Ahora lo vi todo
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20 Personas que descubrieron muy jóvenes que la vida puede ser injusta

La infancia puede ser muy abrumadora, puesto que son años completos de asimilar información y entender cómo funciona el mundo. Ojalá fuera fácil para los pequeños, pero en realidad es todo lo contrario, y aunque las malas experiencias muchas veces ayudan a formar carácter y experiencia, es un proceso que quizás afecte a esas personas hasta su adultez.

  • Estaba en el kínder. A la hora de la siesta tuve ganas de ir al baño. Le pedí permiso a la maestra y fui. Volví, me acosté y me quedé dormida. Después de dormir, todos se estaban vistiendo y preparándose para la merienda de la tarde, y una niña no pudo encontrar su anillo con una piedra azul. Al final, me acusaron a mí: dijeron que lo había tomado mientras todos dormían. Lloré de indignación, nadie me creyó que no tenía nada que ver con eso. Al día siguiente, la nieta de la maestra, que iba al grupo mayor, comenzó a usar un anillo igual. “¡Me lo regaló mi abuela!”, se jactó durante un paseo. © “Oídoporahí” / VK
  • Cuando en el quinto grado me transfirieron a una nueva escuela, por algún motivo, le caí mal a la maestra de Lengua y Literatura. Un día, cuando nos entregaban los cuadernos con un dictado corregido, resultó que el mío no estaba. La maestra me acusó de que no se lo había entregado y me puso una mala nota. Más o menos una semana después, trajo mi cuaderno manchado de café y me lo lanzó en el escritorio con una disculpa: dijo que lo había encontrado en casa, pero, qué mala suerte, la mala nota ya no se podía cambiar. Todavía no puedo entender qué hice mal y por qué le desagradaba tanto. © “Oídoporahí” / VK
  • Una vez, mis padres me llevaron a pasar la noche en la casa de mi tía para que me cuidara mientras ellos iban a una fiesta. Llevé un libro sobre Harry Potter. Mi tía simplemente lo tomó y lo quemó, y a la mañana siguiente les dijo a mi mamá y a mi papá que eran unos “padres terribles” si me permitían leer cosas así. Me quejé sobre lo injusto de lo que mi tía le había hecho al libro, pero mamá y papá respondieron: “Su casa, sus reglas. Solo supéralo”. Vale la pena señalar que era un libro de la biblioteca de la escuela y fui regañado por el bibliotecario. Mi tía nunca se disculpó por su acto. © Lucas Cornwall / Quora
  • Mi madre y su hermana a menudo se peleaban por tonterías, pero luego se arreglaban rápidamente. Mi primo y yo no le prestábamos atención a este hecho y siempre jugábamos juntos. Era la celebración de Pascuas, mi madre trabajaba ese día y yo estaba sola en casa. Mi primo vino y dijo: “Vamos a mi casa. Tenemos invitados, mi madre puso la mesa”. Y fuimos. El ambiente era festivo y divertido. Había adultos sentados a la mesa, y estaba la abuela (mía y de mi primo). Mi tía, al verme, hizo un gesto con las manos y dijo: “Vaya, tan pronto como tenemos invitados y ponemos la mesa, esta enseguida está aquí. Siempre está hambrienta”. Todos los invitados se rieron. Salté por la puerta y corrí a casa con la cara llena de lágrimas. No podía entenderlo. ¿Por qué era así conmigo? Después de todo, ella era mi tía, ¡y mi propia abuela estaba ahí sentada y se echó a reír con todos! Sí, mi madre estaba en el trabajo, y tal vez yo tenía hambre, pero nunca mendigué. Perdoné a todos hace mucho tiempo, pero todavía no entiendo su odio hacia mí, una niña de 7 años. © Liliy Mardosola / Facebook
  • Mis padres se divorciaron. Mi padre le enviaba regalos a mi hermano mayor para todas las fiestas navideñas y los cumpleaños, y a mí nunca y nada. Cuando crecimos, papá me llamaba constantemente y me pedía dinero, ya que yo era el único de sus hijos que tenía un trabajo. Lo bloqueé. © OminousOmnipotence / Reddit

  • Estaba en el kínder. Una vez, nos llevaron a una escuela de música para ver un concierto. Y después del concierto había un concurso de preguntas y respuestas. Respondí correctamente una pregunta y me dieron una muñeca Barbie con el pelo blanco en una hermosa caja rosa. Nunca había tenido una muñeca así antes porque vivíamos al borde de la pobreza. Luego volvimos al kínder, la maestra me quitó la muñeca y la puso en el estante superior de un mueble. Como decoración. Estaba prohibido jugar con ella. Se quedó ahí hasta que egresé del kínder. ¡Cómo lloré esa noche en casa! Mi madre no fue ni le pidió la muñeca a la maestra, solo me prometió comprarme una igual al día siguiente. Pero nunca la compró. © Tianko / Pikabu

