16 Personas probaron comidas que debieron llevar un letrero que dijera “Peligro”
No pudimos parar de reír con las confusiones que vivieron los protagonistas de estas historias, quienes ahora de seguro revisan varias veces su comida antes de consumirla.
- Mis primos fueron a sacar una colmena en la mañana. Ya en la tarde vi unas cubetas llenas de “miel” y me dijeron: “come si quieres, está bien rica”, así que metí el dedo en la cubeta y lo llevé a mi boca con muchas ganas y adivinen qué... ¡Era aceite quemado de carros! Los malditos me hicieron vomitar jajaja. © Stephany Valladares / Facebook
- Cuando llegué de la escuela, agarré la leche del refrigerador y la tomé... “mmm, tiene pasas” pensé. Mi abuela llegó 5 min después y dijo “nadie se tome la leche, se quedó afuera y alguien la metió al refrigerador, ya la iba a tirar porque tiene cucarachas”. © Uvaldo Amaya / Facebook
- Abrí el refrigerador de casa de mi mamá para sacar el agua fría y vi una vasija con la ralladura de algo blando y firme, entonces me dije: “¡Queso rallado! Hoy hago espaguetis”. Pero una voz interior me obligó a probar el “queso” antes y... Sorpresa, era jabón. Mi mamá lo rallaba y lo guardaba en el refrigerador por una razón misteriosa que solo ella conoce. © Maribel Jiménez Barrios / Facebook
- Mi tía le había dicho a mi mamá que prepararía un licuado muy nutritivo para nosotras y cuando yo lo probé le dije “es mezcla para hotcakes”, pero mi señora madre no me creyó y obligó a mi hermana mayor a tomarse un vasote de plástico largo con esa mezcla. © جاكيز جايل دليلة / Facebook
- Una vez me quedé en casa de la bisabuela de mi esposo. Resulta que en la madrugada tuve sed y vi en la mesa una jarra con agua, así que me tomé un vaso. Pasé toda la noche sintiéndome mal, pero sobreviví. No dije nada y en la mañana del siguiente día, la bisabuela me dijo “pásame el agua que tiene mi medicamento para regular la tensión”. Allí me enteré de qué era lo que me había tomado. © Nany De Meza / Facebook
- Mi hermano solía comerse todo lo que se encontraba en la cocina, sin preguntar de quién o qué era. Cuando estaba recién operado de las amígdalas, llegó a la cocina, vio un vaso y sin pensarlo le dio un trago. Resultó ser un vaso de limonada recién hecho. Dice mi mamá que gritó como nunca por el dolor y, aunque esa experiencia no fue razón suficiente para que dejara de comerse las cosas sin preguntar, por lo menos le cicatrizaron las heridas un poco más rápido jajajaja.
- Mi madre contaba que unas misioneras de Estados Unidos siempre llegaban de visita a nuestra casa y que un día yo salí a darles unas bolitas de color café. Yo tendría unos 2 años, talvez. Las chicas emocionadas y con su acento dijeron “oohhh, chocolate”, pero cuando se lo iban a comer, se dieron cuenta de lo que era y dijeron “uhhhh, caca”. © Melmat Hrdez / Facebook
- Mi esposo tomó comida para perro de un recipiente que estaba sobre la mesa y se la metió a la boca pensando que eran nueces garrapiñadas. Aún sin darse cuenta, me dijo: “¿Dónde compraste esto?, ¡Están húmedas, son un asco!”. Yo con la risa no podía contestarle y cuando por fin pude hablar, le dije... “En la veterinaria”. © Mabel Noemi Rosales / Facebook
- En la casa de mis abuelos, cuando yo tenía como 12 años, solían cortar cañas para confeccionar volantines. Cierto día que estábamos ahí de visita, mi abuela me pidió que barriera su dormitorio y yo recogí del suelo un pedacito de caña y me lo metí a la boca, empecé a morderlo y tenía un sabor asqueroso. Resultó que no era caña... era un pedazo de uña de los pies de mi abuelo, que recién se las había cortado. Hoy tengo 49 años y solo de recordarlo me dan deseos de vomitar. © Fabiola Fernandez Salinas / Facebook
