Ahora lo vi todo
Ahora lo vi todo

18 Valientes que se atrevieron a decirle “¡Ya no más!” a alguien que se quiso aprovechar de su buena fe

La vida tiene la característica de cruzarnos con todo tipo de personas, desde aquellas que son adorables y quisiéramos tener siempre cerca 24/7, hasta las detestables que nos encantaría desaparecer con un chasquido de dedos. Entre las últimas, definitivamente se encuentran las aprovechadas, y es que ¿a quién no le ha tocado conocer al menos a una? Lo bueno de esta gente es que nos deja grandes lecciones y nos enseña que sí es posible ponerla en su sitio. Y ¡qué buena sensación nos queda al hacerlo!

En Ahora lo vi todo recopilamos varias historias de personas que ya no toleraron más a gente desvergonzada.

  • Esto pasó hace mucho tiempo. Un hombre se me acercó en una estación y me pidió que le diera unos 0,20 USD para un boleto a otra ciudad (costaba 0,40 USD en ese momento). Me mostró unas monedas que tenía en la palma de la mano, para que viera que no le alcanzaba. Bueno, las tomé y le di mi boleto. Por sus ojos atónitos me di cuenta de que esperaba un resultado diferente de los acontecimientos. No le devolví las monedas. © Domsbizoninom / Pikabu
  • Estaba paseando por la tarde cuando se me acercó un chico de unos 30 años.
    —Hermano, dame dinero para un boleto de avión, mi tarjeta fue bloqueada.
    —No tengo dinero.
    —Ni bien llegue te lo transferiré inmediatamente. Puedo dejarte mi pasaporte como garantía.
    Me congelé por un segundo, y cuando comprendí lo que me había dicho, solté una carcajada en su cara. Cuando se dio cuenta de que el engaño había fallado, se fue, frunciendo el ceño.
    P. D.: sin pasaporte no se le permitiría subir a ningún avión. © Shepelev / Pikabu
  • Llegué a un pequeño pueblo a las 3 de la mañana. Salí a la plaza de la estación, había un taxista. Me acerqué.
    —¿Cuánto es a tal lugar?
    —¡20!
    —Te daré 15.
    Sabía que generalmente el viaje a la ciudad no salía más de 12.
    —No iré por 15.
    Bueno, como quieras. Saqué mi teléfono y pedí un taxi en línea. Y resultó que el que vino fue el mismo taxista, solo que el costo del viaje ya era de 12.
    Pero no me mintió. Al final, no fue por 15. © Kinvel / Pikabu
  • Una vez, fui al odontólogo. Entré al lugar y el guardia me dijo:
    —Se cobra el estacionamiento, cuesta 2 USD la hora.
    Asentí en silencio. Anotó el número de mi coche en su cuaderno, levantó la barrera manualmente y yo me estacioné. Estuve en la consulta durante unas dos horas. Cuando fui a buscar el auto, me recibió otro guardia. Le dije:
    —Me gustaría pagar...
    —Apúrate... ¡paga 5 USD y vete!
    —¡Pero si el costo es de 2 USD la hora!
    —¡¿Y?!
    —Mira en el cuaderno cuándo entré. El número del coche...
    Con una mirada disgustada, comenzó a pasar las hojas y después de un minuto dijo:
    —No está registrado... ¿cuándo viniste?
    —Hace 15 minutos.
    —¿En serio?
    —¡Claro!
    —Bueno... son 0,40 USD.
    Si me hubiera tratado humanamente, sin tratar de engañarme, eso no habría pasado. © Spartleg / Pikabu
  • El otro día, llegué a casa y vi que el Internet se había caído. Revisé todo en el departamento: los cables estaban conectados, ninguno había sido mordido por el gato. Estaba a punto de llamar al reparador. Pero entonces pensé: echaré un vistazo, por si acaso, a dónde va el cable desde el departamento. Abrí el tablero donde estaban todos los cables yyyyyy... vi una caja nueva con cables de otro proveedor, el competidor del mío. Había una pegatina publicitaria con un número para llamar y pedir la conexión, y mi cable había sido cuidadosamente desconectado del adaptador que conectaba el cable del ático del edificio a mi departamento. © Fsnowman / Pikabu
  • Hay una tienda en nuestro edificio y un estacionamiento frente a ella. Los espacios para aparcar casi siempre están ocupados. Para dejar libre el paso a su tienda, la dueña dibujó en el aparcamiento un cartel que decía “Estacionamiento para personas con discapacidad”. Y nuestra gente respeta la ley, así que ese lugar estaba vacío incluso cuando el estacionamiento estaba lleno. El otro día fui a la Oficina de Expertos Médicos y Sociales y obtuve un cartel de “Discapacidad” para mi auto. Y aunque soy una persona con discapacidad, no lo ponía en el coche: mis manos funcionan bien, mis piernas caminan. Pero cuando tuve que esperar varias veces que un lugar quedara libre o que los camiones de la tienda desbloquearan el paso, y en ese momento un camión con mercadería estaba estacionado en el lugar para personas con discapacidad, se me acabó la paciencia. Así que le doy gracias a la dueña de la tienda: hoy, habiendo llegado al aparcamiento abarrotado, me estacioné tranquilamente en el único sitio vacío, que ahora es mío. © MAPK.TBEH / Pikabu
  • Debido a una remodelación, tuve que pasar la noche con mi abuela. Eran las 3:42 cuando sonó el teléfono fijo. Mientras yo, soñolienta, trataba de decidir si atender o no, mi abuela llegó primero. Le dijeron entre lágrimas:
    —¡Abu! ¡Hubo un accidente! Estoy en la comisaría.
    —Qué bien, ¡felicidades! —contestó ella.
    Los estafadores se quedaron sin palabras. En resumen, me quedo tranquila por mi viejita, las conversaciones sobre las formas de engañar a los mayores no fueron en vano. © alyona666minus / Pikabu
  • Sucedió cuando estaba en octavo grado. El maestro nos permitía comer en clase. Un día, me iba a comer mi bocadillo, pero tuve que salir. Cuando volví a clase, vi al chico que se sentaba frente a mí comiéndose mi sándwich. Le pregunté cortésmente al respecto, pero lo negó todo. Al día siguiente, dejé el sándwich en la mesa a propósito para asegurarme de que era él. Al tercer día, mi plan estaba maduro. Hice un sándwich de queso habanero y luego le eché la salsa de pimiento más picante que pude conseguir. La puse por todos lados, pero afortunadamente no olía a picante. Dejé mi sándwich en la mesa y me levanté para ir al baño. Aproximadamente 10 minutos después, regresé a la clase y encontré al ladrón llorando histéricamente, con una cara roja como el tomate. Pasó el resto del día en el baño. © iwmcguy / Reddit
  • Mi mamá enseñaba español en una escuela. Un día, varios de sus alumnos quisieron hacerla quedar como una tonta. Dio instrucciones a la clase de dividirse en grupos y escribir diálogos. Una semana después, había que presentarlos frente a la clase. Cuando llamó a esos alumnos, dijeron: “Pero ya respondimos. No lo haremos por segunda vez”. Mi mamá objetó que no tenía anotado eso en ninguna parte y que recordaría haberlos escuchado responder. Pero se negaron a acudir a la pizarra y la acusaron de no registrar su trabajo. Al principio, mi mamá quedó perpleja y dudó, pero se le ocurrió una gran idea. Al día siguiente, fue a clase y dijo: “Chicos, lo siento. Encontré mis notas sobre su presentación y lo recordé todo”. Y enumeró sus errores gramaticales y también afirmó que el diálogo era demasiado corto y no usaba las palabras requeridas. Lo había inventado todo. Les puso un “reprobado” por esa tarea y no tuvieron más remedio que confesar todo. © a-dizzle-dizzle / Reddit
  • Estaba cansado de que mi jefe se adjudicara constantemente el trabajo de los demás, así que comencé a firmar todos los cálculos que hacía con tinta blanca debajo del último campo completado. Después de 6 meses encontré otro trabajo porque estaba cansado de aguantarlo. Como despedida, notifiqué a la alta dirección que mi jefe estaba haciendo pasar el trabajo de otras personas, en el que él era incompetente, como propio. Cuando me pidieron una prueba, les dije dónde podían encontrar todas mis tablas. Un mes después, lo echaron y me ofrecieron su puesto. © grimmalkin / Reddit
  • Hay algo maravilloso en China llamado entrega de comida. Y, como cualquier otro servicio similar, existen opciones: entrega o recogida. La recogida es más conveniente para mí por las tardes: salgo de la oficina, hago un pedido, llego mientras me lo preparan, tomo el paquete y me voy a mi casa. Pero hoy, los encargados se esforzaron demasiado con los cupones de descuento y resultó que ir a buscar el pedido costaba 8 yuanes (1,25 USD) MÁS CARO que la entrega. Me ofendí y ordené la entrega en la dirección del restaurante, “en una mesa en la puerta”. Llegué allí y vi al repartidor perplejo, parado en el lugar con mi paquete. Tomé mi pedido y me fui. © waily / Pikabu
  • Solía recibir repetidamente un SMS: “Papá, transfiere 65 USD a la cuenta XXXXXXXXXX. Luego te explicaré todo”. Como tengo dos hijos y sé exactamente quién está dónde (bueno, sobre la mayor, más o menos), siempre respondía: “Ven a casa, toma un taxi y yo lo pago. Sácalo de la caja fuerte, conoces el código”. Por lo general, no me respondían, pero una vez llegó una respuesta: “Tacaño”. Niños. © winso / Pikabu
  • Trabajo en una casa de empeños. La mayoría de los clientes que vienen a comprar oro, lo primero que preguntan es: “¿Cuánto?” (aunque todo está escrito en la etiqueta de precio, y ellos lo saben). Y lo segundo: “¿Me haces un descuento?”. No hay descuentos: los precios ya son mínimos. Pero sacudirán tu alma para que les vendas más barato que el precio de costo. Estas 2 preguntas se hacen siempre, nunca ha habido excepciones. Pero una vez descubrí accidentalmente una nueva técnica de ventas. Después de la primera pregunta sobre el precio, miras la etiqueta y dices: “¡Un momento, este es el precio anterior, ahora es más caro!”. Naturalmente, conocen sus derechos e insisten en que les vendas al precio que está escrito. No son tontos y conocen el precio del oro (tenemos uno realmente bueno). Y de repente aparece el dinero necesario, aunque antes no alcanzaban unos billetes. Y todo el mundo queda feliz: yo vendo al precio previsto, y ellos “engañaron” al “tonto” vendedor. © CostaIbis / Pikabu

¿Cuál ha sido tu experiencia más amarga con una persona aprovechada? ¿Cómo reaccionaste?

Imagen de portada alyona666minus / Pikabu
Ahora lo vi todo/Historias/18 Valientes que se atrevieron a decirle “¡Ya no más!” a alguien que se quiso aprovechar de su buena fe
Compartir este artículo