Cómo mis vacaciones dejaron de ser “días de descanso” desde que soy mamá
Antes del nacimiento de un niño, adoraba el verano, porque era la época de las vacaciones. Podía ir a tirarme todo el día en la playa, adentrarme en los bosques con tiendas de campaña o viajar a alguna ciudad antigua para pasear por los pavimentos de piedra. Mi marido y yo no necesitábamos especiales comodidades. Tras el nacimiento de nuestro bebé, nos dimos cuenta de que las vacaciones eran un poco más difíciles que antes. Mi nombre es María y quiero compartir mi experiencia sobre por qué las vacaciones con niños, así como la licencia por maternidad, no tienen nada que ver con el descanso.
¿Relajarse un segundo? ¿Qué es eso?
Todas las madres lo saben: si te alejas por un segundo o simplemente parpadeas muy despacio, en ese preciso instante el niño se caerá, se llevará a la boca algo no comestible o directamente desaparecerá. Una vez, perdí a mi hijo de 3 años en una estación de tren cuando le solté la mano por un momento para sacar los documentos. Un segundo antes estaba de pie junto a mí obedientemente, y, ¡bam!, ya no está por ninguna parte.
Había mucha gente, trenes, maletas por todos lados. Sentí un miedo verdaderamente animal. Y entonces vi con horror que una mujer se llevaba a mi hijo de la mano. Corrí, los alcancé, mi hijo corrió hacia mí, y resultó que la señora desconocida no quería nada malo: estaba llevando a mi pequeño al mostrador de información. Exhalé.
Y así, todas las vacaciones: hay que estar constantemente alerta para no perder al niño en sentido literal y figurado. Lo más fácil es cuando aún es bebé y, en el mejor de los casos, solo come y duerme (todavía no sabe gatear y mucho menos caminar).
Es imposible relajarse con niños de 1 a 18 años: los más pequeños parecen estar esforzándose todo el tiempo por caerse, escapar y romperse algo, mientras que los mayores se involucran en tales aventuras que, en comparación, los niños pequeños parecen no generar ningún problema.
No vamos donde queremos, sino donde el niño se sentirá bien
Incluso si los padres jóvenes tienen la oportunidad de emprender un viaje hacia el otro lado del mundo, lo pensarán cien veces: ¿es realmente necesario? Cuanto más pequeño sea el niño, más difícil será predecir cómo se comportará en un vuelo de muchas horas, cuánto durará su aclimatación, si habrá comida en un país desconocido que el niño pueda (y quiera) comer y qué hacer si se enferma y no hay un buen pediatra cerca.
Preguntas similares surgen también en los mini viajes. Por ejemplo, hasta los 7 años mi hijo se mareaba catastróficamente en cualquier medio de transporte y no podía tomar pastillas para el mareo debido a las alergias. Después de 30 minutos en un automóvil, en un bote o en un tren eléctrico, pasaba de ser un niño alegre a uno que parecía hecho de trapos, y eso nos arruinaba el viaje a todos.
Con la llegada de los hijos ya no importa si mamá quiere ir a la playa o si papá quiere ir de excursión, porque incluso un viaje a la zona verde más cercana a veces se tiene que planear por más de un día.
Los niños pescan cualquier infección inmediatamente
Los niños atraen todo tipo de enfermedades como un imán, y parece que siempre ha sido así. Cuando yo era pequeña, fuimos de vacaciones con mis padres en un grupo numeroso de adultos y niños. El primer día, todos nadamos hasta que los labios se nos pusieron azules, y al día siguiente mi madre y yo turismo que ir al hospital: mi temperatura estaba cerca de los 40º.
Tuve una angina purulenta particularmente dañina, y pasamos 12 de los 14 días de vacaciones en el hospital (y mi madre tuvo que pagar bastante para poder estar conmigo). Vi el mar una sola vez durante todo el viaje, pero conocí a fondo el hospital.
Ahora la madre soy yo, y el botiquín de primeros auxilios ocupa exactamente la mitad del espacio de mi maleta, porque, entre otras cosas, tenemos que llevar un inhalador y medicamentos que no siempre están disponibles en todas las localidades. Durante diferentes vacaciones, mi hijo llegó a contraer rotavirus, SARS y conjuntivitis, se cortó la frente en un patio de juegos y, dentro de todo, tuvimos suerte.
Nuestra vecina y su inquieta hija, en cambio, descansan “a lo grande”: el año pasado la pequeña trajo de la playa una pierna enyesada, y este año, un brazo. Estos fueron sus “souvenirs”, no los imanes.
Mi hijo no quiere pasar el tiempo de la misma forma que yo
Tenemos una idea diferente de las vacaciones ideales. Por ejemplo, yo voy al zoológico en todas las ciudades, me gusta deambular allí durante horas, sé muchas cosas divertidas sobre los animales, pero a mi hijo no le interesa en absoluto. Incluso en el zoológico más genial, mientras mira a una jirafa o a un elefante, se ve francamente aburrido: lo que le gusta son las atracciones que había visto cerca. Y ni siquiera se queja, pero caminar con un niño triste que no para de suspirar sigue siendo un placer dudoso. Al final, me rindo y cambio nutrias y gacelas por carruseles.
