La historia de la mujer que empezó trabajando como lavandera y se convirtió en la primera millonaria
Las mujeres inspiradoras son muchas. De ellas se han escrito varios libros y filmado también numerosas películas y miniseries, como la que podemos ver en Netflix sobre la vida de Sarah Breedlove, conocida como Madam C. J. Walker. Ella es la encarnación del sueño americano, pues se convirtió en la primera millonaria afroamericana por mérito propio. Logró superar traiciones personales, un ambiente hostil y a la competencia para crear una marca próspera que revolucionó el cuidado del cabello afro al mismo tiempo que luchaba por un cambio, en especial, a favor de las mujeres de su comunidad.
En Ahora lo vi todo nos encanta recordar historias como la de esta empresaria, quien no se rindió en tiempos difíciles y en su camino al éxito ayudó a cuanta persona pudo.
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Sarah Breedlove nació en 1867 en el sur de los Estados Unidos, en Luisiana. Sus padres y hermanos mayores eran esclavos en una plantación de algodón. Sarah nació libre. A los 7 años, la niña quedó huérfana.
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Después de la muerte de sus padres, se mudó a la casa de su hermana Louvenia y su esposo Jesse Powell. Sarah comenzó a trabajar como empleada doméstica desde temprana edad, no tenía tiempo para estudiar. Madame C. J. Walker contó en sus memorias que solo estudió formalmente durante 3 meses, cuando fue a la escuela dominical siendo niña.
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A los 14, Sarah se casó apresuradamente con Moses McWilliams. No lo hizo porque estaba locamente enamorada de Moses. El hecho es que el marido de su hermana Louvenia era una persona muy cruel, por lo que Sarah pudo garantizar su seguridad de esta manera. Cuatro años después, Moses y Sarah tuvieron una hija, A’Lelia. Dos años después, el esposo de Sarah murió. Así que la joven de 20 años se quedó sola con una niña pequeña en brazos.
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En 1888, Sarah se mudó a San Luis. Allí vivían sus hermanos, que trabajaban como peluqueros. Consiguió un trabajo como lavandera y cocinera para pagar la futura educación de su hija en una escuela pública. Sarah recibía 1,5 dólares al día.
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Como todas las lavanderas, Sarah sufría por las sustancias químicas fuertes. Las enfermedades de la piel, la caspa, las malas condiciones sanitarias (no todas las casas tenían agua corriente y calefacción central) llevaron a que la mujer se quedara casi calva.
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De sus hermanos peluqueros aprendió sobre el cuidado básico del cabello. Y un poco más tarde, Sarah se familiarizó con los cosméticos para el cabello de Annie Malone y conoció a su creadora. Se convirtió en agente de ventas de Malone y se interesó seriamente en la cuestión del cuidado del cabello.
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Mientras continuaba trabajando para Malone, Sarah, de 37 años, se mudó a Denver con su hija y comenzó a pensar en crear su propia línea de productos para mujeres afroamericanas. Numerosos experimentos con diferentes componentes tuvieron un resultado exitoso. Entonces Sarah comenzó a construir en paralelo su propio negocio.
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En 1906, Sarah se casó con Charles Joseph (C. J.) Walker y se hizo conocida por su nombre. C. J. se convirtió en su socio comercial: trabajaba en publicidad, por lo que le dio a su esposa valiosos consejos sobre la promoción. Sarah caminaba por la ciudad de puerta en puerta vendiendo sus productos, enseñándoles a las mujeres afroamericanas los puntos más delicados del cuidado del cabello y enseñándoles cómo peinarlo.
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Ese mismo año, Sarah decidió expandir el negocio, por lo que ella y su esposo viajaron a los estados del sur y este. A’Lelia ya era adulta y terminó sus estudios, por lo que ayudó a su madre y comenzó a administrar todos los pedidos por correo en Denver.
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Después de dos años, Madame C. J. Walker se mudó con su familia a Pittsburgh. Allí abrieron un salón de belleza y una escuela que formaba profesionales que lo sabían todo sobre el cuidado del cabello y sobre cómo vender cosméticos.
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En 1910, Madame se mudó a Indianápolis, donde estableció la sede de Madam C. J. Walker Manufacturing Company. Construyó una fábrica con un laboratorio, una peluquería y una escuela de belleza, donde formaba a sus agentes de ventas. En 1917, Madame C. J. Walker había proporcionado empleos y buenos salarios a casi 20 000 mujeres. Sus agentes recibían de 5 USD a 15 USD por día.
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Sarah quería que las mujeres afroamericanas luchasen por la independencia financiera, por lo que alentaba a las mujeres a ser emprendedoras, les enseñaba a manejar sus finanzas y administrar negocios.
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Cuanto más rica se volvía Madame C. J. Walker, tanto más tiempo dedicaba a la caridad y a los asuntos políticos. Sarah daba conferencias, luchaba contra la injusticia social, donaba dinero a los fondos de becas. Antes de su muerte, legó casi 100 mil USD a orfanatos y diversas instituciones sociales. Además, según su testamento, 2/3 de las ganancias futuras de su producción se destinarían a obras de caridad.
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Madame murió a los 51 años. Era considerada la mujer afroamericana más rica. En el momento de su muerte, el legado de Walker se estimaba entre 500 mil USD y 1 millón USD. El obituario decía que, dos años antes de su muerte, Sarah aún no era millonaria, pero esperaba convertirse en una algún día. Y no porque necesitara el dinero para sí misma, sino por el beneficio que podría hacer con su ayuda.
Madame C. J. Walker conduciendo un automóvil en 1911.
Madame C. J. Walker es un ejemplo a seguir hasta hoy en día, porque no se quejaba de la vida, y en condiciones difíciles, construyó un negocio y no solo se ayudaba a sí misma.
¿Tú también eres una empresaria? Cuéntanos tu historia de éxito y dinos qué consejo le darías a alguien que quiere crear su propio camino como tú y Madame C. J. Walker.