Ahora lo vi todo
Ahora lo vi todo

18 Personas a quienes su infancia humilde les resultó el mejor regalo que recibieron

Algunas personas suelen utilizar la frase de que “en esta vida se aprende de todo” y no les falta razón. A veces, nos topamos con situaciones que nos dejan perplejos y nos complican la existencia, pero al final siempre sacamos algo de provecho. Cada tropiezo se convierte en una oportunidad para aprender y lo que aprendemos se queda grabado en nuestro cerebro para siempre.

Hay famosos que no viven ostentosamente y son un ejemplo de humildad.

  • Cuando éramos pequeños, nuestra familia tenía bajos recursos. Recuerdo que para el desayuno, solíamos tomar café negro de olla y pedíamos en las panaderías panes duros del día anterior que nos regalaban. Una vez, unos amigos nos invitaron a desayunar cereal con leche en su casa y para mis hermanos y para mí fue una experiencia increíblemente deliciosa que nunca olvidaremos. Ahora que soy adulto y tengo recursos propios después de mi matrimonio, prometí a mí mismo que nunca faltará cereal en mi despensa. © Jose Luis Sanchez / Facebook
  • Cuando era niña, asistía a una escuela de bajos recursos. Aunque mi familia era de estrato medio, nunca nos consideramos ricos o algo así. Un día, mi mamá me recogió de algún lugar en nuestro auto y se averió en medio de un barrio. Buscamos al mecánico más cercano para repararlo, y resultó ser el papá de una de mis compañeras de clase. Mientras arreglaban el auto, fui a jugar con mi compañera a su pequeña casa que consistía en una habitación dividida en cocina, baño y dormitorio separados por telas colgantes. Me sorprendió mucho el tamaño de su casa, pero continué jugando como si nada hubiera pasado. Después, cuando nos fuimos, le conté a mi mamá lo pequeña que era la casa. En ese momento, ella me explicó la importancia de ser agradecidos por lo que teníamos. Siempre estaré agradecida por lo que mis padres me dieron en mi infancia. © Moni Williamson / Facebook
  • Cuando empecé a salir con mi esposo, estaba separada y criando sola a mis dos hijas. Él siempre nos invitaba a todas partes: al cine, a comer en restaurantes bonitos, con juegos, a pasear a lugares más lejanos de nuestra casa. Me costaba mucho pagar por esas salidas debido a mi situación económica. Un día, mi hija menor, que entonces tenía unos 6 años, le preguntó a mi esposo: “Tú eres millonario, ¿verdad?”. En realidad, mi esposo no es millonario, pero ha trabajado muy duro para poder darnos lo que tenemos. Ahora somos una familia feliz y siempre estamos agradecidos por todo lo que él hace por nosotras. Realmente lo amamos mucho.© Antonella Salvattore / Facebook
  • En una ocasión, durante una conversación casual con mi esposa, le dije:
    —Solo espera a que me saque la lotería.
    —Siempre repites eso y nunca sucede.
    —Ya me la saqué.
    —¿Cuándo?
    —¿No son mis hijos y mis nietos un tesoro? © Raul Rodriguez Rodriguez / Facebook

La nobleza de los niños puede ser infinita.

