Ahora lo vi todo
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21 Personas cuentan por qué el cliente no siempre tiene la razón

El servicio al cliente, como cualquier trabajo, requiere de ciertas cualidades, como una buena actitud, energía positiva, deseos de aprender, pero, más que ninguna otra labor, demanda una característica en particular: la paciencia. De la misma forma en que nos levantamos de mal humor sin razón, existen personas que desquitan su mal genio con otras, y desafortunadamente, en muchas de estas ocasiones es el pobre mesero o la inocente cajera los que terminan lidiando con los reclamos.

En Ahora lo vi todo reunimos historias de personas que, trabajando para darle felicidad a la gente, tuvieron más de un momento triste sin merecerlo.

  • Una vez estaba empacando las compras de una señora gruñona y puse el blanqueador en la misma bolsa que el detergente en polvo. Me tomó del brazo con fuerza, me miró y me dijo que no mezclara el cloro con el jabón, porque el sabor se le pasaría.
    La miré directamente a los ojos y dije:
    —Primero, suelte mi brazo, no le di permiso para tocarme. En segundo lugar, ¿tiene la intención de beber lejía como para preocuparse de que le sepa a jabón?
    Ella me soltó y yo quedé furiosa. © Cintia Lima / Facebook
  • Estaba en un restaurante de autoservicio y vi a un cliente discutir con el propietario por un plato lleno de rabo de toro. Quería descontarle el peso de los huesos. © Jose Luiz Giovanetti Pinto / Facebook
  • Trabajé en un McDonald´s durante dos semanas cuando tenía 18 años. Parecía que muchos clientes se desquitaban con los empleados cuando yo estaba allí. Había un cliente famoso por quejarse de la comida para conseguir un reemplazo (las papas fritas a medio comer estaban frías, el sándwich con dos bocados estaba mal hecho, etc.). Una vez en particular yo estaba tomando su pedido en el mostrador. Pidió un menú de 20 piezas de nuggets con dos papas fritas y dos bebidas. No teníamos eso desde que empecé a trabajar allí, pero me ofrecí a registrarlo como dos comidas de 10 piezas. Empezó a levantar la voz y, al decirle muy educadamente que no había nada que pudiera hacer para que apareciera en mi pantalla un botón de comida de 20 unidades, empezó a gritar. Me llamó varios nombres. Incluso me levantó la mano, hasta que otro cliente que estaba detrás de él le dijo: “Oye, amigo, tienes que calmarte. Ella solo está haciendo su trabajo”. En ese punto, yo ya estaba llorando. La gerente salió y me dijo que fuera al baño y ella se encargó del resto. Entró unos 5 minutos después y me dijo que no podía dejar que clientes como ese me afectaran. Me fui y no volví. © crownedmyself / Reddit
  • Una vez, un cliente “gold” se preparó un expreso en una máquina de café del banco donde yo trabajaba. Se quejó de que el grano no era de calidad, el olor no era de grano noble, la taza no era bonita, el azúcar en bolsita no era de buena marca, etc. Le ofrecí un café de nuestra cocina, pero le advertí que estaba hecho con el colador tradicional y que ya traía azúcar, y el señor aceptó. Regresé con el café y la paciencia que Dios me dio. Le encantó, jajaja. ¿Quién lo entiende? © Vanessa Chiquito Yamakawa / Facebook
  • Yo trabajaba en una panadería. Una tarde, una señora vio un pastel en la vitrina y comenzó a elogiarlo. Preguntó si tenía leche. Yo, con la mayor inocencia, le dije que sí, que el pastel tenía leche. La mujer, muy maleducada, me contestó que quería tomar leche, que para qué querría saber si el pastel tenía o no. Creo que pensó que yo estaba tratando de burlarme de ella. © Mauricio Nascimento / Facebook
  • Trabajé en Burger King cuando era más joven y un hombre devolvió su sándwich de pollo porque estaba demasiado caliente. Pidió uno que no estuviera tan caliente. © InvisibleKnowledge01 / Reddit
  • Trabajaba en la biblioteca de una universidad. Un día llegó un hombre que necesitaba siete libros. Me pidió ayuda para encontrarlos, ya que no sabía cómo hacerlo. Yo lo ayudé, aunque no estaba permitido, porque los estudiantes debían aprender.
    Como era un hombre mayor, le hice el favor. Cuando regresé con dos libros que ya había encontrado, escuché que les decía a sus compañeros de clase que estaba haciendo que yo me ganara mi salario. Le di los dos libros y le dije que se las arreglara para encontrar los otros. Nunca más me pidió ayuda, jajaja. © Ânderson Grandini / Facebook
