20 Padres cuyos hijos les ahorran la “tarea” de ver películas de terror
Decir que los niños tienen una imaginación ilimitada es un hecho irrefutable; de ahí puede provenir el escepticismo de muchos adultos cuando un pequeño decide contarle sus anécdotas un poco aterradoras. Sin embargo, hay algunos que las narran con tanta veracidad, que sería un poco osado atreverse a ponerlas en duda. En esos momentos, solo queda tragar grueso, mirar hacia los lados y empezar a buscar otro país para mudarse.
- Mi hija, cuando tenía 3 años, lloraba de la nada y decía que lo hacía porque extrañaba a sus abuelos. Le contesté que no se preocupara, que el fin de semana iríamos a visitarlos, y me respondió: “No, mami, extraño a mis otros abuelos. Me pongo triste cuando me acuerdo de la última vez en que los vi, porque mi otra mamá no me quiso y yo entonces vivía con ellos. Pero un día fuimos al bosque y me perdí. Se hizo de noche y empezó a hacer frío. Mis abuelos no me encontraron y yo me quedé llorando con mucho frío. Ya después viví aquí contigo”. Fueron muchas las veces en que se puso a llorar y a repetir la misma historia. Era algo muy raro, pero la forma en que lloraba transmitía mucha tristeza porque me decía: “¿Verdad que tú sí me quieres?”. © Liz Gallegos / Facebook
- Alquilé una casa en el campo. Era enorme; siempre que pasaba por el que era el comedor se me ponía la piel de gallina, hasta que mi hijo de tres años empezó a decirme que él hablaba con un hombre y este le pedía que nos fuéramos de allí. Siempre me decía que el señor de la casa quería que nos marcháramos. © María Vázquez / Facebook
- Yo veo cosas desde que era niña. Sin embargo, cuando hablaba de ellas, todo el mundo se reía. Debido a eso, dejé de contar lo que veo y siento. Solo lo comento con mi esposo y mi hija. Mi marido no ve ni siente nada. Él no cree en nada. En cambio, mi hija sí ve y siente cosas, al igual que yo. Una anécdota que nos pasó a las dos: una tarde, estábamos sentadas en la sala de la casa. De repente, escuché algo. Le pregunté a mi niña si había oído algún sonido y me respondió que sí. Le pregunté qué había escuchado y me respondió: “La bota de mi papá”. Eso era lo mismo que yo había escuchado y sentido, la bota de mi esposo cuando llega a la casa y afinca la pierna en el primer escalón de la entrada. Todos estamos conectados. Ella y yo vemos a personas que no están en este plano. Si me pusiera a contar las cosas que veo, no me daría chance de escribir tanto. © Jaqueline Martínez / Facebook
- Mis hijas duermen solitas desde que eran bebés, cada una en su propio cuarto. Hace unos años, rentamos una casa de dos pisos y mi hija menor, que para la época de la historia tenía 2 años, no se acostaba ni loca en su cama. Ni siquiera entraba en su cuarto, sino que lloraba toda la noche, así que nos acostábamos con ella. Hacíamos de todo pensando equivocadamente que era un berrinche, pero ella sudaba de solo sentir que la dejábamos sola allí. Un día, la envié a su habitación para que fuera por un juguete y me quedé casi estupefacta cuando vi que ella salió corriendo toda contenta por este, pero cuando iba a ingresar, paró de repente y desde la puerta empezó a retroceder, mirando con absoluto miedo, casi hasta el llanto, hacia adentro del cuarto, como si hubiera visto “algo” y ese “algo” no le permitiese ingresar. Agarré a mi niña con mucho temor y muy decidida empecé a hacer los arreglos para irme de allí con mi esposo y mis hijas. Además, yo misma empecé a atar cabos acerca de otras cosas que ya había sentido, otras que le habían pasado a mi hija mayor y a situaciones que vivimos como familia dentro de ese lugar. ¡Me da hasta escaramuza acordarme! © Luisa Mariana Vinasco / Facebook
- Tengo una familiar que, cuando era pequeña, tenía una amiga imaginaria. Se pasaba el día jugando y hablando con “ella”. Hasta tenía nombre: Diana. Uno de los días en que fui a verla, me iba a sentar en el sofá y muy asustada me dijo: “¡Ahí no! Que está mi amiga sentada, ¿no la ves?”. Su madre y yo nos miramos sin decir nada. Le pregunté a la niña “¿Y dónde me siento?”, y ella me dijo: “Pues ahí, al lado de mi amiga”. Su madre le preguntó al pediatra lo que le estaba pasando y le dijo que hay niños que tienen mucha imaginación. © Carmen Sorbas Alvarez / Facebook
- Mi hijo de 2 años y medio suele señalar con el dedito y el brazo estirado hacia las cortinas en la habitación. En esos momentos le pregunto “¿Qué hay ahí?”, y me dice: “Amá, la nena”. Le digo “¿Hay una nena ahí?”, y dice “Sí”. © Mila Sanchez / Facebook
- Un día, salimos a despedir a una hija que estaba de visita. Pasaron unos cinco minutos y mi nieto de 5 años (hijo de otra hija) dijo: “Mamá, mi tía choca”. Nos reímos, pero el teléfono comenzó a sonar y era la tía, diciendo que la acababan de chocar. Le preguntamos a mi nieto “¿Cómo supiste?”, y contestó “Yo lo vi”. Estábamos a cuatro cuadras de distancia y ya dentro de casa. © Mana Gonzalez / Facebook
