Carta a mi mejor amiga: “Aunque nos separen 7000 km, eres irreemplazable para mí”
Un mejor amigo es esa persona que, aunque no haya nacido en tu familia, es como si llevara tu misma sangre. Cuando nos rompen el corazón o nos dan un ascenso en el trabajo, corremos a contárselo a quien se ha ganado ese título en nuestras vidas. Actualmente, muchas personas han decidido desarrollarse fuera de su país natal, y las viejas amistades ya no están a la vuelta de la esquina.
En Ahora lo vi todo tenemos los sentimientos a flor de piel y queremos compartir la historia de un afecto de dos décadas que ha superado el escollo de la distancia, un ejemplo de que la verdadera amistad rompe barreras y permanece.
Una amistad que rompe fronteras
Por mi vida habían pasado muchas personas a las que llamé “amigos”, y transcurrían como en una serie para televisión; algunas de ellas tenían temporadas cortas y otras largas, pero ninguna se quedó hasta que llegaste tú. Divertida, ácida, “sin pelos en la lengua”, siempre diciendo las cosas sin ningún tapujo, con la verdad por delante y con un corazón de oro.
Notabas que no me gustaba sonreír en las fotos y no intentabas que lo hiciera a la fuerza, simplemente me llevabas a algún lugar donde nos divirtiéramos y le decías a alguien que tomara la foto en el momento correcto. Fui zurda de pequeña y por creencias de algunas personas de otras décadas, me volvieron diestra. Tú eras esa zurda que me regresaba el poder que perdí cuando era niña.
Durante mi paso de la preparatoria a la universidad, me preparaba para estudiar algo referente a las artes. A mi familia no le parecía correcto y terminé estudiando Química en la facultad de ciencias. Un día no soporté más y me cambié a una carrera que realmente me interesaba. En ese momento decidí que quería hacerme un tatuaje que representara esa libertad que mi alma sentía. Me llevaste a hacérmelo y me esperaste.
Recuerdo cuando te dije que tomaras la última foto de mi brazo antes de que me inyectaran la tinta. En esa época de mi vida, me sentí como si hubiera dado un brinco hacia la adultez. Comenzaba a hacerme responsable de mí misma, ya no vivía con mi familia, pero no tenía la madurez necesaria para enfrentarme a la vida sola. Tú, que habías comenzado a trabajar más joven, que saliste del clóset con menos edad, tú, con esa experiencia que era mucho mayor que la mía, me tomaste de la mano y me ayudaste a transitar por esa etapa.
Cualquier curso que tomara, cualquier emprendimiento que se me ocurriera, allí estabas para acompañarme. No solo en los éxitos: cuando fracasaba, sabías cómo levantarme del suelo con unas pocas palabras. Incluso llegaste a colarte en algunas de mis clases, divertías a todos mis compañeros con tus ocurrencias, y hasta enamoraste a más de uno.
Sabías que no me gustaba celebrar mi cumpleaños, pero allí estabas a mi lado haciendo que no pasara por debajo de la mesa. Particularmente, ese de los 23 años fue muy divertido, ¿recuerdas la piscina de espuma, mis compañeros de trabajo divirtiéndose y lo genial que la pasamos ese día?
Nos hicimos más grandes y decidimos no tener hijos, entonces alguna de las dos debía dar el paso para tener un hijo perruno, y así llegó Avril a mi vida. Fue amor a primera vista entre ella y tú. Nadie la consentía más que su “madrina”.
Me decías que te sentías segura cuando yo iba al volante. Tuvimos buenos viajes a la playa, pero ¿recuerdas ese día en que nos accidentamos en la autopista y nos fuimos sobre la grúa cantando y pasándola bien? Hasta en nuestros momentos difíciles sabíamos cómo sacarnos una sonrisa.
Hasta ese momento todo había sido hermoso. Estábamos juntas en las buenas y en las malas. Estuviste allí para levantarme el ánimo cuando perdí al amor de mi vida, estuviste cuando compré mi primer carro, cuando cumplí mi sueño de montar mi propio estudio de posproducción, cuando pasé por una relación abusiva de la cual no salí nada bien emocionalmente, y siempre.
Pero en la vida real, no todo es color de rosa. Y teniendo tantas fotos y recuerdos juntas, pasamos a una nueva etapa de nuestra amistad. Fue en el año 2015 cuando decidí emigrar de nuestro país natal y comenzar una nueva aventura que aún no termina. En ese momento parecía una locura abandonar toda mi estabilidad para ir detrás de un sueño tan grande, pero lo único que obtuve de ti fueron palabras de ánimo cuando comencé este camino que ha estado lleno de tanta soledad.
Encontramos nuestros propios códigos para saber si nos necesitamos en un momento de emergencia, especialmente los de corazón roto. Cuando alguna de las dos ve este mensaje en el teléfono, sabemos que algo sucedió y que tenemos que ponernos la capa de mejor amiga intergaláctica y salir al rescate de la otra.
Me has enseñado que una verdadera amistad no depende del tiempo ni de las barreras geográficas, y aunque nos separen más de 7000 kilómetros, agradezco que la tecnología nos mantenga unidas. Espero que estos 20 años de amistad sean solo el comienzo. Te quiero, Tita, y estoy segura de que tu ahijada perruna Avril también te extraña, porque cuando escucha tu voz en las videollamadas, se pone muy contenta. Quiero decirte que sueño con ese día en que podamos abrazarnos de nuevo.
¿Cómo se llama tu mejor amigo? ¿Cuál es la anécdota más bonita que recuerdas de su amistad?