10+ Historias de pasajeros que tuvieron la aventura de su vida en el trayecto
Hay quienes dicen que el viaje es mejor que el lugar al que vamos, y en ocasiones puede ser cierto. Si bien, la idea de llegar a ese sitio que anhelamos es fabulosa, no por ello debemos hacer menos las grandes experiencias que podemos gozar (o sufrir) en el camino. Así pues, algunos usuarios compartieron las anécdotas en el transcurso que hicieron de su travesía algo incluso más memorable.
“Mi nuevo amigo en el tren”
- Estaba viajando en el tren subterráneo, cuando dos mujeres empezaron a preguntarse si y viajaba solo. Les dije que no, y una de ellas le comunicó eso a su amiga y comenzaron a gritarse. Una tercera persona intervino, no para pedir que pararan la discusión para no molestar a su bebé, sino para también participar en ella. Comenzaron a insultarse, alguien hizo una llamada telefónica y en la siguiente parada, una mujer se subió con unas hamburguesas. Me ofreció una junto con unas papas fritas, comencé a comer y ella le arrojó la comida en la cara a una de sus contrincantes. De pronto, todos en el vagón estaban peleando, arrojándose comida y zapatos volando por doquier, hasta que alguien paró el conflicto. La mujer que comenzó el problema se acercó a mí, pensé que se disculparía por el alboroto, pero solo me vio a los ojos, tomó una papita y se fue. © Nickolai / Quora
- Mientras me relajaba en el vagón de turismo (con techo de cristal), me quedé dormido y me despertó un niño haciéndome cosquillas en el pie derecho con un bolígrafo. Yo me había quitado los zapatos, pero cuando me desperté, también mis calcetines habían desaparecido. La hermana mayor del niño me había pintado las uñas del pie izquierdo y estaba a punto de pintar las del derecho. Oí a los pasajeros que pasaban por allí reírse al ver mis uñas pintadas. Sus padres se disculparon y se ofrecieron a limpiarme los pies y quitarme el esmalte, pero me negué. Me puse los calcetines y los zapatos, volví a los vagones de cercanías y tomé asiento. © Michael Fairgate / Quora
- Viajaba con mi primo en un tren, nuestros pasajes eran para los vagones con cama. Una mujer y su hijo nos pidieron permiso para acurrucarse en uno de nuestros camastros y se los permitimos. Luego de algunas horas se fueron, y en vez de ellos, llegó una chica, que, sin preguntar ni nada, se adueñó de ese mismo lugar. La dejamos un rato, pero cuando comenzamos a necesitar el espacio extra, le pedí cortésmente que se fuera y reaccionó de manera hostil. Le recordé que vendrían a revisar su boleo pronto y no cedió, ni siquiera cuando el empleado notó que ese no era su asiento designado, le dijo que debía ser educado con una jovencita. No se movió y tuve que estar de pie durante unas tres horas. © Rahul Bilra / Quora
- Hace mucho tiempo, cuando estudiaba en la universidad, estaba viajando a casa para las vacaciones. Junto a mí viajaban unos soldados desmovilizados. En su mayoría dormían, pero luego se sentaron a comer. Tenían pan, guiso y leche condensada en latas. Pero no tenían un abrelatas, solo un cuchillo común. Resultó que ninguno de ellos sabía cómo abrir una lata sin un abrelatas. Uno tomó el cuchillo, lo clavó en la lata y comenzó a escarbarla, pero simplemente no funcionaba. Observé la situación durante un rato, luego ya no pude soportarlo y dije:
—¡Dámelo, no puedo seguir viendo esto!
