14 Anécdotas que muestran lo poderoso que puede ser el amor entre padres e hijos
Las personas no nacen con el conocimiento de cómo criar o cuidar a un niño, y definitivamente no es una tarea fácil. Pero en muchas ocasiones, el amor vence cualquier falta de práctica o sabiduría, dando como resultado historias que los hijos podrían atesorar en su memoria para siempre.
En Ahora lo vi todo nos ablandan el corazón las historias que tratan sobre buenas experiencias, y por eso reunimos algunas vivencias entre padres e hijos que podrían sacarte una sonrisa.
- Cuando tenía 7 años, corté una rosa de un vestido de noche de mi madre, justo en el trasero (quería hacer una manta para mi muñeca). Luego mamá se lo puso y papá se rio durante mucho tiempo... Ni siquiera me regañaron.
Desde ese momento, una vez al mes, mamá iba a una tienda de costura y traía muchos recortes de tejidos hermosos y diferentes... Ahora soy costurera, coso muchas cosas hermosas. ¡Les estoy agradecida a mis padres por su amor! © Alena Evgenievna / Facebook - Recuerdo una vez que fuimos a visitar a unos parientes cercanos. Para hablar con un primo a través de una ventana (estaba en el baño), subí al tanque del inodoro. Estábamos jugando, no pensé en las consecuencias. Algo crujió y se torció. Salí con la cabeza gacha, pensando que ese era mi fin. Pero los padres de mi primo se asustaron de que yo me pusiera a llorar y comenzaron a consolarme. Todavía lo considero un ejemplo de fortaleza adulta y nervios de acero. © Agnes Sozonova / Facebook
- Realmente me gustaba una muñeca alemana que tenía el pelo blanco y un vestido azul con encaje blanco. ¡Pero costaba mucho dinero para esa época!
Me internaron en un hospital durante casi un mes, y mi mami, habiendo venido a visitarme, naturalmente me preguntó si había algo que yo quisiera. ¡Por supuesto que quería la muñeca! ¡Al día siguiente la tenía en mis manos! ¡Era la felicidad más pura! Estaba por comenzar el tercer grado. ¡Mi mamá era extraordinaria! © Irina Brazhnikova / Facebook
- Cuando estaba en el cuarto grado, nuestra maestra tuvo un hijo. Los padres juntaron algo de dinero para comprarle un regalo. Enviaron a mi madre con la tarea de comprar un gran oso de peluche. Cuando mamá lo trajo a casa, perdí el habla. Nunca había tenido nada parecido, y solo tenía una muñeca de verdad (con un peinado y un trajecito).
Vivíamos muy modestamente, pero yo quería tanto ese oso... Y mi madre me lo dejó a mí. Fue y le compró otro a la maestra, un poco diferente. ¡Cómo amaba a ese oso!
Cuando mi sobrino ya tenía 12 años, vio a este oso, herido, con una pata dañada, y se lo llevó. Ese peluche vivió una vida larga y útil... Todavía me asombra el hecho de que mamá me haya dejado conservarlo. © Neta Osenyaya / Facebook - Tuve mucha suerte con mis padres. Ambos habían crecido en un pueblo, y nadie les enseñó los fundamentos de la pedagogía, pero siempre estaban de mi lado y respetaban mi individualidad. Recuerdo que la abuela de una amiga me acusó de haberle robado su perfume cuando jugábamos en su casa...
Al día siguiente, mi padre fue a buscarme a la escuela. Estábamos caminando y vi a esa anciana adelante. Recordé todo, me puse a llorar y le conté a mi padre. Inmediatamente la alcanzó y le exigió una explicación, y ella comenzó a justificarse. Luego resultó que el perfume estaba sobre el refrigerador y se había caído detrás de él. Estoy muy agradecida con mis padres, y recuerdo todos estos casos. Siempre sabía que ellos estaban de mi lado. © Alfia Zagirova / Facebook
- Gracias al destino tengo los mejores padres del mundo. Parecería una nimiedad, pero lo recordaré para siempre. Tenía 8 o 9 años, estábamos en una clase de dibujo. Nos pidieron que dibujáramos una playa, el mar, etc. Me esforcé al máximo, pinté un paisaje con palmeras, gaviotas y una piña que crecía de un arbusto. Me pusieron una nota regular por mi trabajo, ya que la profesora dijo que el paisaje debía ser realista, y yo me había imaginado todo, porque la piña debería crecer en una palmera.
