20 Personas compartieron lo difícil que puede ser lidiar con gente sin empatía
¡Qué fastidio con esas personas que siempre andan buscando cómo sacar provecho de la buena voluntad ajena! Algunos internautas decidieron desahogarse y contar qué les sucedió con esas personas que reclaman por todo, no dan las gracias y encima echan la culpa de cosas que no tienen nada que ver con uno.
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Cierto día, al regresar de mi trabajo, encontré varios documentos tirados en el suelo, más precisamente debajo de un coche. Me costó mucho trabajo recogerlos todos y me los llevé a casa. Llamé a la dueña de los papeles y ella vino con su novio a recogerlos a mi hogar. Cuando los tomó, en lugar de agradecerme, quiso que le entregara el bolso también, como si yo me hubiera quedado con él. Afortunadamente el novio interfirió y le pidió que me agradeciera por encontrar todos sus papeles. ©Maria Aparecida De Sá Araki / Facebook
- Un día, fui a prestarle un servicio a un cliente. Este tenía dos locales, y el trabajo era el mismo en ambos establecimientos, por lo que el propietario quería pagarme los dos por el valor de uno. Le pregunté si pagaba la luz de las dos tiendas, si también pagaba agua, Internet y teléfono para sus dos negocios o todo por el precio de uno. Estaba indignado. Dijo que era diferente y me colgó. Pero estoy seguro de que sí conocía la diferencia. ©Valtecom José Martins / Facebook
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Mi madre ayudó a una conocida. La alojó en su casa durante varios meses, le dio comida, bebida, una cama, un baño, ¡y hasta ropa! Ella, en agradecimiento, le colaboraba con la limpieza de la casa. Luego nos enteramos de que la mujer esparció por toda la ciudad el rumor de que limpiaba el hogar de mi madre sin recibir nada a cambio. ©Fran Mara de Oliveira / Facebook
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Durante todo un año ayudé a mi sobrina con sus tareas de matemáticas, una vez por semana, sin cobrar un centavo, pues la niña tenía muchas dificultades de aprendizaje. Pasó los exámenes y ni siquiera me agradecieron. Al año siguiente, le dijeron a un familiar que iban a buscar un buen tutor para que la niña obtuviera las mejores notas, porque conmigo “no había funcionado”. Nunca volvieron a decirme nada. Lo mejor es que aprendí a no permitir que se aprovechen de mí. ©Regina Valente / Facebook
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Tengo una tienda de artículos de segunda mano para niños. Cuando la gente viene a comprar, pide un descuento, una donación. Algunos dicen:
— Pero te dan esta ropa...
En realidad, la compro. A veces se necesitan meses para recuperar lo que gasté. Monté una tienda, pago impuestos, agua, luz, lavo la ropa, y es mi trabajo, mi tiempo. ©Ane Horstmann / Facebook
- Cuando trabajaba en una pizzería, mi jefe no nos pagaba subsidio de transporte, y el salario era muy bajo. Era una empresa muy famosa, con varias franquicias en mi ciudad. Un día le reclamé al contratista, quien me respondió:
— Puedes comer pizza todos los días.
Fue la gota que derramó el vaso. ©Anitta Alves / Facebook
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Una colega me dijo una vez que tenía una conocida que estaba embarazada, que estaba pasando por serias dificultades, pues ni siquiera tenía una fruta para comer, y que se lo había contado llorando. Yo, ingenua, usé mi hora del almuerzo para comprar muchas frutas y verduras, y le pedí a mi colega que se las llevara a la chica, pero que no le dijera quién se las había enviado. Poco tiempo después me enteré de que la mujer embarazada se quejaba de que quien le enviaba esas cosas no compraba nada que valiera la pena, que faltaban productos, que esa no era una manera de ayudar. Después de eso, mi colega me volvió hablar de esta persona, y yo sencillamente le dije que no volvería a ayudarla porque aparentemente ella no lo apreciaba. Me di la vuelta y fui a comprar mis cosas. Pues bien, mi colega ahora me ve como una mala persona por no querer ayudar y dejar de preocuparme. ¿Qué se le va a hacer? ©Geisse Kelita / Facebook
- Recuerdo que, cuando estaba embarazada, la gente solía poner una mano en mi vientre. Con algunas personas no me importaba, pero con otras me irritaba. Una vez, una de ellas quiso desabotonarme la blusa porque quería verme y tocarme la barriga. No lo soporté y aparté su mano. Después de eso, ponía algo al frente de mí para que las personas que no me agradaban no me tocaran la barriga. ©Eliana Schafhauser / Facebook
