Ahora lo vi todo
Ahora lo vi todo

20 Padres que parecen haber tomado una maestría sobre la crianza

Los progenitores se enfrentan a cualquier cantidad de situaciones inesperadas por parte de los niños. No existe un manual de crianza, por ello los adultos muestran su autoridad de la forma que creen conveniente.

En Ahora lo vi todo creemos que las personas hacen su mejor esfuerzo disciplinando para mantener el orden en la familia, y encontramos historias que hablan de ello. También tenemos un bono sobre la empatía entre hermanos.

  • Tenía un miedo mortal a mi sótano, y la amenaza era que si no me dormía a la hora de apagar las luces me obligarían a dormir allí por la noche. Olvidé lo que estaba haciendo, probablemente leyendo cómics con una linterna o algo así. Me enviaron a dormir al sótano y estuve despierto toda la noche con mucho miedo. Creo que solo sucedió una vez. © Rust_Dawg / Reddit
  • Mi tío perdió su trabajo y, para ganar dinero, consiguió un empleo limpiando nieve con una máquina. Mientras tanto, buscaba un nuevo trabajo. En ese momento, yo tenía entre 6 y 7 años. Estábamos sentados con mi papá en un auto e hice una broma bastante grosera sobre el trabajo de mi tío. Recuerdo que mi padre puso su mano en mi hombro y dijo muy seriamente: “Nunca, ¿me oyes? Nunca insultes a otra persona por un empleo honesto”. Estas palabras se quedaron en mi memoria y me hicieron un poco mejor. © Chimie45 / Reddit
  • Cuando mi esposa iba a dar a luz a nuestro segundo hijo, nos preparamos leyendo libros ingeniosos. La diferencia de edad entre los niños era de 8 años. Pensábamos que no llegaría a extremos, pero estábamos equivocados.
    —¡Quiero beber de un biberón, como mi hermano! ¡Quiero fórmula, no leche!
    —Toma.
    —¡Tiene deliciosas verduras y carne en su frasco!
    —Por supuesto que son deliciosas, ¡abre y come!
    —Puaj, no tiene sal.
    —¡Méceme como a mi hermano!
    —Duérmete, niña, duérmete ya... ¿No te parece extraño?
    —Sí, me voy.
    Y, de alguna manera, todo pasó rápido. No había celos; si su hermano recibía algo, ella podía contar con lo mismo. Un par de años después nació otra hermana pequeña, pero ya no hubo tales episodios. © Kaa1980 / Pikabu
  • Por alguna razón, mis padres permitieron que mi hermano y yo tuviéramos un arco y una flecha muy básicos que podíamos lanzar hacia una caja de cartón en el patio trasero. Yo, siendo muy joven y muy tonto, me metí en el palco mientras mi hermano practicaba. Mis padres no estaban contentos y para demostrar lo peligroso que era lo que había hecho, me hicieron acostar en el sofá durante todo el día y fingir que estaba en una cama de hospital. © lordof***28 / Reddit
  • A los 7 años, tenía mucho miedo de hablar con extraños. Pero una vez fuimos con toda la familia a McDonald’s y yo quería cátsup para mis papas fritas. Y mi papá decidió que era hora de sacarme del caparazón. Dijo: “Ve y pídele a la cajera”. Me levanté de mala gana, enojado porque mi padre no me había dicho cuántas bolsitas hacían falta.
    Con el corazón latiendo con fuerza, me acerqué al mostrador y susurré: “¿Puede darme cátsup, por favor?”. La cajera no me escuchó y, reuniendo valor, lo repetí más alto. Para mi sorpresa, ella dijo “¡Por supuesto!”, y me entregó varios paquetes. Feliz, regresé a nuestra mesa, sosteniendo las bolsas de cátsup frente a mí como si llevara el Santo Grial. Y hasta el día de hoy, el pensamiento “No será más difícil que pedir cátsup” me ayuda a superar cualquier nerviosismo al conocer gente nueva. © Stephen Graham / Quora