En casa, angustiada por lo sucedido, le conté todo a mi madre y le mostré mi dibujo. Ella me abrazó y me dijo que no me angustiara.
En ese momento solo había Internet en el trabajo de mamá. Al día siguiente, ella imprimió un artículo sobre cómo crecen las piñas y fue a la escuela; yo ni siquiera lo sabía. No sé de qué hablaron allí, pero en la siguiente lección de dibujo me corrigieron mi nota regular por una excelente. © Anastasiya Avcı / Facebook - Cuando era pequeña, vivía con mi papá y mi abuela en un pueblo. Éramos muy pobres, a papá no le pagaban un salario, subsistíamos solo con la jubilación de la abuela. Y teníamos una huerta. En la escuela, por alguna razón, los otros niños no me querían, se burlaban de mí, decían que era fea. Mi papá lo sabía y se preocupaba mucho. Pero las conversaciones con los maestros no ayudaban.
Una vez, en 8.º grado, teníamos un concurso de belleza “Miss Otoño”. Me molestaron tanto que anuncié inesperadamente que participaría. Mi papá, al enterarse, entendió lo importante que sería aquello para mi autoestima. Fue a la casa de una chica y le compró su hermoso vestido de graduación para mí. Por un dinero que entonces era una cantidad enorme para nosotros.
Recibí el segundo lugar en la competencia, con lo que sorprendí a todo el mundo, porque todos me consideraban fea. Y durante toda mi vida recordaré esa acción de mi papá con emoción y gratitud. © Anastasia Samsonova / Facebook
- Una vez, mi hija fue acusada en la escuela de haber robado dinero de una mochila solo porque fue la última en salir del vestuario. Fui allí desde el trabajo, y al ver a mi niña llena de lágrimas, grité, golpeé la mesa con el puño y no escatimé en expresiones censurables.
Como muestra la experiencia, todos estos maestros, directores y demás simplemente no están acostumbrados a los padres tan enérgicos como yo. En su mayoría, los papás evitan el conflicto y simplemente asienten con la cabeza. Yo creo que en casa puedes interrogar y discutir, pero en público debes defender a tu hijo de todos con uñas y dientes. Y sí, tengo una excelente relación con mi hija. © Anna Shalashidi / Facebook - Mis padres siempre me explicaban si no podían permitirse comprarme alguna cosa. Pero también trataban de complacerme: ¡a veces encontraba el regalo deseado debajo de la almohada porque sí! Recuerdo cómo, al despertar, corría para mostrárselo a mi madre, y ella sonreía y me abrazaba. Ya hace mucho que trabajo, ¡y siempre le compro a mi mamá lo mejor de lo mejor! Porque ella me dio algo que no tiene precio: ¡su amor! © Natalia Voinova / Facebook
- Una vez me pasó que, estando en clase, mi vecina de escritorio me pidió que le pasara una nota a un chico que le gustaba mucho. La maestra me atrapó en el momento de la transferencia de la nota y comenzó a ridiculizarme delante de toda la clase.
No solo eso, al día siguiente también hizo ir a mi madre a la escuela. Con una cara de piedra, mi mamá escuchó todos los comentarios sobre el hecho de que yo supuestamente estaba en una relación romántica y hacía cualquier cosa, menos estudiar. Cuando la maestra terminó su discurso, mi madre le preguntó: “¿Y qué hay de malo en que a mi hija le guste un chico?”. La maestra se congeló en su lugar, no esperaba tal giro. Yo me sentí increíblemente bien, porque me di cuenta de que mi mamá no dejaría que nadie me ofendiera. Mi madre es mi amiga hasta el día de hoy. © Sheyla Shekili / Facebook
¿Qué anécdotas con tus padres recuerdas con cariño hasta el día de hoy? ¡Nos encantaría leer tus historias!
Ten en cuenta: este artículo se actualizó en agosto de 2021 para corregir el material de respaldo y las inexactitudes fácticas.
Imagen de portada Sheyla Shekili / Facebook
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