15 Veces que la apariencia de una persona causó situaciones embarazosas
En la vida, todos hemos experimentado situaciones que preferiríamos olvidar lo antes posible. A veces, estas situaciones no son culpa nuestra, sino de las personas que nos rodean y que carecen de cortesía. Aunque puede ser divertido en ocasiones, la mayoría de las veces deseamos que la tierra nos trague, especialmente cuando somos el centro de atención por algo que nos incomoda, como cuando alguien nos sugiere que nos deshagamos de los parásitos frente a todos.
Compartimos historias sobre cómo algunas personas han reaccionado a comentarios sobre su aspecto físico.
- A los 17 años era una chica dark: utilizaba vestidos con corset, collares con picos, largo cabello pelirrojo, blanqueaba mi rostro y me hacía un sombrío maquillaje. Una vez estaba dando un paseo por el cementerio al anochecer, escuchando música; llevaba puesta una larga capa negra. Me di cuenta de que cerca del cementerio, en el bosque, había una pareja que intentaba realizar un ritual o tener una noche de pasión, el caso es que tenían unas velas encendidas. Cuando me acerqué, por alguna razón huyeron gritando.
- Tengo rastas. Un vez estaba en el parque tomando un café. Al lado pasó una mujer con un niño de 3 años. El niño se detuvo, me miró con unos grandes ojos y murmuró algo poco claro. Mamá: “¿Qué?”. Él nuevamente susurró y me señaló con el dedo. La mujer se sonrojó y con una fuerte voz dijo a todo el parque: “Es una bruja con trencitas” El niño me miró durante 3 minutos hasta que su madre se lo llevó arrastrando.
- Un día iba viajando en el autobús y de pronto una abuelita se acercó a mí debido a mis rastas. Por alguna razón muchas personas tienen una fuerte asociación de que las rastas tienen que ver con los piojos. Por eso pensó que yo tenía es problema y decidió gritarle a todo el autobús. “Y sabe, ese producto ayuda mucho contra los piojos”
- Soy baja de estatura, me veo bastante joven y tengo un cabello muy corto, el cual a veces me tiño con locos colores. Una vez mi mamá y yo estábamos en la parada de autobuses, la calle comenzaba a oscurecer. Una conocida, a quien desde hace tiempo no veía, se acercó (yo estaba un poco de costado), durante la conversación ella le preguntó a dónde iba. Mi mamá respondió: “vamos al supermercado” y asintiendo la cabeza me señaló. “Oh, ella es tu nieta, ya está muy grande”. “No, respondió mi mamá, es mi hija”. La mujer se congeló durante un par de segundos y después me preguntó mi edad, y que si no tenía miedo de pintar mi cabello con un tono tan llamativo y cortarlo tan corto. “Cumpliré 38 años en un mes” le dije con un tono de voz sutil. La mujer se despidió y se fue.
- Hace un par de años rentaba una recámara en casa de una abuelita, de todas las maneras posibles intentaba ocultar mis tatuajes e incluso en los días calurosos de verano salía con playeras de manga larga. A la abuelita le gustaba hablar sobre el hecho de que los secuaces del diablo eran los únicos que tenían tatuajes. Incluso tenía folletos que ella misma editaba. Yo por interés revisé uno de ellos y leí que McDonald’s usaba carne de niños recién nacidos. Me sorprendí, cerré el folleto y no lo volví a abrir más. ¡Y era una abuelita buena a simple vista! Amable y educada.
- Esta historia pasó con mis amigos de sexo masculino, quienes estaban vestidos con abrigos negros y pantalones negros con botas. La mayoría de ellos tenía el cabello largo con una colita y algunos tenían barba. Ya sabes, cuando empiezas a trabajar en una seria empresa, pero aun así quieres verte un poco sombrío. Uno de ellos estaba en la entrada del complejo habitacional esperando a un amigo. Dos mujeres pasaron cerca del chico y una dijo: “Mira, por alguna razón han venido los clérigos a ver a alguien”.
- Una vez la estilista, con la cual se cortaba el cabello mi mamá, me vio en la calle con mi novio de ese entonces (me miró por la ventana justo en el momento en que mi mamá se encontraba sentada cortándose el cabello). A veces yo también me cortaba el cabello con ella, por eso rápidamente me reconoció y le preguntó a mi mamá: “¿Por qué le permites salir con él? Ella simplemente es una niña y él es 20 años más grande”. En realidad en ese entonces tenía 22 años y mi novio sí era un poco mayor, pero no por muchos años.
- Tengo un color de cabello rojo intenso. Una vez en el autobús me desearon arder en el infierno por ese color. Todo en voz alta.