- Compartía una casa con una amiga y, al poco tiempo, su novio vino a vivir con nosotros. Aunque él trabajaba, no ayudaba a pagar las cuentas. Actuaban como si la casa fuera de ellos y el único espacio en el que tenía paz era mi dormitorio. Yo trabajaba por la mañana temprano, y muy a menudo hacían ruido en su habitación hasta el amanecer. Un día, el novio usó mi afeitadora para rasurarse, y aunque era obvio que la había usado, lo negó cuando se lo pregunté frente a mi amiga. Cuando pensé que nada podría empeorar la situación, decidieron irse, pero se llevaron todo lo que mi amiga y yo habíamos comprado. ©Elaíne Batista Barbosa
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Cuando mis familiares del interior vienen a mi casa para pasar alguna temporada, no traen nada, ¡nada de nada! Tengo que buscarles toallas, ropa y hasta cepillos de dientes. Toman mi moto y se van de paseo... y no sirve de nada quejarme y reclamarles, siguen haciéndolo. ©Cynara Leonor / Facebook
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Vivo en un condominio de casas y, como hacía mucho calor, decidí llevar a mi hijo a la alberca. El hijo del vecino, un adolescente de 13 años, también estaba con nosotros. Le dije que tomara su toalla y unas bermudas, pero él dijo que caminaría a casa y se secaría al sol. Al atardecer, mi esposo regresó a pie con el niño y yo llevé a mi hijo más pequeño en el coche. Cuando llegué a casa, mi vecina (la madre del niño) estaba indignada porque yo había regresado en el auto, junto con mi hijo, y había dejado que el de ella regresara a pie con mi esposo. Que lo correcto era que él viniera conmigo, incluso mojado, sin mencionar lo negligente que había sido por no llevar una muda de ropa y una toalla para su hijo. Detalle: la caminata duraba menos de 10 minutos y el asiento de mi auto era de tela. Están molestos conmigo y hablan de mí a los vecinos, quienes, por supuesto, ya están cansados de sus quejas. ©Márcia Andrea Freire Martinez / Facebook
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Cuando me mudé a Europa, aparecieron innumerables primos de los que nunca había oído hablar en toda mi vida, y todos querían un poco de ayuda, como si estuviera trabajando en inmigración. ¡Yo, claro! ©Vita Severo / Facebook
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En Japón hay muchos extranjeros que no hablan el idioma, y un intérprete cuesta bastante dinero. La esposa de mi amigo quedó embarazada y me pidieron que mediara en las conversaciones e hiciera las traducciones. Empezaron a asistir a un curso prenatal cada 15 días, y yo los acompañé a cuatro sesiones sin recibir nada. Lo hice por empatía. Un día les avisé con bastante anticipación que no podría ir a la siguiente cita porque tenía que llevar a mi novio al médico (era necesario que lo acompañara, pues no quería ir). La mujer pensó que era absurdo que yo no fuera con ella, dijo que no debía obligar a alguien a ir al médico si no quería hacerlo, se enfadó y frunció el ceño. Le expliqué que mi novio era mi prioridad y que yo estaba haciéndoles un favor, pues no me estaban pagando. Después de eso nunca volví a verla. Le conté a mi novio lo que había sucedido solo después de enterarme de que se separaron, pues él no tenía idea de esa situación tan absurda. ©市川 智満 / Facebook
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A veces tomaban prestado mi auto o mi motocicleta y lo devolvían con el tanque vacío. Me cansé de prestárselos. ©Joslaine Aparecida Zibell de Andrade / Facebook
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Soy conductor profesional desde 1995 y, en un viaje por el noreste, conocí a un señor que llevaba a una señora y un niño. Cuando llegaron a su destino, la mujer no quiso bajarse del autobús, alegando que tenía que llevarla a su casa. Esto no era posible porque el vehículo no tenía suficiente espacio para maniobrar y regresar a la carretera. El hombre le suplicó que bajara y decidió sacarla a la fuerza, porque la señora se demoraba demasiado. ©Fredson Carlos Martins Martins / Facebook
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Hace dos años nos mudamos a una zona rural donde no hay agua potable. Los vecinos literalmente usaban agua del río para todo, así que fui al ayuntamiento a quejarme de la situación y logramos hacer llegar un camión cisterna cada tres días. Como estaba racionada, reutilizábamos el agua de la lavadora para lavar la perrera. Una de las vecinas, que también se beneficiaba con el camión cisterna, fue al ayuntamiento y me denunció porque, según ella, yo estaba usando el agua para lavar la perrera. Me causó un gran problema con la municipalidad, así que decidí perforar un pozo artesiano en mi terreno. Nos costó 3 000 USD. Ahora, la vecina, los parientes y todo el vecindario están enojados porque creen que tengo la obligación de canalizar el agua hacia sus casas. ©Carlos André Tavares / Facebook