Ahora lo vi todo
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15 Pasajeros que quizás olviden el viaje, pero jamás el vuelo

¡La magia de un viaje no tiene comparación! ¿Has pensado lo increíble que es subirte a un avión y al cabo de unas cuántas horas estar del otro lado del mundo? Parece un tema digno de ciencia ficción, pero ¡no tan rápido! Todo en esta vida tiene un costo y aunque valga la pena, mientras el trayecto está en marcha, las horas pueden ser laaaargas y dolorosas. 🥲

  • Hace unos años regresaba de vacaciones, a pesar de mi pánico por volar. En la mitad del vuelo, oí la voz del piloto: “Estimados pasajeros, les habla el capitán, bla-bla-bla, les haré un anuncio”. En ese momento, mi corazón casi revienta, me aferré a mi silla, preparándome para “fallo del motor, mantengan la calma”. Me aguantaba las lágrimas, pero resulta que un tipo había decidido usar a nuestro capitán para proponerle matrimonio a su pareja. La joven lloró de alrgría, la gente aplaudió, y yo ahora odio volar aún más.
  • A mis 10 u 11 años, tendría un vuelo de nueve horas. Mi asiento estaba en el centro, con una mujer mayor sentada a mi lado, junto a la ventanilla. Usaba una especie de fragancia con un olor muy fuerte, de los que dan jaqueca en los primeros 10 minutos. Lo peor era que iba al baño cada dos horas y se reaplicaba perfume. Ese olor, combinado con las turbulencias, fue suficiente para que vomitara. La experiencia me traumatizó tanto que por mucho tiempo tuve que tomar pastillas contra el mareo. © DudeAbides29 / Reddit
  • En cierta ocasión, a bordo de un avión, una niña de unos 4 o 5 años se interesó mucho por mí. Se asomaba por encima del respaldo del asiento todo el tiempo. Creo que le llamó la atención mi viejo y desgastado sombrero de vaquero. Escuché a su madre regañarla y decirle que no era un vaquero de verdad, pero la niña me seguía buscando. Al final le hablé y le pedí que cuidara de mi lagartija, la cual era un juguete que había comprado para mi sobrina. La niña se emocionó y no lo soltó hasta el aterrizaje, y luego me lo devolvió tristemente. Me puse el juguete en la oreja y le dije a la pequeña: “Oh, no, creo que quiere quedarse contigo. ¿Está bien por ti?”. La expresión de su rostro fue la mayor recompensa para mí. © John Smith / Quora
  • Viajamos en avión con nuestro nene de un año. Fue un vuelo largo y fue muy estresante, especialmente porque el bebé no paraba de llorar. Un hombre calvo de quizás 30 años se acercó a nosotros, dijo que era un lama budista, entonces cargó al bebé y le cantó una especie de mantra en un tono bajo y tranquilo. El bebé se durmió en menos de dos minutos y así continuó durante una hora, e incluso cuando se despertó, no lloró más. ¡No sé cómo lo hizo!
  • Tan pronto me senté, me quedé dormida por el cansancio. Al despertar, estábamos en pleno vuelo, y justo entonces, sentí que el aire estaba demasiado seco, o había un alérgeno cerca, pero mis ojos estaban irritados y mi nariz goteaba. Fui a lavarme la cara y cuando volví, ya habían servido la comida. Llamé al azafato y le dije que me a mí no me habían dado mi ración. Me preguntó rápidamente qué menú prefería, se apresuró y me trajo una bandeja. Luego se quedó mirándome con compasión y dijo: “Eh... No se ponga así, señora. Tenemos mucha comida, suficiente para todos”.
  • Había una señora interesante sentada junto a mí que estaba oía música en sus audífonos. Aparentemente, las canciones le gustaron tanto que empezó a cantarlas en voz alta. La primera vez pensé que estaba jugando y que nos estaban grabando con una cámara oculta. Le pedí a la “cantante” que se detuviera, ya que me quería dormir. Ella se defendió y me dijo que no había dicho nada. Sucedió de nuevo, e incluso los demás pasajeros se quejaron, pero cuando la azafata le pidió que parara, volvió a decir que no sabía de qué se trataba. Tres horas a bordo en el vuelo transcurrieron con la misma situación. Me consolé pensando que, por lo regular, pagamos por escuchar música en vivo en los restaurantes, pero aquí nos “enriquecemos culturalmente” sin pagar un centavo.
  • Al abordar, llegué a mi fila y hubo un cambio... Una mujer mayor se supone que iba a estar sentada cerca de la ventanilla, yo en el medio de la fila y otro chico del lado del pasillo. Vi que la mujer estaba descontenta con ello, se indignó y les dijo a las azafatas que quería sentarse cerca del pasillo. Luego agregó que podíamos tomar su asiento.
    Le pregunté al tipo: “¿Quién se sentará del lado de la ventanilla?”.
    Él: “¡No me importa!”.
    Yo: “Resolvamos esto como hombres...”.
    Así que lo resolvimos con una partida de “piedra, papel o tijera”. Él perdió, yo me senté junto a la ventana.
