13 Niños que con sus ocurrencias avergonzaron a sus padres en público
Los niños son una fuente inagotable de anécdotas. Buenas y malas. Graciosas y embarazosas. Sin duda, ellos se encargan de ponerle sazón a la vida, ya sea dentro o fuera de la casa. Y para muestra, las siguientes historias contadas por padres de familia, quienes pasaron por momentos incómodos a causa de sus querubines.
- Soy una madre trabajadora con cuatro hijos. Un día después del trabajo, cansada, nerviosa, estaba en el mostrador de la tienda eligiendo productos. Había mucha gente alrededor y mi hija mayor quería algo de mí. Me volví hacia ella y dije: “¡Por favor, no me molestes, acabo de salir del manicomio!”. Todos alrededor quedaron atónitos. Y entonces mi hija dijo: “Bueno, por lo menos aclara que trabajas ahí”. © Oídoporahí / Ideer
- Una vez, una mujer con su pequeña hijita estaba parada a mi lado en la fila del supermercado. La niña saltaba y bailaba todo el tiempo, poniendo nerviosa a su madre. La mujer no aguantó, la sacó de la fila y le preguntó con seriedad: “¿Ves a alguien más que se comporte como tú?”. En ese momento, 7 adultos que no se conocían para nada, sin siquiera mirarse, comenzaron a saltar. La niña se tapó la boca con la mano para no reírse. Pero ni siquiera su madre pudo resistirse y se echó a reír. © Alfred Kelvy / Quora
- Trabajo en una juguetería. Un día estábamos en la caja con otra chica, había mucha gente. Se acercó un padre con su hijo de unos cinco años. El niño lloraba por un juguete que no le habían comprado. Y mientras su padre pagaba por otro juguete que a él mismo le había gustado, el niño se secó las lágrimas con el dobladillo de la mujer que estaba delante de ellos. Ni el papá ni la mujer se dieron cuenta de nada. Nos reímos tanto, y los compradores nos miraban sin entender nada. © Oídoporahí / Ideer
- Estábamos con mi hijo en la fila para ser atendidos por el pediatra. A nuestro lado había una niña de unos tres o cuatro años, y a juzgar por las conversaciones con su madre, llevaban 2 semanas de baja por enfermedad. En la puerta del médico estaba escrito que los discapacitados y las personas con muchos hijos podían pasar fuera de turno. La pequeña no sabía leer y preguntaba sobre las letras que veía ahí, su mamá la ayudaba. Y al final la niña terminó leyendo: “Todas las niñas que obedecen a su madre y pronto irán al jardín pueden comer helados y caramelos”. © Oídoporahí / Ideer
- Vi cómo, en una tienda de lencería, una señora juntó una enorme cantidad de ropa interior y se la dio a su hijo de ocho años para que la tuviera. Él se quedó parado con ese montón de ropa interior, sonriendo ampliamente y exclamando muy alegremente: “¡Ay, pero qué vergüenza, por Dios!”. © Oídoporahí / Ideer
- Una vez, en la fila del banco, una mujer y un niño estaban parados delante de mí, y frente a ellos había una señora bastante robusta. De repente su teléfono sonó y ella se echó un poco hacia atrás para contestar la llamada. Entonces el niño que estaba detrás de ella se asustó y gritó: “¡Cuidado, mami, está dando marcha atrás!”. © Lee Carragher / Quora
- Una vez envié a mi hija por mantequilla, pero no le di dinero en efectivo, sino una tarjeta, y le expliqué cómo usarla. Ha vuelto con la mantequilla. Me fijé y no se me había descontado dinero de la cuenta. Resultó que cuando mi hija estaba en la tienda, la vendedora le preguntó: “Pequeña, ¿tienes dinero?”. Ella: “No, no tengo”. Entonces una mujer de la fila se ofreció a pagar por la mantequilla. © Requier / Pikabu
- Mandé a mi hijo a comprar papel y pegamento. Me llamó al salir de la tienda y dijo que había comprado el papel. “¡¿Y el pegamento?!”, dije yo. Mi hijo: “Oh, lo olvidé. Ahora vuelvo por él”. Al final resultó que, cuando se acercó al vendedor y le dijo que había olvidado el pegamento, le respondieron: “Tómalo del estante de allí”. Pero no le dijeron nada de que lo tenía que pagar. Entonces, con calma, tomó el pegamento del estante y se fue a casa. Cuando le pregunté por qué no lo había pagado, respondió con confianza: “Es que te lo dan gratis, mamá”. © ComandanteAmiga / Pikabu
- Una vez iba con el carrito de compras por el supermercado, no molestaba a nadie. A mi lado pasaba una mujer, también con un carrito, y en él estaba sentada una niña de unos cuatro años. Y entonces, sin motivo alguno, la niña me señaló con el dedo y gritó: “¡Mamá, mira, una bruja!”. La mujer se puso a disculparse, explicando que era solo una niña. Sonreí y seguí caminando con mi carrito, pensando que yo, una ardiente morena de cabello largo y cejas pobladas, le debía haber recordado a la niña a algún personaje de dibujos animados. Pero luego, de repente, me ofendí agudamente, me paré en la fila de la caja y miré a la pequeña de forma amenazadora, para que la próxima vez fuera más respetuosa. © Oídoporahí / Ideer
¿Cómo te comportabas en los lugares públicos cuando eras pequeño?
Imagen de portada Oídoporahí / Ideer
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