  • Mi mamá me enseñó a ser honesto, aunque no sea fácil. Tenía unos 8 años cuando tomé una rosa amarilla del arbusto de un vecino. Después de un rato, se la mostré a mi madre. Y ella dijo, mirándome con severidad: “La rosa es hermosa. Pero ¿les pediste permiso a los vecinos antes de recoger su flor? Ve y discúlpate con ellos ahora mismo”. Todo dentro de mí protestaba, pero me acerqué a la casa del vecino y llamé. Cuando la mujer abrió la puerta, murmuré con una sonrisa forzada: “Hola. Vivo en el piso de arriba. Lamento haber recogido su flor”, y, empujando la rosa en su mano, me preparé para huir y evitar más conversación.
    Y ella... sonrió y me devolvió la rosa, permitiéndome llevármela. Encantado, corrí a casa y le conté todo a mi madre. Y ella solo preguntó: “Bueno, ¿qué te parece esta rosa ahora?”. Yo respondí: “Se volvió aún más hermosa”. © John Doe / Quora
  • Me castigaban en el porche delantero porque cuando me castigaban en mi habitación me entretenía literalmente con cualquier cosa, incluso con pelusas de la alfombra. Así que mi papá finalmente se cansó y me hizo sentar en el porche delantero y no se me permitía hablar con nadie, excepto para decir que estoy castigado y no puedo hablar. © malificide15 / Reddit
  • Nuestra familia criaba caballos. El establo tenía que ser limpiado a diario y apilábamos estiércol al final del pastizal. Un día, cuando yo estaba en octavo grado, me sorprendieron maldiciendo. Y papá dijo: “Si dejas que ese hedor salga de tu boca, puedes soportar el olor del estiércol cuando lo cargas”. Pasé 3 días arrastrando una enorme pila de un lado a otro del pastizal y de regreso a su lugar original. Mi papá creía que el castigo debía ser coherente con la infracción. © slatetastic / Reddit
  • Era un día lluvioso. Estaba esperando el tren en la estación. Los charcos cercanos eran hermosos, y los niños no solo querrían saltar en ellos, sino directamente nadar. Una mamá y su hijo de unos 3 o 4 años pasaron por allí. El pequeño vio el charco más importante, de unos 3 m de diámetro. Sus ojos brillaron y dijo emocionado:
    —Mamá, ¿puedo?
    —Vamos a hacernos a un lado.
    Bueno, me dije, eso es todo. Ahora habrá sermones, le arruinará toda la felicidad al chico. Mientras tanto, ella sacó unas botas de goma de la bolsa, el niño se cambió de zapatos y, chillando de felicidad, corrió al charco. Los pies quedaron secos y el niño estaba feliz. Y yo lo envidiaba y sonreía como si me hubieran permitido a mí chapotear, no a él. © Lunarfa / Pikabu
  • Si me metía en “peleas” con mi hermano/hermana, teníamos que pararnos cara a cara durante una hora. © GreenSalsa96 / Reddit
  • La hija de un amigo suplicó mucho por un perro. Juró que se ocuparía personalmente de la mascota. Bueno, en pocas palabras, le regalaron un cachorro. La emoción y el entusiasmo, como suele pasar, se prolongaron durante un par de semanas, y luego comenzó: “¡Mamá, llévalo a pasear! ¡Papá, sácalo a dar un paseo!”. Pero los padres resultaron no ser tan sencillos: siguieron fieles a sus principios y no se acercaron al perro. Una vez, el can dejó un “regalito” en la habitación de la niña, y en otra ocasión hizo un charco junto a su mochila. La pequeña se puso histérica, diciendo que “todos eran egoístas, que era la única que sufría”, pero aun así comenzó a pasear al perro con regularidad. Pedagogía por contradicción, en una palabra. © barakuda1984 / Pikabu
