Ahora lo vi todo
Ahora lo vi todo

20+ Personas que crecieron, pero no pudieron olvidar los mitos de su infancia

Los padres hacen todo lo posible para que sus hijos estén sanos y felices. A pesar de sus buenas intenciones, a veces sus sistemas de crianza pueden ser cuestionables, por decir lo menos. Así, muchas personas crecen con prejuicios, rutinas e ideas sustentadas en lo que nos inculcan durante nuestros años de formación. Después de todo, los niños asimilan todo a su alrededor y es difícil dejar ir toda la información que recolectan en su crecimiento.

  • Mi abuela siempre me obligaba a quitarme una prenda con un hilo suelto para cortarlo. ¿Y por qué? Porque “no puedes cortarlo sobre ti misma. De lo contrario, cortarás tu destino”. Ahora pienso que tal vez todo fue en vano, porque con gusto cortaría un par de episodios.

  • Desde la infancia me han bajado la autoestima y me han enseñado a devaluar tanto mi trabajo que responder “por favor” en lugar de “de nada” me parece monstruosamente grosero y arrogante. © oldtetsuschrist / Twitter

  • A mí me asustaban con “el señor”. No es que todavía crea en eso en un entorno normal, pero a veces, los recuerdos de la infancia me alcanzan. Una vez tuve tanto miedo de que “el señor” llegara para llevarme que dormí en el suelo, debajo del sofá de mi tío. Ni siquiera dormí, solo esperé el amanecer. Y esto, por cierto, a una edad ya considerable.

  • Cuando era adolescente, mis padres no me dejaban salir con nadie. Y ahora que he crecido, constantemente me preguntan: “¿Dónde está tu esposa?”, o “¿Cuándo te casarás?”. © IM-SO-EMO3462 / Reddit
  • Desde pequeño me enseñaron a comer cereales cocidos por la mañana. Y este hábito se arraigó tanto en mi vida que no importa qué tenga ganas de comer en el desayuno, igual cocinaré avena, trigo sarraceno, mijo, etc. © _UNESCO_K / Twitter
  • Mamá siempre me dijo que los huevos Kinder Sorpresa estropean los dientes (no sé por qué precisamente ellos, y no los dulces en general). Por lo tanto, cuando alguien me daba un Kinder, yo solo tomaba el juguete y les daba el chocolate a los adultos. Recientemente, ya en edad adulta, decidí comprarme uno. Como resultado, me dio dolor de muela. ¿Cómo no creer en el poder de la autosugestión después de eso?
  • Cuando era niño, solía jugar con mi ombligo, y mi madre me dijo que el nudo en esa zona mantenía mi piel unida y que, si continuaba jugando con él, lo desataría y todo se desmoronaría. Funcionó, pero aún me asusta. © Unknown user / Reddit
  • Mi mamá siempre me dijo que si comienzas a limpiar, debes terminar de hacerlo. De lo contrario, no te casarás. Ya me casé, pero todavía limpio todo yo misma. Es mejor ir a lo seguro.
  • Desde la infancia me enseñaron que no terminar la comida es un mal presagio. Ahora, por supuesto, ya no lo creo, pero he conservado la costumbre de terminarme todo lo que haya en el plato. © Unknown user / Twitter
  • De pequeña me decían la frase: “No comas desde un cuchillo o serás mala persona”. Realmente no creo en esas tonterías, pero mi esposo es todo lo contrario. A veces, cuando le pido que haga algo, pero no lo hace, tomo un cuchillo deliberadamente, me siento a su lado y empiezo a cortar una manzana o una naranja. Entonces, él mira la hoja de este con cautela y grita: “¡No lo hagas! Ya entendí, sacaré tu basura”.
  • Fui criada por mi madre y mi padrastro, un suboficial. Era un hombre extremadamente duro, y me castigaba por el más mínimo error. Uno de ellos se consideraba dejar la menor distancia entre letras en las palabras cuando llenaba mis cuadernos: mis anotaciones eran estrictamente revisadas por él, y las hojas con errores eran arrancadas, por lo que tenía que reescribir todo. Han pasado más de 10 años, mi padrastro murió hace mucho tiempo. Pero hasta el día de hoy, incluso en mi diario personal, al terminar de escribir las letras “e”, “t”, “w” y “u” sigo escribiendo la que sigue, sin levantar el bolígrafo de la página. Fuerte adiestramiento. © Oídoporahí / Vk

  • Cuando era pequeño, mi papá me dijo que tenía que comer la corteza del pan para gustarles a las chicas. Ahora tengo 37 años y estoy felizmente casado, pero por alguna razón todavía como solo la corteza.