- Me serví cereal y no me di cuenta de que la leche estaba echada a perder, así que dejé el plato a un lado y me volví a hacer otro cereal con leche nueva, pero al comer me confundí y volví a agarrar el de la leche echada a perder. © Tony Dueñas / Facebook
- Un día estaba de visita en casa de mi hermana mayor y había llevado conmigo una botella de agua. Me levanté de madrugada con mucha sed y no prendí la luz para no despertar a nadie, entré a su cocina y vi una botella, así que me la bebí casi toda y me supo deliciosa. Al otro día me preguntó mi hermana que si qué había pasado con el agua bendita que había traído su esposo... era la botella que yo me había bebido. Lo peor es que lo poco que quedó estaba lleno de ramitas y tierra porque era de una pileta al aire libre. Jamás sentí las hojas ni la tierra, al contrario, me supo celestial esa agua. © Rubí Sagahón / Facebook
- Mi mamá guardaba los frijoles de la olla en el congelador y cuando yo los vi pensé que era agua de tamarindo, así que los empecé a rallar para comer helado de tamarindo y terminé con helado de frijoles. © Lupita Silva Navarro / Facebook
- Una vez, cuando tenía 8 años, estaba de visita en otra casa y tenía mucha hambre. Estábamos haciendo tareas en el comedor y en el centro de la mesa tenían un frutero bien surtido que se antojaba muchísimo. Ya cuando nos íbamos agarré una manzana que se veía riquísima. De camino a mi casa la saqué de mi pantalón y, ya con ganas de comérmela, le tiré tremenda mordida, pero resultó que era una manzana de plástico muy dura. La familia que visité se dio cuenta de lo que hice y días después, en otra visita, me regalaron mucha fruta para que me la llevara a casa. © Feyo Amigo Ruiz / Facebook
- Había preparado un jugo verde y no cupo todo en el vaso, así que guardé el sobrante en una bolsa y lo puse a congelar para otro día. La siguiente semana puse ese “sobrante” en un vaso, solo le eché agua y me lo llevé a la oficina. Cuando se medio descongeló, le di el primer trago... “trágame tierra” pensé, el “sobrante” que eché al vaso era el cilantro y ajo licuado que suelo congelar para los frijoles. Y yo iba diciendo desde que salí de casa “¿por qué huele tanto a ajo?”. No se imaginan lo que batallé para quitarme el sabor, olor y ardor que me dejó la bebida en la garganta. © Orfelinda Lopez Ochoa / Facebook
- Estaba de visita en casa de mi hermana y me acomedí a limpiar el refrigerador. Vi un recipiente con cajeta hasta el tope y fui por una cuchara para probarla, la llené de cajeta y... resulto ser manteca. Todos vieron como, con la boca repleta de manteca, corría al baño para vomitar. Ya después se burlaron todo el día de mí, por tragona. © Luxia Palacios Durán / Facebook
- Una vez que estaba mala de la tos, a los 6 años aproximadamente, mi mamá buscó en las medicinas y me colocó directo en la boca un frasco, me regañó para que me lo tragara, pero, a como pude, lo escupí y le dije entre llanto, “eso no es jarabe, es champú”, y efectivamente era champú. Como mi mamá iba a muchas reuniones de trabajo lejos de casa, en una ocasión colocó champú en un bote para llevarlo de viaje y lo olvidó. Ahora siempre reviso qué me tomaré. © Dulce María Estrada / Facebook
Pero no solo en casa se pueden tener estos graciosos incidentes con los alimentos, también hay personas a quienes la comida en un restaurante les espantó todo el apetito que traían y compartieron sus anécdotas con el Internet. ¡No te las pierdas!
Imagen de portada Dulce María Estrada / Facebook
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