  • Cada año, mi familia y yo solíamos irnos de vacaciones juntos. En un verano en particular, mis padres invitaron a mis tíos y primos a unirse a nosotros. Recuerdo que durante ese viaje, el primo más joven, que tenía 9 años, vio el mar por primera vez. Él preguntó emocionado qué era esa “piscina gigante”. Después de explicarle que era el océano, se emocionó tanto que empezó a llorar y nos dijo que era la cosa más hermosa que había visto en su vida. Fue una sorpresa inolvidable para él y nos alegró haber sido parte de ese momento especial en su vida. © Andy Cortés / Facebook
  • Mi familia es grande y siempre hemos tenido lo esencial, aunque algunos lujos como comer cereal con leche o comprar manzanas eran difíciles de conseguir. De hecho, para nosotros, esas cosas eran señal de que alguien tenía mucho dinero. Ahora, a mis 26 años, aprecio enormemente el esfuerzo que mis padres hicieron para darnos una buena educación. Gracias a eso, ahora puedo permitirme el lujo de comprar cereal y manzanas sin preocupaciones. © Amarie Morgen / Facebook
  • Mi infancia estuvo marcada por limitaciones; carecíamos de electricidad y de agua potable, además, no recibíamos regalos en Navidad. Sin embargo, cuando finalmente llegó la electricidad, mi madre hizo un gran esfuerzo financiero para comprar un juego de 24 luces navideñas. Cada año, las colocaba en la ventana de madera que daba a la calle y nos sentábamos durante horas admirando cómo se encendían y apagaban los focos. A pesar de los años transcurridos, ese momento seguía siendo mágico para mí. Afortunadamente, gracias a la gracia divina, ahora tengo los recursos para vivir de una manera diferente, pero no cambiaría esas Navidades, compartiendo la alegría de las luces de mi madre, por nada en el mundo. © Manuel Loaiciga / Facebook
  • Mi abuelito paterno me ha contado que durante su niñez nunca tuvo un par de zapatos hasta que fue a la universidad, y mi abuela solo recibía un par al año o cuando sus zapatos ya no le quedaban. Al escuchar estas historias, reflexiono sobre lo lejos que han llegado desde entonces. © Danna Garcia Salvatierra / Facebook

Hay cosas que muchos podrían consideran un lujo.

  • Cuando era niña, no solía recibir ropa como regalo de Navidad y ahora que tengo la capacidad de comprarla, me siento incómoda por comprar cosas que no necesito. Recuerdo tener unas botas que tenían una tela en la parte superior y un día se rompió, así que mi madre la cortó y yo cubría la parte donde se veía el corte con mis calcetines. Muchos se burlaron de mí por ello. Ahora, me gusta regalar zapatos a niños pequeños porque recuerdo mi propia experiencia y quiero hacer una diferencia positiva en sus vidas. © Mari Hernandez / Facebook
  • Mi tía trabajaba en la casa de una familia adinerada y a menudo me llevaba con ella. Me llevaba bien con los niños de la casa, especialmente con el mayor, que tenía mi misma edad. Un día, el niño sacó una pierna de cerdo ahumado, la colgó en un árbol y comenzó a cortar pequeños pedazos para comer. Me sentí asustada y le dije que su mamá lo regañaría si lo descubría. Él me aseguró que no recibiría ningún castigo, lo cual resultó ser cierto. Me resultaba difícil entender cómo podían considerar esa gran pieza de carne como algo normal, mientras que para nosotros, las papas con aguacate eran una delicia. © Claudia Lorena Mendoza Arredondo / Facebook
  • Cuando era niño, mi esposo provenía de una familia muy humilde y nunca recibió regalos en Navidad o en el Día del Niño. Actualmente, hago todo lo posible para asegurarme de que reciba un regalo en el Día del Padre, en el Día del Niño, en Navidad, en su cumpleaños y en todas las ocasiones especiales. Me encanta ver cómo sus ojos brillan de emoción cuando ve los detalles que he preparado para él. Mi esposo merece todo lo mejor en el mundo y más. © Soledad Beledo / Facebook
  • Personalmente, no tengo motivos para quejarme de mi infancia, ya que mis padres siempre nos brindaron todo lo que necesitábamos a mi hermana y a mí. No obstante, durante mis años universitarios tuve la oportunidad de conocer a personas que luchaban por sobrevivir con muy poco, y que incluso tenían dificultades para costearse el desayuno con sus amigos. Debido a mi educación en valores de generosidad, nunca permití que se sintieran excluidos del grupo. Me alegra ver que esas personas han superado sus dificultades y ahora disfrutan de una vida más cómoda. © J Carlos Cavazos de la Garza / Facebook
  • Durante la infancia de mis hijos, mi esposa y yo solíamos vender algunos productos durante los fines de semana, desde la mañana hasta la noche. En una ocasión, uno de mis hijos se dirigió a mí y expresó:
    —Papá, nunca vemos el resultado de su trabajo.
    Le dije:
    —¿Y los zapatos que usas, la deliciosa comida, esa TV blanco y negro (no existían de color)? ¿Tu camita, escuela y las otras cositas? ¿De dónde crees que salen?
    Me entendió. Ahora son 4 profesionales, viven cómodamente y hasta nos ayudan. © Raul Rodriguez Rodriguez / Facebook