- De pequeño, mi hijo decía que él me había elegido cuando estaba en el cielo. Relató una experiencia muy triste para mí, que fue el momento en el que me escogió. Hoy, ya de grande, le digo que tenga más cuidado con sus decisiones. © Camila Arredondo / Facebook
- Mi hija de 4 años me ha hablado de cuando era viejita, como si hubiera tenido una vida pasada. Me dijo que cuando ella era anciana, se ahogó, o que ella me compraba a mí muñecas cuando yo era pequeña, al igual que yo hago con ella. “Te compré una Barbie”. Me acuerdo de que mi abuela me compró una. Ella murió dos días después de saber que yo estaba embarazada. Sea verdad o imaginación, me gusta escucharla. © Sandra Gil Gonzalez / Facebook
- Yo tuve una experiencia como a los 5 años. Vi algo en el patio de mi abuela, pero cuando todos salieron a buscar, nunca encontraron nada. Toda mi infancia tuve pesadillas y despertaba a los vecinos con los gritos. Escuchaba una voz de mujer, pero no entendía su lenguaje, y un olor a madera que hasta despierta sentía a veces. Ya de adulta vi a una niña parada frente a mi cuarto. Cuando salí, le pregunté a mi mamá, porque pensé que podía ser alguna vecina que había entrado. Sin embargo, ella me dijo que no había visto a nadie. Cuando mi hija tenía como casi dos años, un día, estábamos en el balcón en una mecedora. Ella miraba al techo y me decía “Mamá, allí está, allí está” y señalaba hacia arriba. Yo nunca vi nada. Luego, como hasta los 5, tuvo muchas pesadillas. Fuera de eso, he tenido otros episodios. Es por todo eso por lo que creo que hay cosas que van más allá de nuestro entendimiento. © Susana Meléndez / Facebook
- Desde que tengo uso de razón, más o menos desde los 4 años, tengo visiones de vidas pasadas, viajes astrales, cosas que se me dan con solo pensarlas. Sé cuándo las mujeres son brujas y detecto a los psicópatas. Es algo que mi mente me avisa, que esa persona es cruel y mala. Veo gente en mi casa; no sé si está viva o no, solo sé que la veo. Muevo objetos de forma inconsciente, veo la energía (una vez vi mi espíritu), etcétera. Ya soy de la tercera edad y sigo viendo y sintiendo cosas como cuando era niña. Voy a sitios a los que jamás he ido en esta vida y, cuando llego, siento que los conozco, que he estado allí. Los conozco y me pregunto cómo, pero en verdad lo hago. He estado en ellos en otras vidas. © Jaqueline Martinez / Facebook
- Cuando mi hija, que ahora tiene 16, tenía unos 4 añitos, estábamos durmiendo juntas. De repente, se sentó en la cama y me dijo: “Mamá, ¿has visto eso?”. Le dije “¿El qué?”, y me miró y dijo: “Nada”. Vale, pues, toda la noche con los ojos abiertos mientras ella sí dormía plácidamente. © Amanda Pérez Juan / Facebook
- Yo pienso que sí hay que creerles a los niños cuando dicen algo que a ellos les sucede y que para alguien adulto es increíble. Cuando yo era una niñita de poco más de 6 o 7 años, lo tengo presente en mi memoria, cada noche al acostarme, veía cosas raras. Incluso veía el reflejo de un hombre vestido con una capa negra y ojos amarillos muy brillantes. Era similar al de la leyenda del conde Drácula, pero en ese tiempo no había televisión en mi casa y ni sabía de esa historia. El caso fue que era de día cuando veía sombras negras a lo lejos también y, además, tenía sueños con espectros que hacían fogatas bajo mi cama. Era horrible, hasta que un día, con temor de que no me creyera, le conté a mi mamá llorando y ella me creyó. Buscó ayuda y me colocaron un collar. No me lo podía quitar y tenía que dormir con él, hasta que llegó un tiempo en que no volví a ver cosas ni a soñar feo, entonces me lo quité. Por eso creo que sí hay que creerles a los niños y buscar ayuda para ellos. © Lenia Fino / Facebook
- Mi hijo nos contó nuevamente que “su planeta” tenía muchos colores: rojo, verde, amarillo, y muchos más. Él me miró a la cara y me dijo: “Mami, tú no tenías hijo, yo vine a acompañarte”. Yo le sonreí. Me pregunto, ¿tendré algo especial para que personas de otro planeta vengan a acompañarme? © Pia Madariaga / Facebook
- Mi hija de 4 años tiene un osito que mi abuela materna le regaló. Mi niña lo usaba para dormir, jugar, ir al baño, para ir a todos lados. Un día, llegó con el oso en la mano y me dijo que este se movía solo y que ya no lo quería ver más. En otra ocasión, me dijo que se iba a dormir en el sillón y no conmigo porque su abuelita, que ya había fallecido, estaba durmiendo conmigo. Ella tenía un año cuando mi abuela paterna falleció, pero siempre dice que la abuela le enseña cosas y que ella la ve. Incluso se sabía el nombre, porque nos decía que la abuela Angela la regañaba y me señalaba la foto de ella. © Katherine Hernández González / Facebook
¿Cuál es el momento más terrorífico que has experimentado en tu vida? ¿Qué opinas de los niños con dones extrasensoriales?
Imagen de portada Mana Gonzalez / Facebook
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