Ahora lo vi todo
Ahora lo vi todo

19 Personas compartieron los momentos en que un niño dijo todo lo que no debía decir

Los niños se caracterizan por su creatividad y su honradez. Sabemos que son virtudes que los adultos amamos y admiramos de ellos, pero puede suceder que estas cualidades se vuelvan en nuestra contra. Las palabras justas que no debían decir o su honestidad brutal pueden ser la gran pesadilla de muchos padres.

  • Una vez, mi exesposo arregló una computadora para un vecino sin cobrarle. Mi hija de 3 años estaba con él. Cuando terminó la reparación, este amigo le agradeció diciéndole “Gracias, ‘man’”, a lo que mi niña respondió:
    —Gracias ‘man’ no compra leche.
    Mi ex no volvió a llevarla con él cuando iba a hacerle un favor a alguien. © Ana Biia Costa Oliveira / Facebook
  • Un día fuimos a misa y estábamos en el banco al fondo de la iglesia. De repente, un niño soltó una flatulencia muy fuerte. Los que estaban cerca hicieron todo lo posible para no reírse, pero él rápidamente miró a su madre y dijo:
    —Oye, mami, te tiraste un gas, ¿eh?
    Me sentí avergonzada por su madre. Aun así, no hubo nadie que no se riera. © Carla Felipe / Facebook
  • Mi ahijada tenía unos 2 años. Por aquel entonces, su madre todavía la amamantaba.
    Un día, su mamá se fue y tardó bastante tiempo en regresar. Entonces, ella comenzó a llorar pidiendo por su madre.
    En broma dije:
    —Ven, ¡te amamantaré yo!
    Ella dijo:
    —Quiero a mi mami, que tiene el pecho grandote. El tuyo está aplastadito.
    Qué vergüenza, y yo tenía visitas en casa.
    Hoy tiene 11 años, y nos reímos mucho cuando recordamos ese día. © Marisa DÀvila Lopes / Facebook
  • Cuando mi nieto tenía 6 años, miró mi brazo levantado en la iglesia, se volvió hacia mí y dijo:
    —Abuela, si tú y mi abuela María unieran la carne que les sobra bajo los brazos, podrían hacer otra criatura viva.
    Me quedé sin palabras. © Onofra Bichara Floriano / Facebook
  • Un día fui a la panadería con mis gemelos, y al lado había un salón de belleza. Uno de ellos miró el lugar, se acercó a su hermano y le dijo:
    —Mateo, ven a ver al monstruo.
    Dijo eso por lo menos dos veces.
    Cuando por fin había comprado y pagado el pan, salí y fui a ver de qué estaba hablando. Se acercó al salón, señaló a una muchacha y dijo:
    —Mira, un monstruo.
    Tenía los ojos maquillados de azul, con una sombra muy fuerte; un delineado de gato con lápiz negro en el costado de los ojos y labial morado.
    No sabía dónde ocultar mi cara, y ella tampoco.
    La chica siempre usaba maquillaje muy fuerte, pero después de ese día, no volví a verla así nunca. © Rosiane Rigo / Facebook
  • Mi hijo tiene 19 años, y mi hija tiene 2.
    Un día, mi muchacho fue a bañarse y me pidió que le llevara una toalla, a lo que respondí:
    —Aquí está la toallita, bebé.
    Todos los días, cuando llega a casa del trabajo, mi hija de 2 años grita:
    —Mamá, llegó el bebé.
    Jajajajaja. © Liliane Dutra / Facebook
  • La maestra de preescolar era muy molesta, así que un día dije:
    —Qué maestra tan aburrida, piensa que no tengo nada que hacer.
    Y mi esposo dijo algunas tonterías más.
    Después de aproximadamente cuatro días, ella nos llamó a una reunión con mi esposo. Dijo que los niños cuentan todo y que debíamos analizar lo que decíamos frente a nuestro hijo.
    Él le había dicho:
    —Señora, tengo un secreto para contarle... © Luciana Vasconcellos / Facebook
  • Un día, mi hijo de 8 años miró a mi padre y le preguntó:
    —Abuelo, ¿me amarás para siempre?
    Entonces, mi padre respondió:
    —Sí, mi amor, hasta el día que muera.
    Mi hijo se detuvo, pensó y respondió:
    —Ay, abuelo... eso será pronto, porque ya eres bastante viejo.
    Mi papá no pudo soportarlo y se echó a reír. Detalle: tiene 58 años, y mi hijo pensó que tenía casi 100. © Érica Carolina Pereira Apolinario / Facebook
  • Cuando mi hijo tenía 3 años, fuimos a la fiesta de cumpleaños de mi sobrina. En ese momento, mi baño era de color beige (parecía suciedad). Una vez allí, pidió ir al baño.
    Cuando entró en el de mi cuñada, que era completamente blanco, dijo en voz alta:
    —Por Dios, mamá, qué limpio está el baño. ¿Por qué el nuestro está tan sucio?
    Todos lo escucharon y se echaron a reír. Casi morí de vergüenza. Al llegar a casa, le expliqué que nuestro baño NO estaba sucio, sino que era beige© Patty Sakovicz / Facebook
  • Una vez fui a la carnicería y el chico que me atendió me dio una carne llena de grasa. Llegué a casa, la vi y comencé a quejarme diciendo que solo tenía grasa. Fui a cambiar la carne, pero al llegar allí, mi hijo se volvió hacia el carnicero y dijo:
    —¿Crees que voy a comer grasa? Dásela a tu madre.
    Casi morí de vergüenza. © Lays Felizardo / Facebook
  • Mi nieto vivía conmigo cuando tenía 3 años. Un día, mi madre vino a dormir a casa, se sacó la dentadura y la puso en un vaso con agua. Él preguntó:
    —¿De quién son esos dientes?
    Mi madre contestó:
    —De la abuela.
    Al día siguiente, cuando me senté con él, preguntó en voz alta:
    —Abuela, ¿dónde están tus dientes?
    Yo dije:
    —Están en mi boca.
    —Entonces quítatelos, porque ayer estaban en el vaso con agua. ¡Quítatelos, abuela!
    Y comenzó a llorar porque quería que me lavara los dientes. Toda la gente me miraba y se reía.
    Qué vergüenza, jajaja. © Ivete Souza / Facebook
  • Siempre llevo a mi hijo de 7 años al trabajo conmigo porque no tengo con quién dejarlo.
    Un buen día, miró a mi jefe y le preguntó:
    —¿Acaso mi madre es tu esclava? Le pagas tan poco.
    Jajajajaja, me llevó mucho tiempo tratar de explicarle que no sabía por qué le había preguntado eso. © Jaqueline Felizardo / Facebook
  • Un día estaba con mi hijo de 5 años en el dentista. Este le preguntó:
    —¿Y tú, Gus? Cuando seas grande, ¿vas a ser dentista?
    A lo que él contestó:
    —No, voy a ser trabajador.
    En ese momento, toda la gente en la sala estalló en carcajadas. © Luciana Garcia / Facebook
  • Mi hijo tenía 5 años, y teníamos un vecino que era muy curioso. En otras palabras, realmente chismoso.
    Mi esposo y yo trabajábamos duro, así que los domingos queríamos dormir hasta tarde.
    Pero todos los domingos, ese hombre tocaba el timbre a las 7:30 para tomar café con nosotros y hablaba de todo el vecindario. No podía soportarlo más. Un buen día, dije:
    —Ufff, el desastre está llamando.
    Le pedí a mi esposo que dijera que no estaba en casa.
    Pero mi hijo fue más rápido, abrió la puerta y gritó:
    —Mi madre dijo que eres un desastre y que ella no está aquí.
    El hombre nunca volvió a saludarme. © Ana Elisa Gomes / Facebook

¿Alguna vez fuiste víctima de un niño? ¿Qué fue lo que dijo?

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