  • Mi hijo estaba en cuarto grado cuando decidió irse de casa. Incluso escribió una carta de despedida. Entonces le dije lo siguiente: “No te lo prohibiré, pero te aconsejo que hagas una lista de cosas que vas a llevarte”. Por la noche, él ya estaba de buen humor: estaba emocionado por emprender una aventura. Resultó que ya tenía en mente una casa de cambio vacía en el edificio de al lado, e iba a comer en la cafetería de la escuela. Llegó el momento decisivo: 11 p. m. Le sugerí a mi hijo que se llevara solo una manta y una almohada, y se fuera a pasar la noche solo. Así se daría cuenta de lo que le faltaba, y al día siguiente se iría del todo. Se fue. Mi esposa, horrorizada, intentó intervenir, pero yo la detuve. Yo sabía lo que se sentía dormir en el frío, en una superficie dura y encima escuchando sonidos desconocidos. Duró 3 horas. Regresó congelado, un poco asustado y, desviando la mirada hacia un lado, dijo:
    —¿Puedo vivir un poco más con ustedes? Me portaré bien.
    —¡Por supuesto, nos alegra verte! —y también apartamos los ojos llenos de lágrimas... © KotM / Pikabu
  • Una vez, cuando era muy joven, no comí toda la comida en mi plato, mi papá me dijo que me la comiera o la usaría como ropa. Estaba lleno y dije que no me lo comería. Entonces mi papá golpeó mi cabeza contra mi plato de comida. Fue un castigo muy extraño. © canthangdontblame / Reddit
  • Cuando estaba a punto de ir a la escuela secundaria, mi padre descubrió que yo escribía mal, especialmente las respuestas largas a preguntas y ensayos. Pasó una semana obligándome a escribir un nuevo ensayo todos los días sobre las cosas y los asuntos más mundanos. El primer tema, que recordaré para siempre, fue: “Cómo lanzar una pelota”. En ese momento me parecía duro e injusto, pero aprendí a pensar ampliamente las cosas más simples y a usar descripciones. Durante el resto de mis años escolares escribí muy bien. © AverageJoes24 / Reddit
  • Recuerdo que tenía entre 14 y 15 años. Arranqué la capa superior del papel tapiz de toda mi habitación, tomé un marcador y pinté las paredes con mis poesías. Dibujé un ángel. Mis amigos dejaron sus inscripciones en una pared: eso se convirtió en un orgullo especial. Mi mamá se horrorizó cuando le mostré mi “obra maestra”. Pero mi papá vino en mi defensa y dijo: “Déjala hacer lo que quiera, esta es su habitación”. Luego lo escuché decirle a mi madre que, de todos modos, había que hacer una refacción, y ella no paraba de repetir que la habitación parecía la escalera de un edificio con las paredes pintadas. Después de un tiempo, yo misma me di cuenta de que se veía horrible y acepté hacer la refacción. Y entonces, papá nuevamente me dio libertad para elegir. La habitación resultó ser creativa. Incluso pinté los muebles a juego con el interior. Y ahora, ya adulta, todavía vivo en este departamento y amo ese rincón en el que puse tanto trabajo. © Happygerl / Pikabu

Bono: El significado del compañerismo

  • Hoy castigué a mi hijo mayor. Armó una palabra obscena con sus cubos. Sabía que era una mala palabra, que me enojaría, pero la escribió igual. Estaba esperando mi reacción. No suelo castigar a los niños, no los pongo en el rincón ni nada parecido, pero aquí tenía que llamarle la atención. Qué hice: lo senté en una silla, le dije que se quedara allí y pensara en buenas palabras que empezaran con la misma letra. Si se le ocurrían 20, podría bajar. Se quedó sentado. En silencio. Su hermana pequeña estuvo dando vueltas cerca y luego se sentó a su lado. Le pregunté:
    —¿También armaste una mala palabra?
    —No.
    —Entonces, ¿por qué estás sentada?
    —Yo fui dándole los cubos. © Sibirskix / Pikabu

¿Qué métodos utilizas para llegar a acuerdos con tus hijos?

Imagen de portada Happygerl / Pikabu
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