Me tachan de “egoísta” por cuidar tanto a mis perros y no preferir hijos
El amor viene en todas las formas y tamaños. Por eso, algunos quieren construir una familia tradicional, mientras que otros prefieren tener amigos peludos. Cada día, más y más personas olvidan los prejuicios de la sociedad y se abren paso a descubrir la alegría y el cariño que se encuentra en cuidar a perros, gatos u otras mascotas.
Al final, lo importante es encontrar aquello que nos haga feliz y permita vivir rodeados de amor. Eso es lo que aprendió la protagonista de la siguiente historia, quien dejó atrás las críticas de un familiar que la tachaba de mala persona por preferir un perro y no un hijo.
Desde muy chiquita supe que no quería ser mamá. Por supuesto, cuando decía esto en voz alta, mis tías, tíos, abuelos y hasta mis papás se burlaban de mí. No creían que a los 10 años tuviera tan clara una vida sin hijos. Decían que estaba muy pequeña y me faltaba crecer. Como es de esperarse, lo creí. “Los adultos siempre tienen la razón”, me decía.
Y así durante mi niñez intenté jugar con muñecos. A ser la mamá. Nunca resultó. Después, llegaron mis sobrinos. Con ellos, aprendí a cuidar a otro ser humano más pequeño. Yo iba en la preparatoria.
Recuerdo que disfrutaba mucho estar con ellos: jugar, ver películas, comer o enseñarles lo poco que sabía de la vida. Nuestro tiempo compartido consistía en pasarla bien. Tenía responsabilidades, pero eran pocas. Además, había hora de llegada y de salida. Cosa que no sucede cuando maternas. Una vez más confirmaba que podía cuidar. Me gustaba cuidar a mis familiares, pero no quería cuidar a un bebé 24/7.
¿Por qué una decisión así es tan cuestionada? ¿Por qué, si lo dices, creen que estás bromeando o que no estás en tus cinco sentidos? ¿Por qué te ven como si fueras la mismísima bruja de Blancanieves?
Esto último me pasó cuando empecé a adoptar perros. No solo me decían que estaba frustrada y me arrepentía de no tener hijos (¡a mis 19 años!), sino que era una egoísta por darles mi tiempo, dinero y cariño a “unos simples animales”.
A los 19 años mi vida universitaria iniciaba y solo pensaba en clases y calificaciones; en mi novio, amigos y viajes. Comenzaba a planear mi futuro, uno sin bebés. Así se lo expliqué a mi tía en una comida familiar. Ella no lo entendió e insistió en el tema preguntando: “¿Es que no quieres bebés por miedo al parto y a perder la figura?”. Luego pasó a hablar de adopción. “Hay muchos niños que esperan formar parte de una familia. Podrías ser mamá adoptiva y hacer feliz a un pequeñito que lo necesita”.
¡Que no y que no!
La comida ya ni me supo. Quería irme de ahí y huir del monólogo de mi tía. Mis papás me decían que la ignorara, pero no pude. Entonces, no sé de dónde saqué tanta valentía, y le dije:
Hubo un silencio total en la mesa. Yo me sentía la más empoderada y mi pechito por fin había descansado al sacar todo lo que pensaba. Mi tía, por su puesto, no se quedó callada. Cuando terminé de hablar, ella se paró de la mesa, estaba pálida, y me gritó:
Con su respuesta tuve el pretexto perfecto para no volver a dirigirle la palabra. Me pareció muy ofensivo que criticara mi forma de vida. Más cuando ella ¡tampoco tenía hijos! Y es que según nos dijo en otra reunión: no era mamá porque el trabajo no se lo permitía, pero en un futuro adoptaría a uno.
Luego de la pelea con mi tía, me sentí mal. Muchos años pensé que algo estaba mal conmigo por no desear ser mamá. Tuve miedo por sí quedarme sola cuando creciera o que mi pareja me dejara por no querer formar una familia tradicional.
Seguí adoptando perritos. Y creí que con cada uno estaba supliendo esa carencia de la que me habló mi tía. Que en ellos estaba desahogando lo que realmente quería: un bebé.
Por fortuna, platiqué con amigas y me di cuenta de que no era la única chava de mi edad a la que no le interesaba maternar.
Platiqué con mi pareja y supe que él tampoco quería bebés, sino más perros. Jajajaja. Conforme fui creciendo, también conocí a familias multiespecie, en las que parejas vivían felizmente con sus compañeros de cuatro patas.
Hoy puede parecer normal u obvio que haya tantas opciones de familia. Pero, cuando te estás convirtiendo en adulto, arrastras todas las tradiciones y creencias con las que creciste. Entonces, resulta un poco agobiante decidir y ser firme con tus elecciones.
A mis casi 35 años vivo con mi novio y cuatro perros, todos rescatados.
¿Y la tía? Hace unos años volvimos a hablarnos. Me pidió disculpas por haber sido tan ruda con sus comentarios. Me dijo que al final entendió que estaba proyectando en mí lo que a ella le dijeron en sus círculos sociales y de trabajo una y otra vez hasta que lo creyó: “No eres una mujer completa si no eres mamá”.
Durante años luchó una batalla interna. Ella tampoco quería tener hijos, pero no quería defraudar a sus padres, quienes, por cierto, nunca le exigieron cumplir con un rol. Mi tía hizo dos carreras, luego trabajó compulsivamente para mantenerse ocupada y tener la falta de tiempo como pretexto para no embarazarse.
Mi tía dejó de ocultar su decisión de no ser mamá. También dejó de proyectar sus pequeños traumas en las generaciones más jóvenes de la familia. Tengo que decir que nadie en la familia la criticó, ni los abuelos.
Mi tía trabaja menos y ya no persigue un rol que creyó le habían asignado al nacer. Ahora lo único que persigue es a su pequeña jauría. Adoptó a tres perros de la calle y, en uno de los tantos paseos que da con ellos, conoció a su actual pareja, quien también es amante de los perros y de que mi tía sea quien quiera ser.
En definitiva, es importante hacer lo que uno quiere con su vida y no prestar atención a las críticas de los demás porque la felicidad y el bienestar son subjetivos y personales. Cada persona tiene sus propios sueños, deseos y metas, y debe perseguirlos sin temor a la opinión de los demás. Ignorar las críticas y seguir nuestro propio camino puede conducir a una vida más satisfactoria y plena.
Si pudiera resumir esta lección de vida, diría que lo que verdaderamente importa es encontrar aquello que nos llena de felicidad y nos permita disfrutar de la vida en compañía del amor. Al diablo con lo que diga la gente. 😊