. Pero el patriarcado continúa con fuerza en muchas familias japonesas. Esto se manifiesta tanto en la autoridad despótica del padre como en la sumisión ciega de la esposa hacia su cónyuge, y sobre todo, en el sentido de superioridad de los hombres que se consideran por encima de las mujeres.

2. La ausencia del romanticismo en la relación

Entre los japoneses no está bien visto mostrar sus sentimientos en público. Las citas, por regla general, consisten en conversaciones, visitas al cine y paseos, durante los cuales, el joven ni siquiera tomaría a su novia de la mano. Los hombres japoneses, por regla general, no tardan en realizar la propuesta de matrimonio, pero es muy habitual la situación en la que el hombre, por ejemplo, sentado frente al televisor, le pregunta a su chica si quiere casarse con él y, tras recibir una respuesta afirmativa, continúa viendo la película.

La joven, educada según las tradiciones patriarcales japonesas, mientras tanto, se siente muy feliz porque muy pronto se convertirá en esposa, y como consecuencia, será capaz de sentir que ha cumplido su deber ante los ojos de la sociedad.

3. Existen tantas prohibiciones para las mujeres que incluso se dividen en varios tipos

Debido a las características culturales de Japón, existen acciones que a las mujeres, simplemente, no se les está permitido realizar, así como otras consideradas vergonzosas. La japonesa nunca hará algo, incluso deseándolo mucho, si con ello siente vergüenza.

La mujer nipona se avergüenza si la ven masticando o mostrando sus dientes mientras come. Las chicas, por lo general, se tapan con su puño la parte inferior del rostro durante la comida. Pero si la cita con un chico o la reunión con amigos se lleva a cabo en una cafetería, hasta hace poco, estas solo podían ahogar los ruidos en el estómago con una bebida, mientras que la parte masculina de la compañía disfrutaba de dicho almuerzo. Además, tomar la comida con las manos, hasta hace poco, “no era vergonzoso” solo para los hombres.

La japonesa, en ningún caso, puede mostrar el cuerpo por debajo de la clavícula y por encima de la cintura. Las camisas y blusas con un escote se ponen tan solo sobre otras prendas. Y este solamente debe mostrar que debajo de una prenda bonita hay otra no menos hermosa.

Si la entonación de una mujer japonesa no es la típica “femenina”, es decir, con sentimiento de culpabilidad, es posible que ni siquiera entiendan el significado de sus palabras. O bien la considerarán grosera.

4. La sociedad vive según el modelo “Danson Johi”

Esta expresión común significa “respetar al hombre, despreciar a la mujer”. Para los hombres, es algo habitual tratar a su esposa de “tú”, lo que en el idioma japonés se utiliza con personas consideradas de una clase inferior. Mientras que la mujer trata a su esposo utilizando un cortés “usted”, que se aplica con quien está en un nivel superior.

El hombre japonés casado está convencido de que su deber como esposo se cumple plenamente si este proporciona a su esposa una casa y el dinero suficiente para vivir. A cambio, exige de la mujer, desde su punto de vista, solo una cosa: que sea servicial.

Además, a las chicas japonesas les está prohibido vencer a los chicos. En ninguna materia. Una japonesa podría ser insultada solo por el hecho de haber derrotado a un chico en una competencia local de judo, por ejemplo.

5. El trabajo más común de la mujer: ama de casa

En Japón, nadie obliga a las mujeres a dejar su trabajo tras contraer matrimonio; ella decide por su cuenta si quiere seguir trabajando y construyendo su carrera profesional. No obstante, la japonesa puede permitirse el “lujo” de tomar esta decisión solo si esto no le impide cuidar de su familia. En la actualidad, sin embargo, cada vez son más las mujeres japonesas que prefieren la carrera profesional al matrimonio y no tienen apuro en casarse cuanto antes.

Todas las tareas domésticas son competencia de la mujer. El esposo regresa a casa del trabajo para descansar y, simplemente, no puede tener ningún deber, por muy pequeño que sea. Los esposos, a su vez, exigen a su esposa mantener una limpieza y orden perfectos en el hogar.