  • Yo trabajaba haciendo la limpieza en un laboratorio. Un día llegó una mujer con su hijo para usar el baño. Me pidió un protector para que el niño usara el inodoro. Como soy madre de dos pequeñas, entendí su preocupación y fui a buscar algo para que usara como forro.
    Cuando regresé, ella dijo:
    —Ya no lo necesito, ya hizo en el piso, tienes que limpiarlo.
    Me quedé impactada. Más tarde descubrí que ella no era la madre del niño, sino su niñera. Hoy, gracias a Dios, soy enfermera, y me esmero en tratar a las personas con el mayor respeto, sin importar su profesión. © Lindi Araujo / Facebook
  • Éramos dos vendedoras en una papelería que había dentro de un supermercado. Llegó un hombre con una pila de papeles para hacer fotocopias, y como era el único cliente en ese momento, ayudé a mi compañera. Poco después llegaron otras personas y dejé de ayudarla para atenderlas. Cuando el sujeto se dio cuenta, comenzó a gritarme para que todos lo escucharan, incluso los que estaban abajo, en el supermercado. Fue a ver al gerente para quejarse de mí. Era joven y ese era mi primer trabajo. Resultado: lloré sin parar durante horas. © Denise Marques / Facebook
  • Yo era repartidor de pizzas. Una noche, un cliente pidió una pizza y, cuando llegué al domicilio, las luces estaban apagadas. Alguien miró por el rincón de la ventana, detrás de la cortina.
    Toqué la bocina, hice una señal luminosa, pero él fingió que no estaba allí. Apagué la motocicleta en la calle y, cuando la arranqué, encendió la luz, abrió la puerta y me gritó. Aceleré lo más rápido que pude.
    Les conté a mis empleadores lo sucedido y me dijeron:
    —¡Toma tu pago de esta noche y llévate la pizza para ti y para tus hijos! Corre por nuestra cuenta. Hasta mañana.
    Pasé de nuevo frente a la casa, toqué la bocina y grité: “¡Gracias por la cena!”, jajajaja. © Andre Fachinello / Facebook
  • Bueno, yo soy cajero, y donde trabajo tenemos empacadores que nos ayudan. Así que no me pagan por empacar. El caso es que, en días de fuerte movimiento, los empacadores están muy ocupados y, en ocasiones, hay escasez de personal para ayudar a empacar. Un día, las compras estaban acumulándose en el mostrador de la caja, y una pareja se quedó mirándome de brazos cruzados.
    Decidí tomarme un descanso y el hombre le susurró a su esposa:
    —Ni siquiera puede hacer su trabajo, mucho menos empacar.
    Lo miré a la cara, solté una risita y agarré las bolsas. Puse las compras que cabrían en siete bolsas solo en tres. Me miró y dijo que quería separar los productos y ponerlos en más bolsas. Saqué las cosas, las dejé encima del mostrador y le dije:
    —Hágalo como desee.
    Cuando terminaron, pasó una pareja que decidió empacar sus propios productos en más bolsas. Fue mi turno de sentarme de brazos cruzados. © Edon Lael / Facebook
  • Una cafetera rota bastante cara cuando trabajaba en Kmart. La clienta dijo que “no tenía el recibo, pero quería devolverla de todos modos”. La había pagado en efectivo como un año antes y le dijimos que tenía que llamar al fabricante de la cafetera para ver si podían aceptarla, porque nosotros no podíamos. Se negó. Salió furiosa del local con el cable aún colgando de la caja. © Longjumping-Shift298 / Reddit
  • Solía trabajar en una tienda de comestibles del vecindario. Un día vino un cliente a cambiar una vela... porque se había apagado. © Helena Tamires / Facebook
  • Trabajaba en una pastelería. Un día, un cliente se quejó de que su pastel tenía queso derretido. No supe qué contestar. © Juliana Manteze Assolari / Facebook
  • Alguien intentó devolver algo metiéndolo en un taxi y enviándolo a la tienda media hora después de que cerráramos. © americans0n / Reddit
  • Trabajé unos años como técnico de sistemas. Una vez, un cliente me gritó porque no podía aceptar que la vida útil de la batería de su dispositivo hubiera terminado. Hacía cuatro años que tenía su laptop, si mal no recuerdo.
    Traté de explicarle que cada componente electrónico que transmite energía debe ser reemplazado en algún momento. A él le pareció absurdo y dijo:
    —¿Vendes algo que sabes que estará defectuoso solo para que lo cambiemos? ¡Quiero uno gratis ahora!
    Lo miré seriamente a los ojos, respiré un poco y le dije:
    —Cuando los neumáticos de su carro están lisos y tiene que cambiarlos, ¿usted va al concesionario para que se los den gratis?
    Fue un buen día. Mi jefe no toleraba a los clientes altaneros. © Eduardo Felipe / Facebook

Si has trabajado en el servicio al cliente, también puedes contarnos tus historias de terror. ¡Somos todos ojos y oídos!

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