  • Cuando era niña, mi abuela solía decir que la manzanilla calmaba los nervios. En casa siempre había té de esa hierba y unos chocolates que se llamaban “manzanilla”. Cuando estaba nerviosa, siempre comía esos bombones y creía que me calmarían. Este sistema todavía funciona. Cuando estoy muy alterada, no bebo un sedante, sino que corro a la tienda por esos dulces.

  • Mi abuela nos decía que si nos alejábamos mucho de la casa, llegaría un auto negro, nos secuestraría y vendería nuestros órganos. No es que todavía lo crea, pero, por si acaso, me alejo de los coches de ese color.
  • Desde la infancia, mis padres me enseñaron una regla principal: o haces bien el trabajo o no lo tomas. Y es por eso por lo que estoy desempleado. © D0CT0EBCKNN / Twitter
  • Mi mamá me decía: “¡No lamas el plato, o tu marido será calvo!”. Hace poco se lo conté a mi esposo. Todavía me reía, como diciendo “qué tontería”. Y él me miró muy serio y dijo: “Ana, pero todavía lo haces. Y a mí se me cae el cabello...”.
  • Cuando era pequeño, a veces me ponía los calzones al revés. Mi mamá siempre decía que si hacía eso, habría un escándalo con alguien. Ahora ya soy un adulto y tengo mi propia familia, pero recientemente se repitió el caso de mi infancia. Y me asusté, ya que no quería tener una pelea con mi esposa. Por lo tanto, me quité los calzoncillos, los tiré al piso y comencé a pisarlos: mi madre me había dicho que eso ayudaría. Y entonces, mi esposa entró en la habitación, me miró, luego a los calzones debajo de mis pies y dijo: “Ehhhh... la próxima vez no los plancharé”, y salió del cuarto.
  • En la infancia, cuando no podía dormirme por mucho tiempo, mi madre siempre miraba por la ventana y decía: “Ya está el lobo caminando por la calle con una bolsa”. Ahora ya tengo un hijo pequeño y un esposo, pero hasta el día de hoy, cuando me acuesto tarde, imagino a ese lobo con una bolsa (por alguna razón roja) caminando sobre sus patas traseras a lo largo de mi calle. © Oídoporahí / Vk

  • Mi nombre es Andrés, tengo 28 años y todavía reviso la puerta principal varias veces por la noche para que el “cuco” no pueda abrirla.

  • Cuando era pequeña, a menudo escuchaba: “No hay que hurgar en los bolsillos de un hombre. De lo contrario, será bebedor”. Ya han pasado 15 años, pero cada vez que reviso los bolsillos de mi esposo cuando pongo sus pantalones en la lavadora siento un leve temor.

  • ¡Nunca cosas algo que está puesto sobre ti mismo! ¿Escuchaste? De lo contrario, coserás tu mente. Y ni siquiera trates de convencerme de lo contrario.

  • Recuerdo que en la escuela, uno de mis compañeros de clase dijo que si alguien te pisaba el pie debías pisarlo de regreso. De lo contrario, alguien de tu familia moriría. ¡Cómo sufría en el metro! Correr tras una persona a lo largo del pasillo e intentar pisar su pie desapercibidamente era todo un desafío. Hasta el día de hoy, si en el transporte alguien pisa mis zapatos, trato de aunque sea tocar suavemente su suela, solo para callar esa voz interior en mi cabeza.

  • Incluso me he mudado a otro país, pero todavía sigo la regla de que no se puede sacar la basura por la noche. Ni siquiera recuerdo por qué no debías hacerlo. Pero igual no puedo sacarla, porque tengo miedo.

¿Qué cosas de tu crianza se quedaron grabadas con fuego en tu memoria?

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