Los padres a menudo tienen que sacrificar sus intereses por el bien de sus hijos, y las vacaciones no son una excepción. No fuimos a ver el lago del bosque, porque nuestro hijo se marea en el auto. No planeo largas caminatas por los pueblos antiguos que adoro, ya que el pequeño aún no es capaz de caminar muchos kilómetros en la dirección que necesito. Los niños crecen, por supuesto, pero todavía no sé en qué momento las cosas realmente se vuelven más fáciles.
A menudo siento que ni siquiera deberíamos llevar a nuestros hijos de vacaciones con nosotros
Los niños no siempre traen de las vacaciones los recuerdos que esperan sus padres. Cuando mi hijo tenía 3 años y medio, hizo su primer gran viaje a la playa: tren, avión, montañas, olas, todo eso. De regreso en casa, su abuela le preguntó: “¿Qué fue lo que más te gustó?”. Y mi pequeño respondió sin pestañear: “Cuando mi mamá y un señor se pelearon chistosamente por una sandía”.
Oh, fue una situación épica: nos vendieron una sandía podrida, el vendedor aseguraba que solo estaba madura, ¡y yo trataba de alimentarlo con ella! Tal vez se veía gracioso desde afuera, pero me sentí mal: ¿qué sentido tiene llevar a un niño a tierras lejanas solo para que se quede con esas impresiones, si algo similar se puede organizar en cualquier tienda de verduras cerca de la casa?
Estas particularidades de la memoria de los niños a menudo desalientan a los padres. Las mamás y los papás, que han gastado muchos nervios y dinero en llevar a su pequeño de vacaciones, simplemente bajan los brazos. Pero aun así, después de un año o dos, vuelven a hacer las maletas y llevan a sus hijos a nuevos lugares para que admiren las bellezas del mundo, aunque al final su principal recuerdo sea haber manejado un autito, de los que hay montones en casa.
Pero, a pesar de todas las dificultades, las vacaciones con los niños son geniales
Mi experiencia en la maternidad no es muy grande: solo 8 años. Después de haber sobrevivido 5 vacaciones con mi hijo, pasé de negar ese ocio como forma de recreación a aceptar lo inevitable. Unas vacaciones con un niño pequeño nunca serán lo mismo que sin él, pero puedes encontrar sus ventajas en ellas.
La más obvia para mí es la oportunidad de volver a la infancia. Yo crecí demasiado rápido y me convertí en la ayudante de mi madre, además, no había muchos entretenimientos en el pequeño pueblo donde vivíamos. Ahora, con mi hijo, puedo ponerme al día: comprarme algodón de azúcar, ir a la casa del terror y a una “habitación dada vuelta”, o subirme a las atracciones en un parque de diversiones. En una vida sin hijos, simplemente no iba a los lugares donde todo esto era posible, pero ahora lo hago todo el tiempo, y lo aprovecho.
Al mismo tiempo, los niños son muy agradecidos, no les importa el prestigio de un lugar o la cantidad de estrellas de un hotel. Hasta cierta edad, generalmente no les preocupa dónde y cómo van a vacacionar, siempre y cuando sus padres estén cerca e involucrados en el proceso. Por ejemplo, este verano aún no pudimos hacer ningún viaje, estuvimos un mes atrapados en un pueblo. Hubo que pensar en entretenimientos sobre la marcha y con las posibilidades existentes.
Mi hijo y yo escondimos un tesoro en el jardín, hicimos un recorrido por una granja de avestruces, fuimos de picnic con sus amigos en un claro del bosque y visitamos un cine al aire libre en un pueblo vecino. Luego, mi hijo contó sobre estas pequeñas aventuras con tanto entusiasmo a sus amigos de la ciudad que me di cuenta de que ninguna playa lo habría impresionado igual.
La memoria humana es algo bastante misterioso, y nunca se sabe qué retendrá durante unos días y qué durante años. Quizás, inmediatamente después de un viaje, el niño dirá que lo que más recuerda es el primer helado de su vida o un globo con la forma de su héroe favorito, pero en realidad recordará cómo viajó sobre los hombros de su padre o cómo su madre le enseñó a nadar. Creo que estas emociones e impresiones quedan con el niño para siempre, incluso si no puede expresarlas al principio.
Quién sabe cómo será la vida en el futuro, pero los recuerdos felices de la infancia definitivamente no estarán de más. Crear momentos de alegría tan brillantes para mi hijo es un verdadero placer, incluso si regresamos de las vacaciones aún más agotados que antes de irnos.
Sí, un viaje con un niño pequeño no es un descanso en absoluto, pero es un ladrillo en su futuro feliz. Por lo tanto, creo que merece la pena juntar las fuerzas y vivir la experiencia con los niños al máximo, sea lo que sea que eso signifique.
¿Cómo han sido tus últimas vacaciones familiares?