- Mido 1.50 mts. Tengo que comprar ropa en las tiendas infantiles, por eso no me veo como una mujer adulta. Cuando me mudé a otro país, no existía la posibilidad de comprar libros en Internet. Y yo tenía muchas ganas de leer. Al lado de la casa había una biblioteca infantil. En ese momento no sabía que en las bibliotecas infantiles únicamente pueden inscribirse los estudiantes de primaria y secundaria, y sin pensarlo me fui a inscribir para obtener un acceso. Nunca olvidaré el siguiente diálogo:
— ¡Hola! Quiero inscribirme.
— ¡Hola, pequeña! Seguro estudias en la escuela número 22, cierto?
— Mmm.
— ¿En qué grado?
Aquí comprendí por qué las bibliotecas infantiles tienen ese nombre. Y experimenté el miedo de dejar pasar mi única oportunidad. En el último, respondí. A pesar de no tener idea de cuántos años duraba la educación básica en este país. Me registraron. Y continué visitando la biblioteca durante dos años.
- Me corto demasiado el cabello y utilizo ropa de hombre, por lo cual frecuentemente tengo problemas con las mujeres, quienes se encuentran cerca de los baños en los centros comerciales: todas ellas creen estar obligadas a decirme que “el baño de los hombres está a la derecha”. Por lo general, una mirada es suficiente, pero un día una de esas mujeres corrió detrás de mi, agarró mi manga junto a la puerta y me dijo: “Te estoy hablando, ¿no escuchas? El baño de los hombres está al lado”. Le respondí que, por supuesto, podría ir al baño de hombres pero tenía dudas sobre poder usar correctamente el urinario.
- Tenía 6 años cuando mis padres me dejaron ir al mar con el resto del grupo. Ellos por alguna razón me cortaron el cabello demasiado corto, además un gato había rasguñado mi nariz y un diente delantero se me había caído, en resumen parecía un niño. Una educadora desconocida le dijo a mi amigo: “¿Qué esperas? ¡Toma al chico de la mano y fórmense! ¿Cómo te llamas, niño?”. En ese entonces mi feminidad recibió su primer golpe.
- Para empezar, vivo en el tercer piso y esto es importante. Una vez, en verano, hacía demasiado calor, tomé una ducha y me senté a trabajar en la computadora en topless. Estaba sola en casa, por eso no me preocupé. Estaba sentada disfrutando del aire fresco, cuando de pronto, cerca de mi ventana, lentamente pasó el trabajador que se encarga de las ramas de los árboles. Soy la Diosa del topless con la computadora y él es el conquistador de cuchillo y hacha (en su caso motosierra), está detrás de mi ventana y parece que se le olvidó en general para qué se había subido ahí. Resultó ser muy cortés: no se volteó, solo me saludó.
- Desde el octavo grado tengo un diente oscuro: un dentista lo estuvo curando durante mucho tiempo, lo taladró, borró todo, finalmente el diente murió y pronto se hizo gris. Creía que casi no se notaba mucho y no me preocupaba tanto, hasta que el nuevo novio de mi amiga me preguntó en dónde me habían puesto los dientes y cuánto cobraron por esto. ¡Dios, esta persona me vio por primera vez y lo primero que notó fue mi diente oscuro! Trágame tierra. Fue bastante vergonzoso confesar que eran mi diente real.
- Tengo dos pastores. Y siempre me visto para sacarlos como si fuera una vagabunda, las personas que tienen perros me comprenderán. Teniendo en cuenta que tengo perros grandes y soy freelancer, los puedo sacar a la una o dos de la mañana. Bueno, mi esposo y yo decidimos comprar un poco de alcohol. Salimos con los perros a una tienda de 24 horas, mi esposo se quedó afuera. Era la una y cuarenta. Al comprar la botella, me volteé y vi a un chico al cual hacía 15 años le gustaba. Él me vio con tanta comprensión y lástima que quise abrir la botella sin alejarme de la caja: mi cabello sucio, vestida de una chamarra vieja, con la baba seca de mis perros, mis pants llenos de pelusa y unos viejos zapatos. Abracé de forma conmovedora la botella (simplemente al poner el cambio en el bolsillo tuve que sostenerla, pero se vio de una manera conmovedora). De acuerdo con su rostro, el chico al parecer me quería dar limosna.
- En mi complejo habitacional vivía una abuelita, la cual constantemente le hacía comentarios a mi hijo cuando apenas comenzaba a andar. Una vez ella no soportó y exclamó: “¡¿En dónde está su mamá?! ¿Por qué no se da cuenta de que su hijo está sentado en el suelo frío?”. Al parecer todo el tiempo pensó que yo era su atolondrada hermana mayor. Además, prometió quejarse en mi escuela por ser grosera con las personas mayores.
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