  • La ofensa infantil por la que todavía estoy enojada está relacionada con mi abuela, la madre de mi padre, que dividía a sus nietos en “hijos” e “hijastros” de su hijo. Mi mamá se casó con papá cuando ya me tenía a mí, de 5 años, y a mi hermano menor. Desafortunadamente, mi abuela no consideraba a los niños adoptados como parte de la familia. Constantemente mostraba preferencia por los hijos de su hijo: les daba a mi hermana y hermanos menores regalos especiales porque sí, y a nosotros, los mayores, nada.
    Pero gracias a esta experiencia, aprendí a ser una buena abuela y a no diferenciar a mis propios nietos de los nietos adoptivos (mi cónyuge tiene una hija, y yo tengo dos hijos). Mi esposo y yo tratamos a todos los hijos y nietos como un regalo precioso. © Cheryl Dwyer / Quora

  • Cuando tenía 8 o 9 años, mi madre me quitó todos mis juguetes, libros y videojuegos, diciendo que no los valoraba lo suficiente. Pensé que podría recuperar mis pertenencias más tarde, pero no: ella tiró todo y nunca las vi de nuevo. © Carameldelighting / Reddit

  • Tenía unos 5 o 6 años. Una vez, teníamos una lección de música en el kínder. Estábamos cerca del piano y la maestra salió por un corto tiempo. Todos abrieron el instrumento y presionaron las teclas. Yo también, por supuesto. Como resultado, solo yo fui castigada. Me sacaron al pasillo. Me ofendí, me vestí y me fui a casa. En la calle había una ventisca muy fuerte, tan fuerte que a mamá la dejaron irse antes del trabajo. Tuve que cruzar la carretera principal de la ciudad, donde no funcionaba el semáforo. Finalmente, llegué a la casa. Decir que mamá estaba en shock no es nada. Después de 30 minutos, la maestra vino corriendo, y si yo no hubiera salido de la habitación, mi madre le habría hecho creer que había desaparecido, ella era excelente para hacerlo.
    Todavía me arrepiento de haber salido de la habitación. © Oksana Tsygankova / Facebook
  • Yo era la mayor de 3 hijas y mis padres siempre me obligaban a cuidar a mis hermanas menores. Si una de ellas hacía una travesura o no obedecía, adivina quién era la culpable. No recuerdo un momento en que no me hayan acusado de sus travesuras. Amaba a mis hermanas, pero no podía deshacerme de la sensación de que me perdía de algo.
    Recién al madurar entendí la gran responsabilidad que mis padres habían colocado sobre mis jóvenes hombros. © Susan Jones / Quora
  • Cuando era pequeño, soñaba con una bicicleta. El 23 de junio de 1997, el día de mi cumpleaños, la hermana de mi abuela y su esposo me llevaron en un viaje a otra ciudad y fuimos a un mercado. Y, ¡oh, vaya!, fuimos a la parte donde se vendían las bicicletas. Miramos una bicicleta, otra, otra. Elegimos una, me dijeron: “A ver, pruébala, ¿qué te parece, te gusta?”. Yo, indescriptiblemente feliz, dije que sí, que todo estaba bien. Rebosaba de felicidad, alegría y optimismo, prácticamente se me salía la emoción por las orejas. Mis familiares pagaron, y dije: “¡Ahora volveremos casa y todos se sorprenderán de que ahora tenga una bicicleta!”. Y entonces me respondieron: “No la compramos para ti, es para Luz (su hija)”. Recuerdo cómo me callé de golpe y guardé silenciosa hasta llegar a casa. No lloré, no. Simplemente miré por la ventana. Cuando llegué a casa fui a mi habitación y me quedé allí todo el día.
    Ya han pasado 23 años, desde ese entonces he tenido 6 bicicletas de diferentes marcas, pero nunca olvidaré ese momento. © WarmasterHorus / Pikabu
  • Encontré una oruga genial en el patio de recreo, la puse en un frasco y se la llevé a mi maestro de Ciencias Naturales, que coleccionaba insectos. Nos ponía un punto extra por atrapar diferentes escarabajos y mariposas. Más tarde, el profesor me llamó y me dijo que no obtendría ningún punto de bonificación porque otra niña y su amiga le habían asegurado que ellas habían encontrado a la oruga primero, y yo se las había quitado. Dos contra una. Quedé como una mentirosa. Perdí puntos adicionales y la confianza del maestro. © Unknown user / Reddit
  • En el 1.er grado, el Día de la Madre, hicimos tarjetas para las mamás. Tenían que hacerse según la muestra de la profesora: pegar las flores exactamente igual, dibujar el marco y no agregar nada personal. Me pareció injusto y aburrido. Elegí un color de papel diferente, hice otras flores, decidí no hacer el marco con una regla, sino dibujarlo en forma de serpentina, me pareció que así era más hermoso, más festivo. Todos obtuvieron excelentes notas, y a mí solo me regañaron. Mi madre se molestó conmigo y tiró la tarjeta, diciendo que yo era perezosa y no me había esforzado lo suficiente. Yo lloraba: “¡Mamá, quería que fuera especial!”. Dibujante, 30 años. © “Oídoporahí” / VK
  • En el tercer grado, me dijeron que podía participar en una competición de carrera y salto con cuerda. Yo, sin exagerar, era un maestro en eso. Después del comienzo, dejé muy atrás a mis rivales, pero una extraña jueza voluntaria era lo suficientemente miope como para no notarlo, así que corrió a uno de mis compañeros con las palabras: “Bueno, ¡este es mi ganador!”. Según las reglas de la competencia, uno de los jueces elegía el 1.er lugar; otro, el segundo, y así sucesivamente. Me otorgaron el 2.º lugar.
    Cuando volví al podio, nuestro maestro dijo: “Sam, estabas claramente por delante”. ¡Yo estaba extremadamente indignado! © Sam Austin / Quora