Así como hay cosas que hoy son bastante normales, pero que algunos pensaban que eran de millonarios, también hay personas con reglas de ahorro desmedidas.

  • En una Navidad, nos encontramos en una situación en la que no teníamos cena. Fue entonces cuando el colegio al que asistían mis hijos hizo una colecta entre los profesores y me regalaron todo lo necesario para celebrar. Fue la única vez que recibí algo así, pero para mí fue un gesto muy importante y especial, ya que la directora me entregó el regalo y me explicó que lo habían hecho porque, a pesar de las dificultades que atravesaba, siempre asistía a las reuniones y mis hijos nunca faltaban a clases. De hecho, todos ellos obtuvieron el primer lugar y una excelente asistencia. © Carolina Andrea / Facebook
  • Soy originario de Guatemala y nací en la década de los 80. En aquellos tiempos, mi familia tenía muy bajos recursos económicos. Sin embargo, nunca me consideré pobre, sino que entendí que tenía limitaciones y oportunidades diferentes a las de otras personas, ya que la riqueza verdadera se lleva en el corazón. Mis padres siempre nos cocinaban frijoles con huevos y algunas hierbas que cosechábamos. 41 años después, aquí me encuentro, casado y con hijos a quienes llevo a jugar a ese lugar mágico. Aprendí que nunca hay que considerarse pobre y que siempre es importante compartir con aquellos que lo necesitan, ya que las recompensas que se obtienen de este acto son enormes. © Erick Estuardo Barillas / Facebook
  • Cuando mis hijas eran pequeñas, atravesábamos una situación muy difícil. No se debía a la falta de recursos económicos, sino a que el padre nos había abandonado y no contribuía al hogar a pesar de tener un buen trabajo. Por mi parte, me había quedado sin empleo y me llevó muchos años recuperarme. A pesar de las dificultades, hacía todo lo posible por comprar suficientes provisiones para que nunca faltara la comida en casa. © Judith Cabezas / Facebook
  • Durante una Navidad, mi familia y yo nos encontrábamos en una situación muy difícil, ya que no teníamos suficiente para poner en la olla. Además, mi madre, que era nuestra proveedora, estaba enferma después de enterarse de la infidelidad de mi padre, lo que llevó a la quiebra de nuestro negocio. Pensábamos que sería una de las peores Navidades que tendríamos. Sin embargo, mi único hermano, que acababa de graduarse, consiguió varios trabajos y nos sorprendió con una gran cantidad de comida y regalos. Llegó en un taxi lleno de alimentos, como pavo, arroz, mortadela y jamón. Lloré mientras subía las cosas y le agradecí por su ayuda. Gracias a él, pudimos tener comida suficiente para más de un mes y tener una Navidad un poco más alegre. © Mabel Abendaño Zuñiga / Facebook
  • Durante un periodo de varios años, viví sin acceso a la luz eléctrica. A pesar de que en ese entonces pensé que me haría mucha falta, descubrí que no es necesario tener luz para sobrevivir. Sin embargo, ahora que tengo acceso a ella, disfruto la pequeña felicidad de llegar a casa en la noche y poder encender la luz. Aprecio cada momento en el que puedo hacerlo y lo disfruto al máximo. © Susy Ce / Facebook
Ahora lo vi todo/Historias/18 Personas a quienes su infancia humilde les resultó el mejor regalo que recibieron
Compartir este artículo