6. Una rutina y tareas con las cuales hasta Cenicienta se sentiría saturada

La esposa japonesa debe levantarse antes que su cónyuge para hacerle el desayuno y preparar el almuerzo que debe llevar al trabajo. Los japoneses pueden trabajar 12 horas o más, pero, al mismo tiempo, lucir perfectos, por lo que lavar y planchar la ropa también corresponde hacerlo a la esposa.

Los japoneses prefieren diversos platillos en pequeñas cantidades, lo que significa que la mesa debe estar repleta de cuencos pequeños, albergando cada uno ellos algo especial. La esposa japonesa no tiene la opción de cocinar un platillo para que dure varios días. En vez de eso, cocina varios platillos a diario y luego recoge la mesa y friega los platos.

La crianza y el cuidado de los hijos también recaen por completo sobre los hombros de la mujer. Un padre japonés típico trabaja mucho, se cansa en exceso y ve a sus hijos y a su esposa solo los fines de semana. En el país nipón, no es habitual llevar a los niños al kínder, por lo que el pequeño, hasta los 5 años, no se separa de su madre. La japonesa lleva a su hijo con ella a todas partes e incluso duerme con él en la misma cama.

7. La esposa deja de ser mujer cuando se convierte en madre

Para los japoneses, pierde importancia si el matrimonio se contrajo por amor o no, cuando nacen los hijos fruto de la unión. Así, incluso en una unión derivada de un gran amor, tras el nacimiento de un bebé, el esposo comienza a tratar a su cónyuge, no como a una mujer a la que ama, sino como a la madre de su hijo. Las mujeres casadas suelen pasar la tarde-noche a solas: entre los hombres japoneses es habitual ir a un bar con sus compañeros tras finalizar el trabajo. Además, aliviar el estrés después de una jornada laboral comprando una sesión de “amor de pago” está bastante aceptado entre los japoneses.

Mientras tanto, la esposa hace la cama en casa (por regla general, en muchas familias japonesas, los esposos prefieren dormir por separado para descansar bien antes de un duro día de trabajo) y espera a su marido para servirle la cena. No está bien visto preguntarle por dónde estuvo y qué hizo: si el esposo no estaba en casa es porque sería necesario.

8. No todas las japonesas pueden permitirse el divorcio

Muchas japonesas casadas fueron víctimas de maltrato doméstico. La aparición en la calle de una mujer con hematomas en el rostro cubiertos con maquillaje no sorprende, normalmente, a nadie. Pero en Japón, no está bien visto sacar los trapos sucios de casa, por lo que la mujer nunca denunciará a su marido a la policía.

Más de la mitad de las esposas japonesas sueñan con el divorcio, pero pocas se deciden a dar el paso definitivo. El divorcio siempre implica la división de los bienes y aunque no es común que los esposos japoneses dejen a sus cónyuges sin dinero ni techo sobre sus cabezas, las mujeres aun así temen arriesgarse. Además, un número muy pequeño de japonesas logra compaginar la vida de una ama de casa con la profesional, lo que implica que tras un divorcio les resulte bastante complicado mantenerse por sus propios medios.

Qué ha cambiado hoy en día en la relación entre hombres y mujeres

La generación de japoneses jóvenes se decanta cada vez más por creer que en la familia deben tener ambos cónyuges los mismos derechos: hoy en día no es raro ver a un hombre en Japón que cocina o cuida de sus hijos, y cada vez se ven en las calles más hombres con las bolsas de las compras, haciendo los recados que le encarga su esposa.

En las familias modernas, especialmente en grandes ciudades, bajo la influencia de la cultura occidental, los cónyuges utilizan cada vez más el pronombre cortés “usted” cuando se refieren el uno al otro. Muchas familias jóvenes abren un negocio en común y la esposa está en igualdad de condiciones que su esposo.

¿Qué piensas de la postura de Japón sobre la figura de la mujer? ¿Ves similitudes o diferencias con tu propia cultura?

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