  • Mi historia ocurrió en 2008. Tenía 8 años, y mi madre me compró una alcancía para que fuera “ahorrativo y cuidadoso”. Ponía allí monedas de cinco centavos, se las pedía a todos: a los invitados, a mi madre, a mi padrastro, y hasta papá abría su billetera y me daba todas las monedas de 5 centavos que tenía después de pasear. Todo esto duró unos 6 a 8 meses. Estaba ahorrando para comprar una computadora, quería jugar. Una vez, al regresar de la escuela, no encontré mi dinero en la alcancía, pero vi un nuevo sofá en la sala de estar. Mamá dijo que esa era mi “contribución” a nuestra familia.
    Desde entonces, si ahorraba dinero para algo, lo escondía y mi madre ni siquiera lo sabía. © Iskander61 / Pikabu

  • Cuando era chica, mi mamá a menudo regalaba mis juguetes a familiares y amigos sin pedir mi opinión. Como resultado, cuando tenía 15 años, solo me quedaban aquellas cosas por las que había luchado y que eran muy valiosas para mí, y eran solo 3 juguetes. Una vez, llegaron de visita unos familiares de un pueblo y, en mi ausencia, mi mamá les regaló mi pequeño conejo azul: un recuerdo de mi primer amor del kínder. No sé cómo lo encontró, lo había escondido tan bien como podía. Todavía no puedo olvidar sus palabras: “Bueno, ¡tenía que regalarles algo!”. © “Oídoporahí” / VK

  • Tenía 13 años. Desapareció un dinero de mis padres, una gran cantidad. Yo sabía dónde estaba el escondite, pero nunca lo abrí. Mi madre comenzó a preguntarme: “¿Tomaste el dinero? ¡Admítelo!”. Y no lo había tomado. Me torturó tanto con esta pregunta que grité indignada: “¿Qué, se quemó tu dinero? ¡Ya lo van a encontrar!”. Y a ella le pareció escuchar: “¡Que se queme tu dinero!”. ¡Oh, lo que comenzó entonces! Me dijo que era una mocosa desagradecida, que no había ganado ni un centavo, que no había nada mío en esa casa, etc. En unos pocos días se encontró el dinero: mi madre lo había escondido en otra parte una semana antes y lo había olvidado. Pero nadie se disculpó conmigo.

  • Una vez, en el séptimo grado, encontré una pluma Parker en la calle, una muy genial. Recuerdo que en ese entonces costaba aproximadamente 20 USD en una tienda. En una clase de Física, me acerqué a la maestra para preguntarle algo, y ella comenzó a escribir fórmulas con mi pluma. Como resultado, me fui sin la pluma, la olvidé allí. Y solo me di cuenta cuando llegué a casa. Al día siguiente, me acerqué a la maestra y vi que ella seguía escribiendo con mi pluma. Le dije que la había olvidado allí sin querer, y ella respondió que no sabía nada, que esa era su pluma. Bueno, volví a irme sin nada. Desde entonces, no dejé de amar la Física, pero todavía recuerdo a esa mujer deshonesta. © nord2492 / Pikabu
  • En la escuela secundaria, llegó un nuevo maestro de Historia que era muy guapo. Yo en ese entonces soñaba con convertirme en artista y no podía dejar pasar un rostro así: lo dibujé durante la clase. El retrato salió excelente, así que se lo regalé al maestro. Entonces, no sabía que él tenía un carácter espantoso. Al ver su retrato, pensó que me estaba burlando de él, agarró el papel, me tomó de la mano y me arrastró al despacho del director para quejarse. Afortunadamente, en el camino nos cruzamos con otro maestro. “Imagínate”, comenzó a quejarse el historiador, “¡Me dibujó! ¿Qué harías tú en mi lugar?”. El hombre lo miró con picardía y respondió: “Yo le pondría un excelente”.
    Siempre recuerdo esta historia con humor. ¡No vale la pena amargarse la vida por personas de mal carácter! © Nino Orjonikidze / Facebook

¿Cómo descubriste las injusticias de la vida?

Imagen de portada Lucas Cornwall / Quora
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