  • Estaba sentado en el pasillo antes del despegue, había asientos sin ocupar cerca. De repente, oí una voz baja y ronca atrás de mí: “¿Le molesta que me siente a su lado?”. Miré hacia arriba y vi a un hombre enorme y robusto. Lo dejé pasar. Se sentó y enseguida se apoyó en los dos reposabrazos, sin dejarme espacio a mí. De a poco, empecé a molestarme por eso. Entonces, mientras despegábamos, le dije: “Bonito día para viajar, ¿no?”. Se quedó callado y dijo: “Es mi segundo vuelo”. Y entonces entendí: el señor no estaba siendo maleducado, solo estaba nervioso. Terminé preguntándole cómo estaba, y al aterrizar, me tomó de la mano y me agradeció que lo distrajera de sus preocupaciones durante el vuelo. © Ian G. Heller / Quora
  • Para 12 horas de vuelo, mi asiento asignado estaba en el centro y resultó estar roto. El tipo de al lado se retiró los zapatos, que olían muy mal, y la mujer que estaba sentada a mi izquierda tiró el jugo de naranja sobre mí. Además, el enchufe de los audífonos de la tableta de entretenimiento estaba roto. Bueno, al menos recibí una bolsa de papitas gratis como compensación por el asiento roto. © 26pointMax / Reddit
  • En una ocasión presencié cómo una mujer dio a luz en pleno vuelo frente a mí. Afortunadamente, todo salió bien y el recién nacido se encontraba sano. Sin embargo, al aterrizar el avión, se descubrió que uno de los pasajeros no tenía permiso para salir de la aeronave, ya que el registro indicaba la presencia de 110 pasajeros en lugar de 111.
  • Durante un vuelo, me encontraba junto a un joven atractivo y nos sonreímos mutuamente. Después, nos topamos en el mismo autobús y metro, como si el destino quisiera que nuestros caminos se cruzaran. De repente, él se acercó y me ofreció ayuda con mi bolso, al mismo tiempo que hacía una broma. Me reí, pero de repente un enorme moco salió de mi nariz. Sentí vergüenza y frustración por estropear lo que parecía un buen momento. Me alejé, pero él me siguió y me tendió una servilleta para limpiarme. Además, me pidió que nos viéramos de nuevo. Así que, demostrando que el amor es más fuerte que un incidente incómodo, acepté su invitación.
  • Una vez, me senté al lado de dos niños en un avión: un hermano y una hermana de 7 y 5 años respectivamente. Los niños parecían inquietos, así que su padre intentó calmar al niño dándole un acordeón. Sí, un acordeón en un avión lleno de gente y a un niño de 7 años. El niño, por supuesto, no sabía tocarlo y los sonidos que producía eran bastante discordantes. Para empeorar las cosas, su hermana empezó a cantar de manera no menos desafinada. Fue un verdadero caos de sonidos entre el acordeón y la voz infantil. Después de cinco minutos, la azafata intervino y se llevó el acordeón.
  • Durante un vuelo, una mujer estaba sentada a mi lado y escribía frenéticamente en un cuaderno. Después de un tiempo, cerró los ojos y empezó a dormitar. Por curiosidad, eché un vistazo al cuaderno y me arrepentí de hacerlo. En su escritura, afirmaba que su madre había invocado demonios que se escondían entre los pasajeros del avión y que si no permanecía quieta, sería descubierta. La frase “tengo miedo” se repetía constantemente en sus notas. A partir de ese momento, me puse nerviosa y me preocupó estar sentada junto a ella durante todo el vuelo.
  • Durante un vuelo, me encontré sentado junto a una chica a la que le negaron la comida cuando las azafatas empezaron a servirla. El vuelo duró mucho y tuvimos que aterrizar para reabastecer de combustible. Una vez que volvimos a despegar, las bandejas de comida fueron repartidas de nuevo, pero la chica nuevamente rechazó la oferta. Mientras comía mi porción, noté que ella miraba mi plato con ojos hambrientos. Después de aterrizar, finalmente comenzamos a hablar y le pregunté si estaba a dieta. Se sonrojó y reveló que no tenía dinero para comprar comida adicional. Al enterarse de que la comida estaba incluida en el precio del billete, su expresión cambió a una de dolor y decepción.
  • Me encontraba sentada al lado de la ventana en el avión. A mi lado, estaban sentadas una madre y su hija de 6 años en los asientos contiguos, quienes estaban tranquilas y no se entrometían. Durante el vuelo, me quedé dormida. Al despertar y girar mi cabeza, quedé muy sorprendida al ver que la niña estaba sentada en el asiento junto al pasillo, ya sea dibujando o leyendo, sin molestar a nadie. Y en el asiento del medio, la madre hacía yoga, sin importar lo estrechos que fueran los asientos. Me asombró su habilidad para poner las dos piernas en alto y apoyar los brazos en el respaldo delantero con una expresión facial impenetrable. El espectáculo fue, sin duda, impactante.
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