Me miraron con gran duda, porque era una nerd delgada y con lentes. Tomé el cuchillo, lo clavé en la tapa de un golpe y en 5 segundos la abrí, y luego las otras. En pocas palabras, hasta el final del viaje (y quedaban unas 32 horas) gocé de gran respeto, se dirigían a mí exclusivamente de “usted” y me preguntaban si quería un poco de té. Y sigo abriendo las latas así hasta el día de hoy si el abrelatas se ha perdido en alguna parte. - Mi madre, una mujer en edad de jubilación, viajó en tren durante 27 horas, y su lugar estaba en la litera superior. Las de abajo estaban ocupadas por dos chicos jóvenes, unos tipos rudos. Le ofrecieron pasar a la ubicación de abajo, a lo que ella respondió que su litera era dos veces más barata y que dormiría arriba.
Al principio los hombres guardaron silencio, pero luego comenzaron a persuadirla:
—Estoy muy delgado, puedo hacer 20 flexiones, no me cuesta nada subir.
Mi madre, astutamente:
—Bueno, tampoco se puede decir que yo sea gorda. Y vieja tampoco. Soy joven y rápida.
El hombre:
—El aire acondicionado sopla fuerte allí, es perfecto para mí, pero usted puede tener frío.
—Soy de una ciudad muy fría, no les tengo miedo a las heladas.
—¿Y si el tren da un sacudón? Podría golpearse.
—Tengo buena absorción de impactos subcutáneos, mira todos estos kilos.
El hombre perdió la paciencia:
—¿Por qué vulnera el orgullo masculino? Siéntese abajo, señora, déjenos ser corteses. ¡No discuta!
Después de eso ella bajó, e incluso la ayudaron con sus cosas.
Lo que pasa cuando una persona con humor viaja con su mascota
- En el tren, una mujer insistía en que le cambiara el asiento (yo iba en la ventana) porque sentía náuseas. Le dije que no, que sería mejor si se sentía mal, fuera al baño, que estaba cerca de nosotros. En fin, me negué un par de veces, y en cierta ocasión, vomitó sobre mi equipaje, incluso sobre mis golosinas y el agua que compré para el camino. No pude comer ni beber porque de solo imaginarlo, recordaba la escena y me daba mucho asco. © Dr. Suresh Kumar Keswani / Quora
- Iba en el tren, cuando llegaron a revisar nuestros boletos. El trabajador comenzó a discutir con un pasajero cercano, de unos 40 años, quien no tenía su pasaje pero alegaba que por vivir cerca, podía viajar gratis. La discusión cedió a su favor luego de un rato, y al revisar al chico de unos 18 años que estaba en el otro asiento, quien tampoco tenía un tiquete, una nueva pelea estaba a punto de comenzar, cuando el muchacho solo señaló al señor que recién habían revisado y dijo “Él es mi tío”. El empleado no dijo más y siguió haciendo su labor. © Shesh Nath Kumar / Quora
- En el tren, una pareja viajaba junto a mí. Moría de sueño y cabeceaba sobre el hombro de la chica, quien, molesta, le pidió a su novio que le cambiara de lugar. Me di cuenta y la vergüenza hizo que me despertara, y mientras me sentaba incómoda en mi asiento, él me dijo en voz baja: “¿Ya no tienes sueño, eh?” Él pensó que lo estaba haciendo a propósito. © Divansh Kothari / Quora
- Iba en el tren, una pareja de unos 50 años y toda su familia iban en la cabina conmigo. La pareja iba comiendo, haciendo ruidos desagradables con su boca, y en repetidas ocasiones, me pidieron que me cambiara de lugar al asiento de en medio, pero me negué. Me disponía a descansar, pero fue imposible porque durante todo el viaje, alguien del clan me preguntaba sobre mi asiento, hasta que fingí dormir. Lo peor fue que el señor se estuvo tirando pedos toda la noche. Sonoros y malolientes. Estoy seguro que en alguna ocasión, estornudó y se tiró un gas al mismo tiempo. © Kartik Aggarwal / Quora
- Mi amiga estaba viajando de Mumbai a Delhi. Ella y su compañero de cabina tenían la misma maleta. A la mañana siguiente (aun viajando) se levantó tarde, desayunó y esperó a que el tren arribara a su destino. Cuando estaban a punto de llegar, sacó su equipaje para empacar sus pertenencias. Cuando la abrió, se sorprendió al ver que la bolsa no era la suya. Otro pasajero le dijo que un hombre con una maleta igual había bajado en Jaipur. Estaba sorprendida, confundida, y sin ideas. De alguna manera se las arregló para conseguir su número y se puso en contacto con él. Era una persona agradable que, por error, cogió su valija. Vino de Jaipur a Delhi para devolvérsela y llevarse la suya. © Ila Verma / Quora
“Me pareció”
- Esta historia sucedió hace unos 9 o 10 años. En ese momento yo alquilaba una habitación en un departamento de 3 cuartos. Mi vecina tenía que viajar urgentemente a otra ciudad para resolver un problema de vivienda. Pero olvidó un documento importante que necesitaba tener la mañana siguiente. Por la noche, su novio y yo fuimos a la estación de tren para enviarle ese documento. Pero ninguno de los conductores, maquinistas y pasajeros aceptó llevar una hoja A4. Faltaban literalmente 5 minutos para la salida del tren, y vimos a un joven caminando hacia nosotros. Le pregunté sin mucha esperanza:
—Amigo, ¿viajas a X ciudad? Ayúdame, lleva esta hoja.
—Ok, no hay problema —dijo él inesperadamente.
Y mientras mi compañero le dictaba el número de la chica que lo recibiría, le preguntó si actuaba en películas. ¡Y sí, resultó ser un famoso actor local! Por la mañana lo recibió una delegación de chicas con flores, pero nosotros, por supuesto, al principio no creímos que había sido él quien nos había ayudado. - Una vez hice un viaje largo en tren. En mi compartimento viajaba una familia: mamá, papá e hijo, de unos 5 años. El niño se portaba bien, obedecía a sus padres, no molestaba mucho. Pero en una parada, su padre le compró una flauta. Inmediatamente pensé que estaría tocando la flauta durante un gran y doloroso tiempo. La tocaba y lo disfrutaba. Sus padres lo regañaban, él se detenía, pero la flauta lo llamaba. Tocaba despacito en secreto. La flauta estaba cubierta de saliva, pero él la seguía tocando. Luego, el tren se detuvo y la familia salió al andén. Sin una sombra de duda, tiré la flauta por la ventana. Cuando volvieron, el niño empezó a buscarla. Intercambié miradas con su padre y él asintió con la cabeza significativamente.
- A principios de los 90, mi hermana estudiante y su amiga estaban viajando en tren a casa para las vacaciones. No tenían comida ni dinero, y les faltaban 2 días para llegar. Todo lo que les quedaba era ver a los compañeros de viaje de las literas de abajo comer. En una estación, estas personas se bajaron, ¡y un paquete completo de empanadas quedó sobre la mesa! Las chicas esperaron a que el tren arrancara, corrieron hacia el paquete y comenzaron a comer felizmente. Y entonces, desde una litera lateral, una mujer dijo con voz tranquila:
—¡Coman, chicas, coman! Son mis empanadas.
En ese momento, mi hermana, más que nunca, quería que se la tragara la tierra. - Estaba viajando en tren. Era medianoche. El vagón era de clase económica. Yo estaba acostada en una litera inferior, cubierta con una sábana hasta los ojos. Una joven subió en una estación intermedia. La chica acomodó sus maletas, se sentó en la otra litera inferior y me hizo una pregunta brillante:
—Dime, ¿eres mujer?
—Sí.
—Qué bueno. Da miedo viajar con hombres.
En la litera superior viajaba un hombre que no dormía y había escuchado el diálogo. Después de una pausa, desde arriba se escuchó:
—¿Por qué?
La chica cambió una docena de expresiones faciales:
—Bueno... ¡porque son hombres!
A este argumento, recibió la siguiente respuesta:
—Lo siento, se dio así, no fue a propósito.
¿Qué es lo más memorable que te ha sucedido en algún transporte?
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